De Alaina Castillo a Keshi y Fin del Mundo: las nuevas voces cosecha 2020

ESCUCHÁ LAS CANCIONES. Para resistir al encierro o para amenizar las caminatas con tapabocas al sol del último trimestre de este año de pandemia, la música siempre es un recurso salvador.

Y más allá del altar que cada uno tenga en el corazón por sus artistas favoritos, qué mejor para estos tiempos que parecen transcurrir en loop que renovarse y descubrir nuevos artistas que nos conmuevan. Por eso este decálogo de bandas y solistas de brevísima trayectoria, varios de ellos debutantes durante 2020, con un amplio abanico de estilos: desde una de las más serias candidatas a nueva megaestrella del pop juvenil hasta un trío cordobés de psicodelia pesada, pasando por un dúo de bolero mexicano, los enésimos salvadores del rock de guitarras y mucho más. Para abrir los oídos y escaparle a la nostalgia.

Alaina Castillo

Alaina solía hacer dormir a la gente cantando. Y no, no era un problema, más bien lo contrario: su canal de ASMR (por su sigla en inglés: Respuesta Sensorial Meridiana Autónoma, un sistema que propone la relajación a través de estímulos sonoros) llamó la atención de miles de jóvenes insomnes en todo el mundo que intentaban conciliar el sueño con sus versiones susurradas de temas de Billie Eilish, Post Malone, Ariana Grande y demás. Aquella original veta fue su puerta de entrada a una vocación que se le había despertado -como a tantos otros chicos estadounidenses- en el coro de la iglesia y que pensó en cultivar sólo como un hobbie hasta que fue ovacionada en un acto del colegio y ya no hubo vuelta atrás. Su R&B suave y -cómo no- arrullador en español e inglés, más alguna incursión en el dance como «Tonight», la postulan para ser la próxima gran estrella. Y todo con apenas veinte años.

Bamily

Bamily
Bamily

La New Musical Express los define como una especie de aggiornamiento de los Happy Mondays, cosa que ellos mismos reafirman en su bio oficial: «Llevamos a la banda de sótano a la era de Instagram». Su música (repartida hasta ahora en ocho singles, todos muy bien recibidos por la prensa británica) toma el «hacelo vos mismo» como estandarte y combina influencias de electrónica radio friendly con las estructuras de pop tradicional de artistas como Phoenix y Mac Demarco. El producto final de la melange es una eficiente banda de sonido para fiestas veraniegas superpobladas de gente joven y bella. Samples, beats, pads de percusión, estética indie, dos cantantes, mucha melodía, muy poco ruido y un futuro tan brillante que tendrán que usar lentes negros.

Bluhauz

Bluhauz
Bluhauz

Los amantes del viejo y querido rock crudo de raíces bluseras encontrarán solaz -en estos tiempos de percusión y voces digitales- en Bluhauz, proyecto del exlíder de Stone Giant, el argentino Sebastián Fernández. Con Jack White, los primeros Black Keys, Gary Clark Jr y todo artista que mire con adoración el costado más greñudo y valvular de los 70 como referencias, los tres singles publicados hasta ahora (más una versión acústica de «Purify My Soul») coinciden en su esencia rutera, el riguroso inglés en las letras y una producción detallista. Si bien Fernández (que se presentó con su grupo anterior en festivales como el Lollapalooza o el Personal Fest) es quien compone y toma todas las decisiones, lo acompañan en esta aventura su excompañero Pepe Hidalgo en la batería y Pablo Della Bella, bajista de Ricky Martin. Queda la promesa del disco full para los próximos meses.

Daniel, Me Estás Matando

Daniel, Me Estás Matando
Daniel, Me Estás Matando

«Los reyes del bolero-glam», se autodefinen Daniel Zepeda e Iván de la Rioja, integrantes de Daniel, Me Estás Matando. Este dúo radicado en la Ciudad de México se conformó en 2018 en torno a sus influencias románticas clásicas (con Los Panchos, Los Ángeles Negros y José José a la cabeza) y pronto encontró su sonido distintivo combinando aquellas estructuras melódicas con sintetizadores, samplers y otros instrumentos «modernos». Como una vuelta de tuerca extra al rescate contemporáneo de la canción de amor de antaño (aparece en la obra reciente de Mon Laferte, Ile, Natalia Lafourcade y tantos otros, y hasta Poli y Prietto grabaron sus boleros y canciones hace dos años), su música coquetea con el kitsch pero no termina de abrazarlo: lo suyo es, más bien, una especie de hipérbole sentimental que se divierte eludiendo todo dogma. Lanzaron su álbum debut, Suspiros, en 2019 y ya llevan ¡diez! singles editados este año, algunos de los cuales integrarán su inminente segundo trabajo: Grandes Éxitos del Boleroglam, Vol.1.

Fenne Lily

Fenne Lily
Fenne Lily

«Berlin» fue uno de los adelantos de BREACH, el segundo álbum de Fenne Lily, lanzado hace apenas semanas. En poco menos de cuatro minutos, esta canción sintetiza el espíritu de esta artista británica de 23 años mejor que cualquier intento de descripción verbal: su secreto es la melancolía pero no necesariamente la tristeza, su voz susurrada de alguna manera conserva la aspereza y jamás se regocija en lo que se suele señalar como «sensibilidad» cuando se presenta a artistas femeninas. Por el contrario, agradece las referencias a Laura Marling y Joni Mitchell pero intenta despegarse del mote de «cantautora»,y de hecho, lo hace con una pátina de rock alternativo noventoso confirmada por el ingeniero de sonido de este nuevo trabajo: nada menos que Steve Albini, el mismo de In Utero de Nirvana (1993). Su música es profunda pero no pretenciosa, toda una búsqueda de identidad a años luz de la frivolidad que la maquinaria de la música intenta atribuirle a sus veintipocos años.

Fin del Mundo

Fin del Mundo
Fin del Mundo

Este cuarteto está radicado en Buenos Aires pero tiene raíces patagónicas que se traslucen en la desolación, el gris y la contemplación de su primer EP homónimo, editado en abril de este año. Su música es un post-rock que no comulga a pleno con el estereotipo del género: lejos de los largos pasajes instrumentales sin rumbo, su espacialidad se aplica a canciones de tres, cuatro o cinco minutos, que en algunos casos hasta abren el juego a influencias fuera de registro (a «La distancia» se le nota The Cure y el dream-pop, por ejemplo) y tienen letra (una de ellas, «La noche», es un fragmento de Árbol de Diana, de Alejandra Pizarnik). Colchones de voces etéreas que se entrecruzan con arpegios de guitarra limpia que, a su vez, descansan en crescendos de la rítmica mientras la base se asoma y aporta seguridad: lo que parece una construcción compleja, en realidad fluye sin esfuerzo.

Fontaines D.C.

Esa especie que alguna vez dominó el mundo conocida como «rock de guitarras» pasó los últimos veinte años autoexplorándose para encontrar posibles salvadores, algunos de los cuales cumplieron con las expectativas (para luego, en más de un caso, dejar de hacer rock de guitarras) y otros tantos simplemente languidecen en las páginas amarillentas de las revistas del altillo. Junto con Idles y Shame, los Fontaines D.C. son la última encarnación del paladín que viene a rescatar a la población púber enojada con la infalible combinación de ruido y poesía. Su fuente de inspiración más obvia es el post punk: la voz cavernosa y desganada del cantante Grian Chatten tiene como obvia referencia a Ian Curtis de Joy Division, aunque en su música también conviven otros hitos de la época como Mark E. Smith y sus compatriotas de The Pogues. De hecho Irlanda, y más precisamente su Dublin natal, es el epicentro de Dogrel, su celebrado debut de 2019: la alienación de la juventud urbana en estos tiempos pre apocalípticos engendró un disco oscuro y ríspido que tuvo en el reciente A Hero’s Death una secuela concebida, ya no desde la desesperanza, sino desde las preguntas que dispara la popularidad.

keshi

Keshi
Keshi

La entrada de keshi (nombre real: Casey Luong) al mundo de la música se da de un modo casi telenovelesco: chico nacido en Texas, hijo de inmigrantes vietnamitas, se interesa por la guitarra a los trece años y demuestra talento, pero sus padres -criados a la vieja usanza- le prohíben seguir su llamado vocacional y lo obligan a seguir una carrera más «estable», que en este caso es la enfermería. Así, entre guardias, el joven sigue haciendo en forma casera sus tracks de hip hop lo-fi (ese tan de moda por estos tiempos en YouTube: el de los videos de diez horas seguidas de «chill study music» genérica) a la espera de ser descubierto. Un par de años después, su tema «Like I Need You» supera los 36 millones de reproducciones en YouTube y su más reciente lanzamiento («Drunk») va por el mismo camino. Su concepción intimista del R&B y el hip hop y su sonido inconfundiblemente casero lo acercan a los climas del llamado bedroom pop (adolescentes que componen y graban en sus cuartos, susurrando como si no quisieran molestar a sus padres) y lo ubican en un extraño limbo entre la sensualidad y la frialdad que, en síntesis, sería la clave de su misterio.

Las Historias

Las Historias
Las Historias

Sosteniendo bien altas las banderas de Black Sabbath y Electric Wizard, el trío cordobés Las Historias ofrece en su debut homónimo (editado hace un par de meses) una bruma de psicodelia pesada ideal para musicalizar esa incertidumbre entre surrealista y deprimente que 2020 nos viene regalando. Es crucial el equilibrio entre sus dos evidentes amores: la zapada y el riff concreto y golpeador. La interacción entre esas dos fuerzas es el motor de la mencionada nebulosa que hipnotiza y a la vez inflama. Los experimentos del Jimi Hendrix más cósmico, el blues entendido como punto de partida de un viaje que sabe Satán dónde terminará, el culto a los 70 y su sonido valvular, el cine clase B, el fuzz, el wah wah, la mezcla y masterización del ex Natas Álvaro Villagra, la edición en vinilo de colores… todo lo que tiene que estar, está. Y la comunidad internacional del psych-doom -siempre atenta y fiel- lo está sabiendo apreciar.

Jet Nebula

Jet Nebula
Jet Nebula

«UFO», «Cosmos», el disco Contacto (2020) y el nombre de un oscuro personaje del universo extendido de Star Wars: los mexicanos de Jet Nebula tienen la marca del sci-fi en el orillo, pero la abordan desde la más absoluta irreverencia. Lo suyo, dicen, es neo-psicodelia, pero limitarlos a eso sería -por ejemplo- ningunearles el componente funky, que incluso en largas composiciones instrumentales los hace sonar nocturnos y físicos, como una especie de Illya Kuryaki más desestructurados. «Allá» los encuentra jugando con el synth y el retrowave, en «Cosmos» hacen lo propio con el lounge retrofuturista setentoso y en «UFO» colaboran con el rapero Kid Pistola y la mención a sus compatriotas de Plastilina Mosh se hace inevitable. Una locura que promete.

Fuente: La Nación