De cantar el himno en la facultad a presentarse ante un millón de personas, el Coro Kennedy cumple cuatro décadas convertido en un clásico musical

En agosto recibió un reconocimiento de la Cámara de Diputados de la Nación y el martes recibirá otro, de la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires, donde ofrecerá un concierto junto a artistas argentinos y al primer cantante de AC/DC

Hay un aniversario redondo, que son sus cuarenta años, y, sobre todo, una trayectoria que se ha construido por un camino paralelo al negocio de la música. El Coro Kennedy fue por las causas solidarias, por construir repertorio de música popular, por aggiornarlos en espectáculos con puestas en escena. De ese modo recorrió cuatro décadas. De ahí que en agosto último el Coro Kennedy recibiera un reconocimiento de la Cámara de Diputados de La Nación y el martes recibirá otro en el Salón Dorado de la Legislatura porteña, donde además se ofrecerá el espectáculo Cruzando fronteras, con la participación de los cantantes invitados Guillermo Guido, Manuela Bravo y Nancy Anka. Y la curiosidad, porque este coro es una caja de sorpresas, es que también estará como invitado el primer cantante de AC/DC, Dave Evans (amigo del director del coro).

Los inicios fueron bien sencillos. Raúl Fritzche, su director desde el primer día, era un veinteañero que estudiaba en la Universidad Kennedy. “Me convocaron las autoridades porque sabían que yo estudiaba música. Me preguntaron si me animaba a armar un coro. Al principio fue con estudiantes. Lo primero que cantamos fue el Himno Nacional Argentino. Eran tantos los nervios que tenía ese pibe de 22 años que comenzamos en una tonalidad equivocada. Por suerte no me echaron -dice el director-. Ese día también cantamos ‘Gaudeamus igitur’, que se suele interpretar en las graduaciones”. En ese momento se llamaba Coro Polifónico de la Universidad Argentina John F. Kennedy.

El coro creció extramuros. De alumnos a familiares de alumnos. Y cuando se lo vio en sus primeras actuaciones televisivas se amplió de manera exponencial y llegó a tener más de 500 integrantes. “Desde sus inicios todo se fue dando con gente que tenía ganas de cantar”, explica el director, que no debió recurrir a cantantes profesionales para seguir adelante con el proyecto, más allá de muchos solistas con los que ha trabajado el coro. Lo vocacional por sobre lo profesional siempre estuvo en el espíritu de la agrupación. “Siempre tuvimos gente muy capaz, pero desde lo vocacional”, aclara.

40 Aniversario del Coro Kennedy. 10-11-22
40 Aniversario del Coro Kennedy. 10-11-22

La tarea no es sencilla cuando el coro asume compromisos y demanda de los coreutas un compromiso, al que hay que responder (funciones a beneficio, nuevos espectáculos, viajes). “Es una pareja. Para esto se necesitan dos. Un días nos invitan a cantar a un lugar. Lo primero que digo es sí. Después les pregunto a los chicos y la mayoría levanta la mano. Pero, a lo mejor, tres días antes a algunos les surgen otras cosas. Y como no hay un compromiso contractual, se hace cuesta arriba. Pero siempre se llega a buen puerto.”

Cuatro momentos

La vida artística del coro, en las últimas cuatro décadas, incluye giras por países de América Latina y Europa, escenarios compartidos con los artistas más diversos (de Mercedes Sosa y los Chalchaleros a Ricky Martin y Ricardo Montaner) y su participación en causas sociales. Desde campañas de lucha contra el SIDA, manifestaciones por los Derechos del Niño que organizó Unicef, apoyo a la carpa blanca de los maestros, actividades para la Madres de Plaza de Mayo, o para familiares de las víctimas del atentado a la AMIA y Madres del Dolor.

Su tuviera que elegir cuatro momentos a modo de síntesis de esos cuarenta años, Fritzsche menciona estos. “El primero te diría que fue conocer a Margarita Barrientos a través de Juan Carr. En ese momento, Margarita estaba en el mismo lugar de ahora, pero solo tenía una olla grande [en su comedor social de Los Piletones]. El coro te ayuda, le dijimos. Fuimos los primeros que nos acercamos cruzando charcos y barro y eso nos permitió entender que el esqueleto del Coro Kennedy, o su columna vertebral es la solidaridad. A partir de eso no paramos nunca más”.

¿Pudieron lidiar con lo político, que tantas veces aparece? “Dejamos de ayudar a Margarita el día que la política se metió ahí. Me pasó lo mismo con la segunda marcha de [Juan Carlos] Blumberg. La primera, que pongo como uno de esos cuatro momentos del Coro, fue glorioso. Cantamos para casi un millón de personas en la plaza Congreso, donde pedimos por su hijo [Axel] y por seguridad. Pero en la segunda, cuando la cosa se puso un poco gris, dijimos: ‘hasta aquí llegamos’. Cuando aparece la política nos corremos. En cualquier causa solidaria o pedido de justicia hemos estado. Incluso, cuando se quería llamar a los medios, antes se llamaba al Coro Kennedy. Porque estábamos nosotros, en la década del 90, de mucho auge del coro, venían los noticieros. Íbamos nosotros y detrás venían las cámaras.

Coro Kennedy, con una producción que aumentó con el paso de los años
Coro Kennedy, con una producción que aumentó con el paso de los años

Otro de los hitos fue el disco para los inundados de las provincias de Chaco y Corrientes. Para esa producción el coro convocó a 75 artistas. Juntos cantaron el tema que Fritzsche escribió especialmente, “El día después”. “Y quizás el cuarto fue la oportunidad de ir a Europa con una agrupación del Coro Kennedy llamada Choral Beatles, dedica al repertorio de los Beatles en versiones new age. Insólitamente la estrenamos en España y el material le llegó a Paul McCartney.”

El repertorio fue de los típicos programas corales a capella a incorporar otros recursos. “Algunos artistas nos llamaban. Adaptamos canciones del repertorio popular. Luego incorporamos teatro negro, lenguaje de señas, comedia musical. Fue mutando de coro a coro-show. En las primeras actuaciones del coro venía los padres o los tíos. Eran siempre las mimas personas. A medida que incorporamos estas estructuras que nadie en el mundo coral había hecho, comenzamos a tener teatros llenos, gracias a desacartonar la actividad coral.”

Ley de coros

Actualmente el coro tiene 200 integrantes. Por sus filas pasaron, en cuatro décadas, unas diez mil personas. El número redondo de su aniversario propicio los reconocimientos legislativos que este año reciben. Y eso coincide con la sanción, el 3 de noviembre último, en la Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, de la Ley de Promoción y Desarrollo de la Actividad Coral. En las palabras de Roy Cortina, el legislador que impulsó el proyecto, “la sanción de esta ley representa un antes y un después para el canto coral, no solamente en la Ciudad sino también en Argentina. Es un reconocimiento para quienes se apasionan y llevan adelante el día a día de esta disciplina. Su implementación va a permitir potenciar el trabajo de las agrupaciones corales, así como su difusión en festivales musicales y eventos culturales”.

La Ley establece una serie de herramientas para lograr el objetivo de promover el canto coral en la Ciudad. Principalmente, habilita un registro de coros porteños, impulsa la incorporación de grupos corales en festivales musicales organizados por el Gobierno de la Ciudad y promueve la generación de instancias de formación coral, de concursos y certámenes.

“Es una maravilla para esta actividad -asegura Fritzsche-. Y también para que la gente entienda algo: a nivel numérico, la actividad coral es tan grande como el fútbol porque a diez cuadras a la redonda de donde estés en la ciudad vas a encontrar coros de colegios, de iglesias o de un geriátrico. Es impresionante la cantidad de gente que canta en coros. Darle forma a esta actividad nos va a ayudar muchísimo. No sé si influirá en cuestiones musicales específicamente, pero sí en darle presencia y darle esencia. Esto parece una actividad totalmente vocacional. Pero hay mucha gente detrás que trabaja para esto, como directores de coros o músicos. La mayoría de las actividades son gratuitas, pero esta ley también da entidad a todas aquellas personas que queremos tener como forma de vida a la actividad coral”.

Fuente: La Nación