Diez documentales argentinos para descubrir en Cine.Ar

MIRÁ LOS VIDEOS. Novias, madrinas 15 años de Diego y Pablo Levy, una mirada al micromundo de los comercios del Once

Una mirada, una lupa, una ventana o, como los definió John Grierson, considerado el fundador del movimiento documental británico, «el tratamiento creativo de la actualidad». Los documentales son la posibilidad de transitar la realidad -circundante o lejana, propia o ajena- siguiendo el recorrido ideado por un tercero y observando a través de sus ojos lo que éste propone. Pero luego debe producirse un movimiento. Un desplazamiento que ya es propio de cada espectador y que da cuenta de que algo en su consciencia fue alterado.

Cinear Play cuenta en su amplio catálogo con varios documentales argentinos que se pueden ver de forma totalmente gratuita. Aquí, títulos imperdibles disponibles en la plataforma de streaming del INCAA:


Los Knacks: déjame en el pasado

Los Knacks: Déjame en el pasado, de Mariano y Gabriel Nesci (2018): Los Knacks son uno de los secretos mejor guardados del rock argentino. Hijos de la beatlemanía surgida a principios de los 60 e influidos por bandas como The Kinks o The Hollies, cantaban en inglés y conocieron un breve período de modesto éxito, con actuaciones en televisión y como grupo soporte en estadios. Poco después de grabar para Phillips una versión en castellano de «Yellow Submarine» -la primera del tema editada en el país- fueron fichados por la discográfica EMI Odeón. Pero con tal mala suerte que, poco después de grabar su primer EP, asumió el poder Juan Carlos Onganía, quien prohibió a los artistas argentinos cantar en inglés, pulverizando su incipiente carrera. Cuatro décadas después volvieron a intentarlo. Pero claro: pasados los sesenta años y con ciática, ya no es tan fácil andar cargando equipos y trasnochar para tocar a las seis de la mañana. La película de los hermanos Mariano y Gabriel Nesci (director de Todos contra Juan y películas como Días de vinilo) sigue a Los Knacks por salas de ensayo, restaurantes y pubs en su conmovedor esfuerzo por darle rewind a su pasado.

Teatro de Guerra (Theatre of War) – TRAILER from Compañía de Cine on Vimeo.

Teatro de guerra, de Lola Arias (2018): en su ópera prima, la escritora, actriz y directora teatral Lola Arias hace hablar a seis veteranos de Malvinas -tres argentinos y tres ingleses- acerca de sus experiencias en tiempos de guerra y posguerra, haciéndolos actuar sus propios recuerdos en el marco de una puesta en escena que tiene mucho de teatral. Un comedor, una pileta o una discoteca sirven de marco para sus testimonios porque, a fin de cuentas, la pregunta que recorre esta original película tiene que ver con la representación: ¿cómo mostrar la guerra? Parte de un proyecto que comenzó en 2013 con una videoinstalación y siguió con la obra teatral Campo minado, el documental de Arias sorprende por su voluntad lúdica de tender puentes entre las víctimas de una disputa geopolítica que sigue abierta.

Escuela trashumante, de Alejandro Vagnenkos (2017): Alejandro Vagnenkos se centra en la historia de un grupo de maestros rurales que a principios de los 80 decidieron revertir el triste registro de la escuela número 6 de Huncal, en la provincia de Neuquén, de la que no había egresado ningún chico desde 1911. Estos entonces jóvenes maestros descubrieron que el ausentismo se debía a que el calendario escolar no se adaptaba al sistema productivo ancestral de la comunidad mapuche, que debía moverse junto a sus chivos de acuerdo a las necesidades de pastoreo. Es así que decidieron desdoblar la escuela en dos sedes, Huncal y Cajón Chico, de modo de que niños y adultos pudieran tener clases durante todo el año. De repente, los alumnos no sólo aprendían, sino que también egresaban. Uno de los mayores méritos de la película es ofrecer una aproximación genuina y sobria al trabajo de los maestros rurales, entendiendo que su labor no necesita de subrayados, sino nada más ser mostrada.

Damiana Kryygi, de Alejandro Fernández Mouján (2015): Sólo dos fotos dan testimonio del paso de Damiana Kryygi por este mundo: la que le sacaron los colonos blancos que la tomaron como botín a los tres años tras masacrar a su familia en la selva paraguaya, en 1896, y la que le hizo unos diez años después un antropólogo alemán, quien la hizo posar desnuda frente a su cámara cuando ésta tenía apenas 14 años. Las dos tienen en común la tristeza abrumadora en la mirada de esta niña aché, de cuya existencia también dan cuenta sus huesos, hallados por casualidad en el Museo de La Plata en 2007, y su cráneo, encontrado poco después en el Hospital Charité de Berlín, al que había sido enviado como «gentileza» a la Sociedad Antropológica de la capital alemana. El director Alejandro Fernández Mouján recompone la identidad desmembrada de Damiana, a la vez que documenta la restitución de sus restos a los aché más de un siglo después. De esta forma, su sensible película se mueve a través de las décadas con la certeza de que las ramificaciones de la barbarie de antaño siguen abonando el presente.

Fausto también, de Juan Manuel Repetto (2015): este documental no gira sólo en torno a la hazaña de Fausto Celave, quien se convirtió en el primer joven con un trastorno del espectro autista (TEA) en estudiar en una universidad pública argentina (más concretamente, informática en la ciudad de La Plata). Es también una reflexión acerca de un sistema educativo que no está preparado para acoger a todos los chicos por igual y el retrato conmovedor de un joven, su familia y un grupo de terapeutas y docentes dispuestos a derribar barreras y abrir camino. Filmada en 2013 en la ciudad de La Plata, cuando Fausto preparaba su curso de ingreso, la ópera prima de Juan Manuel Repetto es el registro vívido de que el médico que le dijo a la madre de Fausto cuando éste tenía dos años que no iba a haber nunca diferencia entre su hijo y una mesa-como ella misma recuerda en el documental- estaba más que equivocado.

Guido Models, de Julieta Sans (2015): el modelaje es un dispositivo de venta, ¿y qué se puede vender, más que una ilusión, cuando no hay un peso? Eso es lo que intentó al menos durante un tiempo y sin ánimo de lucro Guido Fuentes, un inmigrante boliviano de la Villa 31 que creó su propia agencia de modelos, Guido Models, con el autoproclamado propósito de darles a las jovencitas del barrio «una mano para que puedan cambiar su mentalidad y sentirse orgullosas de donde salen». Ver a las chicas de Guido hacer equilibrio en tacos aguja por las veredas rotas o desfilar sus diseños entre los puestos de la feria local es una invitación a reflexionar acerca del verdadero significado de palabras como autoafirmación y empoderamiento. Porque más allá del trágico final de Fuentes (encontrado muerto en su vivienda a principios de 2018), mientras vivió luchó por promover la integración tanto dentro como fuera de los límites del barrio.

El color que cayó del cielo, de Sergio Wolf (2014): según un cuento del pueblo indígena mocoví, una vez el sol se cayó a la tierra y un guerrero corrió a amarrarlo al firmamento. Pero se volvió a caer por segunda vez, creando a su alrededor ríos de fuego. La leyenda parece dar cuenta de la lluvia de meteoritos metálicos que cayó hace unos 4.000 años cerca de Gancedo, en el sur de la provincia de Chaco, al límite con Santiago del Estero. Allí se encuentra la zona conocida como Campo del Cielo donde, cada tanto, aún son hallados algunos tesoros galácticos de aquel impacto. Hasta ahí viaja Sergio Wolf para su investigación, pero también a Estados Unidos, donde se entrevista con el geólogo William Cassidy, uno de los primeros en estudiar la zona en los años 60, y con Robert Haag, un traficante de meteoritos que estuvo preso en Argentina por intentar robarse uno de ellos. De esta forma, El color que cayó del cielo puede leerse como una película de aventuras pero también como un catálogo de obsesiones, en el que caben tanto un científico aplicado y un comerciante inescrupuloso como un cineasta cautivado por estos fragmentos celestes.

Novias, madrinas, 15 años, de Diego y Pablo Levy (2012): los hermanos Diego y Pablo Levy encontraron en la sedería de su padre, «El Negro» Levy, un microcosmos digno de ser retratado: el de los vendedores de telas del barrio de Once. Desde Pablo, un viudo religioso que asegura atender con «voluntad y alegría» hasta Ricardo, que le prende fuego a pequeños trocitos de tela para demostrarle a sus clientas que si chorrea es seda, este divertido documental reúne a una serie de personajes entrañables que merecían ser rescatados. Al igual que el histriónico Andrés, que barre el negocio cantando, los vendedores de la sedería Kreal llevan ahí más de 20 años. Un tiempo suficiente para dominar con maestría los gestos estudiados y los discursos galantes con los que convencen a sus clientas y que los hermanos Levy lograron captar con gran habilidad.

La peli de Batato, de Peter Pank y Goyo Anchou (2011): la temprana muerte de Walter «Batato» Barea a los 30 años lo convirtió quizá en una de las figuras más trágicas del under porteño de los 80. Si bien se definía a sí mismo como «clown travesti», también tenía «muy habitado el pabellón de la poesía», como explica en la película el poeta Fernando Noy. Batato deslumbraba al público con sus anárquicas performances en lugares como el Centro Cultural Rojas o el Parakultural. Peter Pank, codirector de La peli de Batato y testigo activo de esa época, logró contar para su trabajo con un material invaluable, integrado por decenas de videos caseros que le legó el performer y una entrevista que él mismo le hizo poco antes de su muerte. El documental se completa con los relatos de Alejandro Urdapilleta y Humberto Tortonese, con quienes conformó un trío actoral inolvidable, y otros protagonistas de esos años, como Karina K, Divina Gloria, Tino Tinto o Doris Night. Relatos de una visceralidad sorprendente, la misma con la que Batato se apropiaba del escenario.

Orquesta roja, de Nicolás Herzog (2009): Grande fue la sorpresa de los argentinos cuando, en medio de los cortes de rutas que anticipaban la debacle de fines de 2001, tres encapuchados anunciaron el 5 de abril de 2000 frente a las cámaras de Crónica TV y los micrófonos de Radio 10 que la lucha armada volvía a la Argentina. El autoproclamado «Comando Sabino Navarro» afirmaba estar entrenando a decenas de milicianos en el monte entrerriano y mantener contactos con las FARC y el subcomandante Marcos. Poco después quedó claro que no se trataba más que de una operación mediática, filmada entre las ruinas de la mansión del Parque San Carlos, a sólo cinco minutos del centro de Concordia, con el fin de llamar la atención sobre los reclamos de los movimientos de desocupados de la provincia. Herzog reunió para su atrapante documental los testimonios de los autores de esta opereta, de los periodistas a los que les tocó cubrir la noticia y hasta del entonces ministro del Interior, el radical Federico Storani, los cuales combinó con material de archivo y la reconstrucción de los hechos por parte de sus protagonistas.

Fuente: Astrid Riehn, La Nación