Efecto Greta: la lucha de la generación de los nativos ambientales

En agosto del año pasado, cuando Greta Thunberg se sentó frente al parlamento sueco, con sus trenzas de niña terrible y su cartel de «huelga escolar por el clima», Bruno Rodríguez todavía cursaba el último año del secundario en la escuela ORT de Almagro. Mercedes Pombo estaba a mitad del CBC y era una de las chicas glitter que militaba la legalización del aborto. Greta Thunberg al lado de Bruno Rodríguez.

Ezequiel Martinengo, de 17, era un intenso booktuber. Y Tinkay Pérez, de 15 años, jamás había adherido a una huelga, y menos por el medio ambiente. «Hasta el año pasado, el cambio climático para nosotros era un problema lejano, abstracto, la lucha por un oso que vivía a miles de kilómetros. Todo eso cambió. Ahora entendemos que es algo que nos está pasando a nosotros. Y es ahora o nunca para hacer un cambio», asegura Nicole Becker, de 18.

La vida de todos ellos, y la de muchos chicos de su edad, cambió radicalmente en apenas un año. En ese tiempo, Greta pasó de ser una niña en huelga utópica a movilizar a millones de personas en todo el mundo. Los jóvenes argentinos crecieron al ritmo de Greta. En este año, de un plumazo se sacudieron la inocencia centennial y con el rugido de un león se pusieron al hombro una lucha que parecía perdida. Algunos se volvieron veganos. Otros, abandonaron, sin lamentos, el consumo de plásticos y descartables. Copa menstrual, cepillo de dientes de bambú, servilletas de tela, botella a todos lados. No más bebidas embotelladas. Ni helados, ni pulóveres de lana que impliquen insumos de origen animal. Esos cambios que para otras generaciones llevan años de deconstrucción, en ellos ocurrieron en cuestión de días. Y los nuevos hábitos se quedaron en su nueva vida. Los padres los miran entre el asombro, orgullo y desconcierto. Algunos, hasta con preocupación. Todo cambió para esta nueva generación de militantes verdes.

Ellos encarnan un nuevo tipo de activismo, político pero apartidario. Global. Son nativos ambientales. Crecieron en hogares donde se reciclaban los residuos y se cuidaba el agua. Pero ahora, en esta última etapa, acaban de tomar conciencia de que con eso no alcanza. Que quedan muy pocos años para estar a tiempo de revertir o frenar los efectos del cambio climático y están decididos a actuar. Para ellos, el cambio climático ya no es una cuestión de fe. O un problema de generaciones futuras. Es algo que les toca a ellos y se pusieron en la brecha. No hay tiempo. Entonces les agarra una indignación sin resignación. Hay que hacer algo ya y se va a poder

Bruno, de Paternal a Nueva York

Bruno Rodríguez tiene 18 años y está viviendo un sueño impensado. No solo fue elegido por los organizadores de la Cumbre del Clima en Nueva York, entre los 100 adolescentes que participan del encuentro de jóvenes, de entre 7000 postulantes, sino que además lo eligieron para ser el segundo orador, después de Greta. «Hace tres días que no duermo», contó ansioso a LA NACION, un día antes de viajar. Bruno estudia ciencia política y es egresado de la ORT. Se crió en La Paternal. Su papá en ingeniero en sistemas y trabaja en Techint y su mamá en Telefónica. Hace un año y medio su inquietud lo llevó a los encuentros de Amnistía Internacional. Participó de distintos proyectos vinculados a derechos humanos, derechos sexuales y reproductivos, acceso a la información, hasta que en febrero leyó un tuit del director mundial de la organización, hablando del movimiento de Greta y supo que esa era su causa. En cuestión de minutos se zambulló en el tema, se descargó el informe del IPCC, lo leyó completo y entendió que esta también era una lucha política. No partidaria, pero política al fin. Y que le tocaba a su generación hacer algo. Fue en febrero de este año, cuando comenzaron las primeras marchas mundiales. Y desde ese día no paró. Organizó junto a otros compañeros la versión local del movimiento de Greta, que se llama Friday For Future y que ellos bautizaron Jóvenes por el Clima.

Bruno Rodríguez
Bruno Rodríguez Crédito: Amnistía Internacional

«Quisimos darle la característica local, para reflejar la lucha que nos toca desde nuestro país», dice. Los cambios llegaron pronto. Se hizo vegetariano, decidió comprometerse a fondo con la lucha contra el plástico. «Pero estoy convencido de que esos son cambios que tienen que llegar pero solos no alcanzan. El cambio tiene que ser sistémico», dice. Además su vida cambió. Empezó a participar de encuentros con funcionarios nacionales, de organismos intenacionales y tomó como cruzada propia la declaración de la emergencia climática. Para eso, empezó a reunirse con adolescentes de otras organizaciones con senadores. Se indignó al enterarse que en dos años casi no habían tenido reuniones la comisión de ambiente por la falta de quórum y el día que el proyecto de emergencia climática llegó al recinto, se encargó de perseguir a los senadores que habían hablado a favor del proyecto pero pensaban votar en contra. «Esto es hipocresía política. Nos dicen que somos el futuro pero no nos están dejando futuro. Sean coherentes, por favor», les reclamó en los pasillos del Congreso. Finalmente se logró lo que parecía imposible: el Senado votó la emergencia climática y Argentina se convirtió en el cuarto país del mundo en hacerlo, a pedido de los adolescentes.

Tinkay (15) ser vegana en una familia con carnicería

Tinkay Perez tiene 15 años y nació en La Boca. A los 8 años, decidió hacerse vegetariana, «porque no me gusta de donde viene la carne», dice. Pero este año, cuando tomó contacto con la lucha de Greta decidió subir la apuesta. Y se hizo vegana. Su papá la apoyó, aunque él no lo es, siempre le inculcó la comida naturista. Pero para su mamá fue más difícil ya que viene de una familia dueña de una carnicería. Y dos por tres se ven envueltas en discusiones sobre las proteínas.

Tinkay Pérez, de 15 años
Tinkay Pérez, de 15 años Fuente: LA NACION – Crédito: Rodrigo Néspolo

«Cuando me enteré de la marcha de mayo último, unos chicos de mi colegio, la Técnica Maipú, de Barracas, iban y yo me sumé. Después, empecé a conocer gente y me enganché con los chicos de Friday For Future», cuenta el jueves por la tarde mientras prepara los barbijos con el dibujo de un planeta, que están confeccionando y pintando en un taller, junto a otros chicos de este movimiento, para repartir en la marcha del viernes próximo, ya que en el país la huelga estudiantil fue convocada para esta semana, en la Plaza de Mayo. Tinkay está en tercer año y como los encuentros de FFF son los viernes a la tarde, cada semana se ve en el dilema entre faltar a clase o llegar una hora y media tarde. «Lo que pasa es que lo que estoy aprendiendo en estos encuentros vale la pena. En casa, a veces es tema de discusión, pero bueno, trato de manejarlo sin perderme ni una cosa ni otra», explica.

Mercedes (19) Del glitter al cambio climático

Mercedes Pombo tiene 19 años y es egresada del Nacional Buenos Aires. El año pasado hizo el CBC y este año comenzó Filosofía. También ella participaba de los encuentros de Amnistía Internacional y estaba involucrada en el debate del aborto, cuando se topó con la causa del cambio climático y se reenfocó. «Es una cuestión de derechos humanos, no sólo ambiental. Los científicos ya hablaron. Nuestra función es generar la presión social para que la dirigencia política tome las decisiones que tiene que tomar», dice.

Mercedes Pombo, de 19 años
Mercedes Pombo, de 19 años Fuente: LA NACION – Crédito: Rodrigo Néspolo

Desde que Mercedes era chica, le preocupaban temas como el glifosato. «¿Cómo puede ser que el Estado mire para otro lado cuando se envenena a la población? ¿Y el Riachuelo? ¿Y los derechos de los que viven en la cuenca? A nadie le importa porque no trae un rédito político a corto plazo. Pero ahora nos metimos nosotros. No estamos esperando a que vengan otros. No podemos dejarle esto a la próxima generación, porque no sabemos si va a existir», dice.

Y hace las cuentas. Esos famosos 11 años que quedan para hacer algo antes de que no se pueda hacer nada, la van a encontrar a ella con 30 años. Es decir que si tiene hijos, ellos ya no van a tener opción. «El activismo y la militancia pueden generar una transformación. Claro que hice cambios de hábitos en lo personal. Como no comer carne o no consumir plástico. Pero si no se enfoca desde un cambio del sistema, no sirve. Es más, hasta genera un lavado de manos social. Se vuelve elitista, porque volverse vegano o no utilizar descartables y reemplazarlos por otros productos es una opción que no está disponible para los sectores de menores recursos. Ser vegano y comer equilibrado es más caro. El cambio tiene que ser mayor que eso», dice.

Mercedes se sumó a los Jóvenes por el Clima desde el inicio. Y también ella participó de una serie de encuentros con el secretario de Ambiente, Sergio Bergman y con funcionarios del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) para poner en agenda el tema. También en encuentros con senadores. Y hasta fue invitada por la provincia de San Luis. «Nos escuchan y respetan. A la hora de los cambios, no sé si los funcionarios se llegan a dar cuenta de que no somos sólo adolescentes. Que nosotros vamos en serio», dice.

Ezequiel (18) El booktuber que se reinventó

Ezequiel Martinengo tiene 18 años y sabía poco del cambio climático hasta que vio un video de las movilizaciones de Greta. Hasta ese momento, él era un activo booktuber, un youtuber que publicaba contenido sobre literatura. Esa era su pasión. Pero el impacto del discurso de Greta en su charla TED y la contundencia de un mensaje tan sencillo y directo, lo transformó. «Hay que hacerlo ahora», dijo. Le había entrado la urgencia. Se juntó con otros chicos y formaron la otra versión local del movimiento. Ellos se llaman Friday For Future. Todos los viernes se reúnen en Plaza de Mayo, bajo la Pirámide para trabajar. Armaron comisiones, organizan movilizaciones, movidas en las redes y encuentros con funcionarios.

Ezequiel Martinengo tiene 18 años
Ezequiel Martinengo tiene 18 años Fuente: LA NACION – Crédito: Rodrigo Néspolo

«De pronto mi vida entera cambió en torno a eso. Mi canal de Youtube quedó casi abandonado. En mi casa, a veces les harta un poco, me dicen que me volví monotemático, pero es que en realidad me importa mucho», cuenta. Trata de hace otras actividades para conectarse con otras temáticas. Por ejemplo, los viernes después del encuentro con los chicos de FFF, se queda en Plaza de Mayo para colaborar con las cenas que organiza la Red Solidaria para personas en situación de calle. «Hasta el año pasado no me tomaba muy en serio la crisis climática, pero me llegó», dice.

«Antes, era algo demasiado lejano y Greta nos lo puso cercano. Una vez que abrí esa puerta, no se cierra más. Entablé debates copados con gente que piensa como nosotros y también con los que piensan todo lo contrario. Es importante escucharlos para entender como funciona la negación del tema», dice. También Ezequiel cambió hábitos. Se hizo vegetariano y eso aumentó la incomodidad con su entorno. «En los encuentros de los viernes armamos distintas comisiones y una es de la contraviolencia. La idea es evitar choques, tanto los que vengan de afuera como los que podamos generar nosotros desde nuestro planteo, para saber cómo manejarlos y evitarlos», dice.

Bautista (17) El chico que quiere vivir del sol

«Sólo cuando el último árbol esté muerto, el ultimo río esté envenenado y el último pez, atrapado nos vamos a dar cuenta el dinero no se puede comer». Bautista Chico tiene 17 años y está en el último año de la secundaria, en una escuela de Rosario, cerca de la villa El Triángulo. Recuerda esa frase que siempre le decía un profesor de Biología, del colegio al que iba antes, porque lo marcó. Desde hace dos años, tiene un panel solar en el techo de su casa, que es lo que le permite poder usar la computadora en su cuarto. «En 2016 viajé a Fontana, en Chaco a visitar a unos familiares. Allí, se cortaba la luz y tardaba mucho en volver. Se cortaba todo el tiempo. Empecé a buscar en internet y me interesé por la energía alternativa. Tenía un cargador solar para mi celular y era ilimitado y gratuito. Por eso decidí comprar uno para usar mi computadora. Y empecé a calcular cuántos paneles necesitamos para alimentar a todo el pueblo. Ahora tengo un proyecto. Quiero estudiar sistemas, ganar dinero y montar una planta de energía solar en Fontana Fue un desafío, matemático y social, pero creo que se puede resolver. Y es limpio y genera trabajo. Tenemos que pensar en ese sentido para lograr un cambio», dice.

Bautista Chico
Bautista Chico

Bautista habla con una sencillez y un compromiso que asombra. Se está preparando para dar una Charla TedxEd el próximo 11 de octubre, en su escuela. «El cambio, como el que propone Greta viene por pequeños cambios como este», apunta.

Nicole (18) «El cambio climático no es un oso lejano»

Nicole Becker tiene 18 años y los cambios que llegaron en su vida después de involucrarse en la lucha de Greta la hicieron hasta cambiar de carrera. Abandonó psicología para estudiar derecho. Su papá, que es abogado penalista se entusiasmó. Pero no, a Nicole le interesa el derecho internacional. Quiere trabajar en organismos internacionales y desde allí luchar contra el cambio climático.

Nicole Becker tiene 18 años
Nicole Becker tiene 18 años Fuente: LA NACION – Crédito: Rodrigo Néspolo

«Encontré muchos jóvenes que piensan así. Cuando empecé a leer, no entendía por qué en Europa había tantos chicos marchando por una causa que acá ni se conocía. Pero cuando leí el informe del IPCC entendí que el cambio climático no tenía que ver con un oso que vive en la otra punta del planeta sino conmigo», dice. Se enroló en Jóvenes por el Clima y participó de todos los encuentros con funcionarios.

«Es la primera vez que siento que desde nuestra juventud, y desde nuestra mirada descontaminada podemos hacer mucho. Me volví vegetariana, evito plásticos, uso servilletas de tela. Eso como punto de partida. Lo siguiente es hacer que quienes toman decisiones entiendan que ya no tienen más tiempo para seguir un camino equivocado», dice.Por: Evangelina Himitian