Se cumplieron 20 años del conmovedor encuentro de Los Beatles días antes de la muerte de Harrison. Risas, lágrimas, música y una amistad eterna

MIRÁ LOS VIDEOS. Fue el 12 de noviembre de 2001 en Nueva York y en el más absoluto secreto. Paul y Ringo visitaron a George, que tenía un cáncer terminal. Hubo música, anécdotas, emoción y la presencia de un médico cholulo. Dos semanas después, el guitarrista de los Fab 4 moría en la mansión de McCartney en Los Ángeles.

Era una cumbre. Una reunión de notables que, todos los participantes sabían, sería la última vez que se produciría. Debía manejarse en el mayor de los secretos. Nadie podía enterarse.

Paul tomó un avión desde Londres. Ringo ya estaba cerca, en Boston, y solía visitar a George. Cuando se encontraron se abrazaron y rieron, como si la distancia no hubiera existido. No estaban solos. Había familiares de George y su oncólogo, Gil Lederman. Estaba ahí, supuestamente, para actuar en caso de una descompensación súbita. Una suite de un lujoso hotel de Nueva York fue el lugar elegido para ese almuerzo. El último almuerzo que compartirían los tres.

Olivia Harrison, la esposa de George fue la que hizo los llamados. No tuvo que insistir ni explicar los motivos. Sólo decir una fecha y un horario. Ringo Starr y Paul McCartney aceptaron de inmediato. No miraron su agenda. El compromiso que tuvieran acordado de antes para ese día sería suspendido. La prioridad era encontrarse con su amigo.Durante la reunión de Paul, George y Ringo de 1994 hubo música y recuerdos.

El conmovedor encuentro de Los Beatles días antes de la muerte de Harrison:  risas, lágrimas y una amistad eterna - Infobae

Hacia un tiempo que a George Harrison le habían diagnosticado un cáncer de pulmón. Luego aparecieron metástasis en el cerebro. La enfermedad había avanzado y estragaba su cuerpo. Entró a grabar un disco final –que se publicaría como Brainwashed– y dejó sus cosas en orden. Y eso no se trataba sólo de papeles, cuentas, contratos y sociedades. Era, también, despedirse de sus amigos, reunirse con ellos, abrazarlos, verlos una vez más.

No era tan frecuente que los tres se reunieron a menos que tuvieran que tratar algún tema de negocios. Ringo se veía con los otros, más con George que con Paul. “Mientras John permanezca muerto, todo este asunto del regreso, de la reunión, será imposible”, respondía con sarcasmo cada vez que le preguntan por una posible vuelta de los Beatles. Ellos, que habían sido cuatro, ya no podían serlo. Eso no obstó que ante la insistencia de los demás, Harrison aceptara el proyecto multimedia de Anthology, las ediciones con material descartado y outtakes –más documental y libro acompañando- que salieron en 1995. Los Beatles batieron un nuevo récord con Anthology; llegaron tres veces en menos de doce meses con tres discos diferentes al número 1 del ranking. En ese documental los tres sobrevivientes compartieron pantalla (y tareas de difusión) con Yoko. Lo mismo ocurrió en 2007 cuando el Cirque Du Soleil hizo Love, el espectáculo basado en sus canciones. Ahí quedaban sólo dos. En las entrevistas Paul y Ringo compartieron el espacio con Yoko y con Olivia Harrison. Para AnthologyGeorge fue el gran defensor de la posición de no sacar material nuevo sin John. Por lo que se utilizó unas viejas pistas con su voz para que aparecieran Free as a Bird y Real Love.

Pero George no quería tener cuentas pendientes. Necesitaba ver a la gente que quería y con la que había vivido cosas importantes. Por eso propició un reencuentro con su hermana, de la que se había alejado hacía más de una década. A George, cultor del perfil bajo, no le habían gustado algunas declaraciones de ella sobre su pasado, sintió que quería usufructuar la condición beatle del hermano. Cuando John fue asesinado en diciembre de 1980. George se sintió muy mal. No sólo por la pérdida sino porque la relación entre ellos pasaba por un mal momento. John se había enojado porque creyó que no tenía un lugar central en I, Me, Mine, las memorias que el guitarrista había publicado poco antes y realizó declaraciones llenas de sarcasmo que molestaron a George. Ahora que quien se despedía era él necesitaba ver a Paul y Ringo y disfrutar de verse una vez más.

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Ringo, Paul y George en sus años Beatles. Después de la separación fueron pocas las veces en que se encontraron. La reunión final tuvo lugar el 12 de noviembre de 2001 (Getty Images)

En 1997, mientras se bañaba, George descubrió un pequeño bulto en su cuello. Tenía cáncer de garganta. Fue operado de inmediato. La recuperación fue rápida y con un excelente pronóstico. Cuando la noticia se filtró, él ya estaba recuperado. Culpó a su hábito de fumar durante años más de tres atados diarios de cigarrillos. Un día antes del cambio de milenio, un alienado intrusó su casa de Friars Park y lo acuchilló. Su gran temor de terminar como John se había hecho realidad. Olivia lo salvó de morir apuñalado. Pasó año nuevo internado. El atentado lo dejó débil. En marzo de 2001 le descubrieron cáncer en un pulmón. Lo operaron en Suiza. Allí inició un tratamiento. El pronóstico esta vez no era optimista. Al poco tiempo le descubrieron metástasis en el cerebro.

Junto a Olivia compró una mansión en Suiza cerca de la frontera con Italia, a orillas del lago de Lugano. No sólo estaba más cerca de la clínica en la que era tratado sino que le dejaba a su familia un domicilio fiscal menos riguroso en el cobro de impuestos.

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George Harrison quiso reunirse con sus ex compañeros antes de morir. Le pidió a su esposa que arreglara un encuentro a espaldas de la prensa (Getty Images)

En Suiza ya se veía que el panorama era muy desalentador. La ablación del pulmón no había solucionado las cosas. La enfermedad estaba avanzada. Creyeron que allí pasaría sus últimos días. Estaba muy enfermo. Eran muchos los días en que no podía levantarse de la cama. Su esposa y su hijo Dhani estaban siempre con él. Ringo también lo visitaba. Pero mientras estaba en Suiza, en la habitación de su amigo, un llamado trajo una noticia desgraciada. A Lee, la hija del baterista, le habían descubierto un tumor cerebral. Ringo debía partir, volver a cruzar el Atlántico. Antes de irse le contó a George la situación y se despidió de él. Se abrazaron en silencio, mientras lloraban. Cuando dejaba la habitación, escuchó la voz débil del amigo desde la cama: “¿Querés que te acompañe?”, le dijo y los dos rieron con dolor.

Al poco tiempo, a principios de noviembre de 2001, los Harrison viajaron a Estados Unidos persiguiendo la última esperanza. En el Hospital Universitario de Staten Island de Nueva York estaban probando un nuevo tratamiento que atacaba con radiación localizada sólo el sector del cerebro con células cancerosas sin afectar al resto. Hacia allí viajó George con su familia para ponerse en manos del doctor Gilbert Lederman, una eminencia.

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Brainwashed fue el disco póstumo de George Harrison. La mayoría de sus canciones las grabó con ayuda de su hijo Dhani y Jeff Lyne en sus últimos meses de vida

En ocasión de ese tratamiento se encontraron los tres Beatles sobrevivientes. Fue el 12 de noviembre de 2001 en un hotel de Manhattan con vista al Central Park.

No hacía falta hablar de la salud. El semblante de George Harrison era elocuente. La enfermedad hacía estragos. Estaba débil. La gravedad de su estado se traslucía en cada gesto apagado, en los movimientos poco fluidos, en la piel traslúcida, en las palabras que salían como un silbido tenue y ahogado. Pero no se mencionaron diagnósticos, estudios ni terapias.

Los demás se fueron yendo. Sólo quedaron los tres músicos y el doctor, un intruso matriculado en medio de gigantes. Era testigo de un momento histórico: era la última vez que tres Beatles estarían juntos.

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Olivia y Goerge Harrison. Ella lo acompañó hasta el final. En 1999 cuando sufrió el ataque de un alienado en su mansión, Olivia salvó a su marido de morir acuchillado (Photo by Dave Hogan/Hulton Archive/Getty Images)

Tiempo después, él fue el que narró los sucesos de esa tarde. Gil Lederman afirmó que no fue una velada triste ni repleta de lágrimas. Al contrario. Todos rieron y recordaron viejas anécdotas. George, entre risas, reprochó a los otros dos que aquella noche en Hamburgo en que perdió su virginidad, él creyó que sus compañeros de banda estaban dormidos pero que al terminar el acto sexual recibió una ovación del resto que simularon dormir para no presenciar el hecho histórico: el debut sexual de un Beatle. Recordaron también a John, los enojos de alguno de los cuatro, los años de la Beatlemanía, la primera vez que estuvieron en Estados Unidos, se pusieron al día con los asuntos familiares.

La comida fue generosa. Excepto para George que siguió su dieta vegana y tomó agua. El resto no se privó.

Sólo se permitieron llorar al final, al momento de la despedida. Se abrazaron y dejaron que las emociones se desataran. Ringo se despidió primero. Tenía que ir a Boston para acompañar a su hija Lee que seguía siendo tratada por un tumor cerebral. Paul se quedó un rato más. Hubo más carcajadas e historias del pasado. Se tomaron de la mano y cantaron algunas de sus canciones. Y recién en el adiós, se permitieron el llanto descontrolado.

Lederman contó que al irse todos, a George se lo veía sereno y feliz. Era un encuentro importante para él y lo pudo disfrutar. Necesitaba una dosis más de Beatles antes del final.

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Ringo Starr y Paul McCartney, los dos Beatles sobrevivientes y que no dudaron en acompañar a su amigo hasta el último día (Getty Images)

El Doctor Gilbert Lederman, el principal cronista de esta cumbre Beatle, era hasta ese momento un reconocido oncólogo. Pero su contacto con George Harrison mostró facetas desconocidos de él y conductas impropias de un profesional. Olivia y Dhani Harrison sospecharon que el médico filtró a la prensa información médica confidencial de su célebre paciente violando su juramento hipocrático. Era la primera vez en la larga convalecencia de George que los medios conocían en tiempo real qué sucedía con su estado. Hasta el momento, y durante varios años, los periodistas se enteraban varios meses después de los hechos, lo que le permitía a la familia y a George escapar del agobio de las guardias y las persecuciones. El rigor científico, todo parece indicar, fue vencido por el cholulismo de Lederman que exigió para “resguardar la salud del paciente” estar presente en el encuentro Beatle por si acaso.

Unos años después de la muerte de George, Olivia y Dhani demandaron al oncólogo fascinado por los flashes. Le reclamaron 10 millones de dólares en daños. Descubrieron que en una de sus últimas visitas había llevado a sus dos hijos para que conocieran al Beatle agonizante. Hizo que uno de los hijos, el de 12 años, le tocara un tema a George y lo obligó a autografiar la guitarra. Harrison se habría negado: “Ni siquiera puedo deletrear mi nombre”, dijo muy débil. Lederman no sólo insistió; tomó la mano del guitarrista y acompañó los movimientos para asegurarse que el autógrafo quedara estampado en el instrumento y que sus hijos obtuvieran el souvenir casi póstumo. La guitarra, que contenía el último autógrafo de Harrison, podía valer millones en una subasta. En la demanda también se lo acusaba de ser el que pasaba información sobre el avance de la enfermedad a la prensa. El escándalo erosionó el prestigio de Lederman y animó a otros a hacer sus denuncias. Al poner el foco sobre él, entre otras cosas, se descubrió que había participado de una defraudación al sistema médico por un valor de casi tres millones de dólares.

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Poco después de ver a Paul y a Ringo, el equipo de profesionales tuvo que reconocer que los tratamientos ya eran estériles, nada se podía hacer. George iba a ingresar a cuidados paliativos pero con una particularidad. Exigió no perder el conocimiento. Debían intentar morigerar su dolor pero sin que él perdiera la conciencia. Quería mantener la lucidez hasta el final. Olivia se planteó en qué lugar podría pasar juntos esos días finales sin que nadie se enterara. En un hospital alguien hablaría. Demasiada gente.

Olivia contrató a un especialista de Hollywood en manejar situaciones de crisis. Gavin de Becker había lidiado con el asesinato del hijo de Bill Cosby, con denuncias policiales contra primeras figuras y con divorcios célebres. Su especialidad era que las cosas sucedieron lo más discretamente posible. Recomendó que pasaran los últimos días en Los Ángeles, en esa ciudad tenían más posibilidades de pasar desapercibidos. Olivia y De Becker pensaron diferentes posibilidades y hasta averiguaron por casas en alquiler. Pero todo demoraría más del tiempo que disponían.

Hasta que recibió un mensaje de Paul McCartney que le informó que un avión sanitario los esperaba en el aeropuerto para trasladarlos hasta Los Ángeles. Había dispuesto todo en su mansión de Beverly Hills para que su amigo pasara sus últimos días protegido de las indiscreciones. Paul había comprado hacía poco esa casa por pedido de su esposa de ese momento Heather Mills. La anterior propietaria había sido Courtney Love, la viuda de Kurt Cobain. Love, a su vez, se la había comprado a Ellen De Generes.

En los últimos días, tenía algunos breves momentos de lucidez en los que escuchaba a su viejo amigo y maestro Ravi Shankar tocar el sitar. Al pie de la cama, además de su hijo y su esposa, estaban también dos de los gurús hindúes más cercanos a él entonando mantras. George Harrison murió en Los Angeles, el 29 de noviembre de 2001, 17 días después del encuentro con Paul y Ringo.