«La noche submarina»: puede verse por primera vez el documental filmado hace 20 años en el ARA San Juan

MIRÁ EL TRÁILER. El submarino amarrado, en una de las escenas del documental de Alejo Moguillansky que estreno la plataforma Kabinett.

En el invierno de 2000, tres jóvenes cineastas permanecieron tres días completos dentro del submarino ARA San Juan durante una misión de rutina. Fue la primera y única vez que las cámaras pudieron ingresar en la nave y registrar durante todo ese tiempo imágenes para una película documental.

Ese material estuvo guardado durante una década y media, y a partir de 2014 comenzó muy lentamente a adquirir forma y duración cinematográfica.La noticia del hundimiento del submarino, que estremeció a toda la Argentina desde que ocurrió aquél 15 de noviembre de 2017, y todo lo que pasó más tarde, cuando se perdieron las esperanzas de hallar con vida a sus 44 tripulantes, cambió la perspectiva de uno de aquellos muchachos, hoy convertido en reconocido realizador y activo integrante de una de las usinas más originales e interesantes de la creación cinematográfica local, la productora El Pampero Cine.

De allí nació La noche submarina, un documental de una hora y 12 minutos que Alejo Moguillansky define hoy de muchas maneras. «Es nada más y nada menos que una travesía de tres días en un submarino. Tiene una voluntad poética, una voluntad de crónica de viaje y una voluntad de inscribir de alguna manera al ARA San Juan en la historia del cine», le cuenta Moguillansky a LA NACION en vísperas del estreno mundial en la plataforma Kabinett, el espacio de streaming en el que pueden verse las películas de El Pampero Cine, especialmente la monumental y magnífica La flor.

La noche submarina estará disponible solamente entre el domingo y el jueves 10 de diciembre en Kabinett y luego será levantada «hasta próximo aviso». La película arranca con una dedicatoria («en memoria de los 44 marineros y marineras a bordo del ARA San Juan, hijos de Neptuno, amigos de los que navegan bajo la superficie del mar») y una declaración surgida, como en toda la película, de la voces en off de Moguillansky (como narrador de casi todo lo que pasa) y de Luciana Acuña.

Al principio, en esa declaración, la que se escucha es la voz femenina. «Esto es lo que queda de una película. Esta película no va a existir nunca. Por varios motivos. El principal es que gira alrededor de un submarino. Más bien sucedía dentro de un submarino. Ese submarino no existe más. Desapareció de un día para el otro en el fondo del mar, donde aún está».

Los tripulantes del submarino en 2000 no son identificados en el documental
Los tripulantes del submarino en 2000 no son identificados en el documental Crédito: Prensa La noche submarina

Moguillansky asume en los créditos finales la dirección, el montaje, el guion (compartido con Mariano Llinás), la narración en off y el sonido directo. Hay otros dos directores, sus compañeros de aquella aventura de hace 20 años dentro del ARA San Juan: Diego H. Flores («fue el que empezó este asunto, estaba estudiando en la Universidad del Cine y quería hacer un documental sobre submarinos, un tema que lo apasionaba», relata Moguillansky) y Fermín Villanueva.

Moguillansky aclara desde el vamos que la película no aporta certeza alguna en relación con la tragedia del submarino. «Hay un montón de especulaciones, es un tema muy delicado. Y no creo que el rol de esta película sea el de salir a explicarlo. Esto no es una investigación periodística. Somos cineastas, no periodistas. Y fuimos tres jóvenes que hace 20 años nos embarcamos en el ARA y vivimos una experiencia que nos dejó marcados».

Recuerda Moguillansky que todo empezó cuando estaban en Mar del Plata haciendo una película llamada La prisionera, algunos de cuyos tramos aparecen como fragmentos dentro de La noche submarina. Después de conseguir con sorprendente agilidad la autorización de la Armada mediante los trámites habituales en estos casos, el trío permaneció tres días completos dentro del ARA San Juan con las cámaras encendidas.

«Terminamos y el material quedó ahí. No sabíamos qué hacer con él. Me quedé con la sensación de que lo vivido ahí adentro era más interesante que el material filmado, bastante monótono por cierto en esa primera evaluación». Flores guardó 12 horas de filmación en tres DVCAM y en un momento los tres protagonistas de la experiencia dejaron de verse.

El submarino sumergiéndose en las aguas del puerto de Mar del Plata
El submarino sumergiéndose en las aguas del puerto de Mar del Plata Crédito: Prensa La noche submarina

Hasta que en 2014, Moguillansky fue convocado por el Centro Cultural San Martín para dar una charla sobre materiales cinematográficos inconclusos. «Le pedí el material a Diego y ahí el documental adquirió forma por primera vez como crónica de viaje. Yo leía el texto en vivo y lo iba editando y proyectando del mismo modo. Todavía estábamos muy lejos del accidente».

Ese momento llegó en 2017 y Moguillansky inmediatamente se preguntó qué haría con ese material. «Mi primera respuesta fue muy sencilla: no había que hacer nada. Lo único que iba a generar era dolor y angustia. Y además me parecía muy oportunista el solo hecho de manipularlo. Algo completamente alejado de la ética».

Pasó el tiempo y Moguillansky empezó a sentir, mucho después de aquella conmoción inicial y con la decantación de los hechos, que el material que había registrado junto con Villanueva y Flores dentro del ARA San Juan dos décadas atrás empezaba de a poco «a pedir su lugar en el mundo y su lugar en el cine». Repitió el año pasado en la Viennale (uno de los más relevantes festivales de cine del mundo) aquélla experiencia de lectura y edición en vivo, pero por primera vez después de la tragedia.

Llegó la pandemia y con ella el reencuentro entre los tres artífices de aquél viaje. «Volví a contactar a los muchachos, les mostré lo que había hecho y el resultado es esta película filmada en el año 2000 por los tres, por primera vez editada con ese relato en off que la enmarca y la atraviesa», cuenta.

Ni Moguillansky ni sus compañeros registraron los nombres de los tripulantes de entonces y tampoco quisieron asociarlos con los fallecidos en 2017. Cuenta que la voluntad de transformar aquél material jamás editado en una película se parecía mucho al acto de lanzar una botella al mar. Una manera, según sus palabras, de acercarse a la familia submarinista, golpeada como nunca por lo que había ocurrido. Tal vez una edición posterior, en el futuro, incluya esos nombres.

La noche submarina registra pequeños momentos de la vida cotidiana de la tripulación del ARA San Juan, lo que pasa y lo se hace cuando un submarino se sumerge para cumplir una misión de rutina. El tiempo libre, las actividades de cada uno, pequeños rituales y hasta la curiosidad de uno de los tripulantes convertido en una suerte de musicalizador de los momentos de relax con temas de Pink Floyd y U2.

«Cuando volví a ver el material después de la tragedia la impresión fue muy grande. En un momento yo tenía ganas de volver al ARA San Juan con la idea en la cabeza de una película, mezcla de documental y ficción, que se iba a llamar La guerra submarina e iba a hablar de ese mundo decimonónico de héroes y de quijotes abajo del mar. Es muy hermosa y muy romántica la idea de un grupo de gente como los submarinistas. Llegué con esa pulsión, con ese afecto. Quería encontrarme con algo parecido a la infancia, con ese mundo heroico que después termina desmitificándose«, reflexiona Moguillansky.

Hay un largo momento de La noche submarina, de casi siete minutos, en el que vemos en un plano fijo tomado desde la costa marplatense cómo el ARA San Juan va sumergiéndose de a poco en las aguas del Atlántico. Moguillansky revela que fue la cámara de Agustín Mendilaharzu quien registró ese momento de silencio y pura poesía visual, que fue originalmente parte de la trama de La flor, la película dirigida por Mariano Llinás.

Ese gran momento resume la letra y el espíritu de La noche submarina. «Esta película -concluye Moguillansky- está hecha con amor a los submarinistas y con amor al cine. A través de ella queremos que el cine no sea solo el ejercicio de entretenimiento que últimamente viene siendo, que esquive el lugar común y que tenga también las agallas de filmar algo delicado por donde se lo mire sin perder de vista la voluntad poética«.

Fuente: Marcelo Stiletano, La Nación