La sabiduría que cumplió 100 años

Mario Bunge: “Desde 1930, Argentina se especializó en enriquecer la cultura de otros países”.

Mario Bunge. Desde su casa de Canadá, el pensador dice que su receta para llegar a los 100 años es dormir la siesta, tomarse dos vacaciones por año y no dejar de trabajar ni un sólo día.

En «Utopía de un hombre que está cansado», aquel cuento de Borges originalmente publicado en 1975, leemos: “Cumplidos los cien años, el individuo puede prescindir del amor y de la amistad. Los males y la muerte involuntaria no lo amenazan. Ejerce alguna de las artes, la filosofía, las matemáticas o juega a un ajedrez solitario”. Pues bien, Mario Augusto Bunge ejerce la filosofía. El físico, el filósofo, el epistemólogo, este 21 de septiembre cumple 100 años. Y los celebra en Montreal, donde estuvo al frente de la Cátedra Frothingham de Lógica y Metafísica y donde todavía es Profesor Emérito en la Universidad McGill. Desde allí nos atiende amablemente por teléfono, para compartir sus impresiones sobre la Argentina, aquel país lejano, ya casi sin importancia, desde donde se exilió en 1966.

Buenos días Mario. Lo llamo desde Núñez, muy cerca de Florida Oeste, donde usted nació…

-Sí, lo oigo, señor Mendoza. Déjeme cambiarme de lugar. Un momentito.

Dice eso y enseguida se dispone para el diálogo.

-Usted partió de la Argentina en el 1966. ¿Qué cosas podría decir del país después de tantos años?

-Ya no se lo ve. Está demasiado lejos. Y no tiene tanta importancia como solía tener hace un siglo. Además hay centenares de miles de argentinos que han huido de las distintas dictaduras y de las crisis económicas y políticas. Las noticias de la Argentina no aparecen sino cuando hay grandes catástrofes: inundaciones, golpes de Estado. Hace ya media vida que vivo en Canadá. Me fui justamente por miedo a que me despertara la Policía en la noche. Aquí me despertó la Policía una vez porque había dejado el auto afuera y tenía un servicio de protección. Pero acá nunca he tenido miedo de la Policía. Ese es uno de los motivos por los que escapé de la Argentina. Aún así, tengo muchos recuerdos y me quedaron muchos amigos allá. Me gusta mucho cada vez que vuelvo.

Genio y figura. De todos los libros que escribió el que más destaca es "La investigación científica". Salió en 1969 y nunca dejó de reeditarse. / Susan Williams (AFP)

Genio y figura. De todos los libros que escribió el que más destaca es «La investigación científica». Salió en 1969 y nunca dejó de reeditarse. / Susan Williams (AFP)

A pesar de su exilio dice que “tuvo suerte”: “Porque en aquel tiempo los argentinos todavía podíamos encontrar trabajo fuera del país sin problemas”. Dice eso y enumera las oleadas de emigración de la Argentina: “Desde 1930 la Argentina se ha especializado en enriquecer la cultura de otros países y en descuidar la propia.” Para él, la Argentina no es ya ese lugar que abrió sus puertas a la inmigración, permitiendo que ciudadanos de distintas partes del mundo se establecieran aquí sino más bien un país que se ha especializado en la emigración: “Los gobiernos militares sin lugar a dudas han contribuido a la argentinización del mundo”, sentencia.

Hace algunos años salió el libro Elogio de la sabiduría. Ensayos en homenaje a Mario Bunge editado por Eudeba, donde se reunían artículos de académicos y especialistas que mostraban la influencia del padre de la Filosofía Científica no sólo en la Argentina sino en diversas partes del mundo. Este año, también por Eudeba, saldrá El último ilustrado. Homenaje al centenario del nacimiento de Mario A. Bunge.

En ocasión de estas publicaciones que le rinden homenaje también reflexiona: “Me asombra y me deleita al mismo tiempo que ese libro que publicó Eudeba haya tenido circulación. Yo no pensé que en Argentina hubiera gente que se acordara de mí.” Y en la conversación aparece el nombre de Gino Germani y de tantos otros, maestros y colegas suyos. Y de sus alumnos, a quienes también recuerda: “El único país en el que me encarcelaron, donde no pude conseguir trabajo por no tener documentos de identidad fue en la Argentina. Aún así tuve la suerte de ser nombrado profesor por concurso tanto de Física como de Filosofía. Tuve muy buenos alumnos con quienes mantuvimos diálogos muy interesantes y que me enseñaron mucho. Hice mis primeras armas en la Argentina. En un momento dado ejercí tres cátedras en tres facultades diferentes en Buenos Aires y La Plata. Tuve una oportunidad única que no tienen los científicos y filósofos del primer mundo”.

Resultado de imagen para mario bunge

Es que a lo largo de tantas décadas Mario Bunge ha sido profesor en los Estados Unidos, en Alemania, México, Suiza, Dinamarca, Uruguay, Australia… Y entre todos aquellos países, para él la Argentina aparece como un lugar donde todo, o casi todo, todavía está por hacerse. Ni el paso del tiempo ni la distancia le impiden expresar una informada reflexión sobre las políticas científicas en el presente. Es que la prédica sobre la importancia de las ciencias para el desarrollo de los países ha sido una constante a lo largo de toda su vida.

De 1980 data su artículo La función de la ciencia básica en el desarrollo nacional. Y es ese el tema sobre el que insiste otra vez: “Yo no sé si el próximo gobierno va a proteger a la ciencia o si, en cambio, la va a atacar como lo hizo el gobierno saliente. No podemos saberlo, porque el nuevo gobierno va a tener que cargar con el descalabro del actual, y va a tener que tomar medidas que van a ser impopulares”.

Piquetes, planes y acampes, un cóctel que presiona a Mauricio Macri y ya altera a Alberto Fernández.

En la conversación también aparecen reflexiones sobre las buenas tradiciones de la Argentina que para él han sido olvidadas: “La Argentina fue el primer país sudamericano en el que se formaron cooperativas. El primer país sudamericano que tuvo legisladores socialistas, desde 1903 y 1904. El primer país latinoamericano donde se presentaron proyectos de ley de sanidad pública, que luego no siempre se hicieron realidad porque los gobiernos no tuvieron interés en la sanidad pública. Pero hay que reconocer que la Argentina fue uno de los primeros países en tener un Ministerio de Salud Pública.”

-De todos sus libros, ¿cuál es el que más destaca?

-La investigación científica. Ahí propongo que las fuentes de la ciencias son el problema de la investigación; si no hay investigación no hay ciencia. Ese es el motivo por el cual las medicinas alternativas son falsas, porque no hacen investigación. Se fundan en presuntas autoridades que a su vez se esgrimen sin poner en duda sus propias prácticas.

En efecto, La investigación científica. Su estrategia y su filosofía es ese el libro suyo que salió en 1969 y nunca dejó de reeditarse. Bunge aprovecha las referencias a ese texto para cuestionar a la homeopatía y la acupuntura, entre un sinnúmero de prácticas que no poseen un estatuto epistemológico claro. Esa idea, que llevó hasta el extremo en sus diferentes libros, no le impide brindarnos su receta no necesariamente científica para llegar a los 100 años.

“¿Quiere que le diga cuál es mi receta para llegar a los 100 años? Cumplir 100 años no es nada. Primero se llega a los 99 y luego el último tramo es fácil. Basta con no hacer ciertas cosas. Por ejemplo: no leer a los existencialistas, no beber alcohol, no fumar. Y sí hacer otras: dormir la siesta todos los días, tomarse dos vacaciones por año y no dejar pasar un solo día sin trabajar, aunque sea cinco minutos. El trabajo es la mejor terapia. Me refiero al trabajo que uno hace con ganas, no al trabajo esclavo”.​

Al toque

Un proyecto

Problemas inversos

Un desafío

El socialismo democrático y cooperativista

Un líder

Domingo F. Sarmiento

Un prócer

General José de San Martín

Una sociedad que admire

Dinamarca

Una comida

Locro

Una bebida

Agua

Un recuerdo

La tarde en que le declaré mi amor a Marta

Un placer

Abrazar a mis nietos Giao, Vi, Emilio, Verónica y Diego

Un sueño

Mi clase inaugural en la Facultad de Filosofía, UBA, 1956

Un libro

El Quijote de la Mancha

Una película/Una serie

Montalbano, Un village français

El científico exiliado en el ’66, que sigue atento

Mucho se habla de los exiliados de los 70. Casi nunca de los exiliados del 66. Fueron muchos. Mario Bunge fue uno de ellos. Se estableció en Montreal. “Llevo más de media vida acá”, nos dice por teléfono desde allá. Pero antes de marcharse el joven Bunge había hecho muchas cosas en la Argentina. En 1937, con 18 años, había escrito un libro contra el psicoanálisis: Marx vs. Freud. Y también dos “novelas”. Y la obra Spartacu, un drama en verso. Algún tiempo usó el pseudónimo de Carlos Martel. Pero todo aquel material se perdió. En 1938, con 19 años, fundó la Universidad Obrera Argentina, en la que los trabajadores recibían formación técnica y sindical. La universidad duró seis años. La “Revolución del 43” la cerró. Eran los tiempos de Ramírez, Farrell y el GOU. En 1952 escribió un libro: Niveles de organización. Y al terminarlo lo quemó.

Mario Augusto Bunge nació hace casi un siglo. El 21 de septiembre de 1919 en Florida Oeste. Hijo de un médico y diputado socialista. Y de Maria Müser, enfermera alemana. Polemista, Bunge siempre cuestionó al marxismo, al psicoanálisis, al existencialismo, al posmodernismo, a las tecnologías, a las medicinas alternativas y a todo aquello que no sea reconocido como ciencia. Sus prédicas cientificistas -así como el Augusto que heredó de su padre y que también evoca a August Comte- han colaborado para que se lo tilde de positivista. Pero al positivismo también lo criticó. Considera que los seguidores de Comte son amantes no correspondidos, porque aman a la ciencia pero la ciencia no los ama a ellos. Fue padre de cuatro hijos. Dos argentinos y dos canadienses. Con su primera esposa tuvo a Carlos, que se dedicó a la física, y Mario, que se consagró a las matemáticas. Con Marta, su gran amor, tuvo a Eric, arquitecto; y a Silvia, neuropsicóloga.

Reconocido como filósofo, publicó decenas de artículos de física. La física cuántica para él demuestra que la mayor parte del universo es invisible. “La mayor parte del universo es invisible”, repite, como si en lugar de física también hablara del amor -que a veces es invisible- o de política -un arte que también trabaja con la materia oscura y que es en las sombras donde hace sus cosas-. Desde 1984 es miembro de la Asociación Estadounidense para el Avance de la Ciencia y, desde 1992, de la Royal Society de Canadá. En 1982 obtuvo el Premio Príncipe de Asturias de Humanidades. Gracias al exilio, le dieron más de 20 doctorados Honoris Causa en universidades de todo el mundo. La Argentina no es un país generoso para dar reconocimientos. Pero el Honoris Causa de la Universidad Nacional de La Plata y los Premios Konex que recibió en 1986 y 2016 debieron ser especiales. Son reconocimientos que reparan, un poco, heridas nacionales como el exilio, la persecución, el desdén. Su autobiografía, Memorias entre dos mundos, narra las memorias de sus cuatro mundos: la Física, la Filosofía, la Argentina y Canadá.

Itinerario

​Mario Bunge, físico, filósofo y epistemólogo argentino, nació el 21 de septiembre de 1919. Es la muestra viviente de que los prejuicios son un cristal turbio para mirar el mundo, velos que impiden ver. Tildado de conservador, es un defensor del cooperativismo y del socialismo de principios del siglo XX. Y aunque dice no recordar mucho de la Argentina, recuerda a San Martín, a Sarmiento y el locro. Se llevó al exilio las siestas, ese ritual sagrado con copyright en la pampa y que toda la vida ejerció. Fue profesor de física teórica y filosofía, 1956-1966,en la Universidad de La Plata y la Universidad de Buenos Aires. Vive en Montreal, está casado y tiene cuatro hijos.

Fuente: Clarín