Literatura a distancia. Aprender a escribir en tiempos de pandemia

Los talleres virtuales, una salida creativa para escaparle al confinamiento, parecen haber encontrado terreno fértil con la cuarentena; algunos libros, sin embargo, pueden resultar guías tan entretenidas y eficaces como los maestros más acreditados

Hace casi dos siglos Honoré de Balzac llamaba plumíferos a los empleados públicos porque estos, por lo general, andaban con una pluma entre los dedos. Con el tiempo esta categorización, que tiene su costado peyorativo sin por eso dejar de ser simpática, se hizo también extensiva a los escritores. A primera vista no parece haber grandes similitudes entre los primeros y los segundos, pero lo que es seguro es que en la Argentina hay muchos de los dos.

Para bien o para mal los rioplatenses siempre escribieron demasiado y hoy ese gen plumífero se volvió más dominante que nunca. Con o sin cuarto propio, en nuestro modesto paisito de las orillas parecen haberse sincronizado los relojes biológicos del total de escritores -los consagrados, los in progress , los en ciernes y los en potencia, que vendríamos a ser prácticamente todos- para señalar al unísono como un gran cucú que el momento de escribir es ahora.

Mucha gente, y sobre todo mucha del mundillo editorial, le teme a la literatura de pandemia más que a la propia pandemia, porque con el confinamiento la curva de textos no solo no se aplana sino que además viene demostrando un crecimiento exponencial. Algunos murmuran por lo bajo que se avecina un desastre literario mundial. Exageran, ciertamente, ¿pero a quién podría importarle, cuando este mal sueño llegue a su fin, la obra de un ejército de tecleadores embotados por el alcohol en gel? Afortunadamente, el grueso de la producción se limita a crónicas, diarios íntimos y fragmentos desflecados, y el hecho de que nadie hasta hoy haya tenido el poco gusto de anunciar un rifacimentode La peste de Albert Camus, o la próxima aparición de una novela de más de 300 páginas, permite abrigar cierta esperanza en la especie.

Este auge creativo que a algunos les resulta escalofriante es celebrado por otros como si se tratara de un nuevo siglo de Pericles. Y es así como, con afilado sentido de la oportunidad, estos otros han sabido captar, cooptar y capitalizar la sobreabundancia de escribas que anidan en las redes sociales (posiblemente más ubicuos en Twitter, por ser la plataforma que privilegia la palabra, la dialéctica, la ironía y cierto espadeo), ofreciendo talleres, cursos y cursillos online que consiguen enlazar a más de uno. Algunos talleristas, de hecho, en su apremio promocional, llegan a propiciar arengas dignas de entrenadores de atletas de elite y ni hablar de los que ofrecen una «garantía» como si el alumno fuera un electrodoméstico al que hay que calibrarle la resistencia. En fin, bienaventurados los que adscriben a estas ofertas y salen mejores, o por lo menos indemnes.

Sin embargo, existe y existirá gente menos gregaria y más recoleta que no se atrevería nunca a formar parte de un taller modo Zoom, por pudor, por cierta perplejidad ante la tecnología, por ser la primera vez que la idea de escribir se le cruza por la cabeza y presume que es tarde, o simplemente porque no está en condiciones de pagarlo. Para todos ellos (y para los demás también) hay libros que pueden resultar maestros tan eficaces como aquellos que dirigen los talleres más acreditados.

Maestros de la escritura , de Liliana Villanueva, por ejemplo, es un libro que hace foco en ocho de los talleristas más reconocidos del Río de la Plata: Abelardo Castillo, Liliana Heker, Mario Levrero, Alberto Laiseca, Alicia Steimberg, María Esther Gilio, Leila Guerriero y Hebe Uhart. Sobre esta última autora, tan atenta a las modulaciones de cada voz, tan convencida de que la literatura está hecha de detalles y de que la verdad se arma en el diálogo, hay que mencionar que Villanueva -alumna suya durante varios años- ya había escrito anteriormente un libro precioso, publicado por Blatt & Ríos: Las clases de Hebe Uhart .

Fuente: LA NACION

Además de ser interesante desde una perspectiva histórica (los primeros escritores que abrieron las puertas de sus casas lo hicieron para ofrecer un espacio de resistencia durante la dictadura) y pródigo en testimonios, Maestros de la escritura es un libro ameno y decididamente didáctico. Cada maestro es un capítulo en sí, con su impronta y metodología particular. Los hay más y menos intervencionistas, más lúdicos o más severos, más campechanos y más crípticos, más eficientes o más proclives a irse por las ramas. Y todos ellos legítimos en la proeza de enseñarle a otro a escribir mejor, sin caer en la trampa de hacer de ese otro el insípido clon de una distopía futurista, como bien temía Laiseca: «No quiero formar un ejército de Laisequitas».

Otro volumen muy útil para pulir la prosa es Correo literario o cómo llegar a ser (o no llegar a ser) escritor de la poeta polaca Wislawa Szymborska (1923-2012), Premio Nobel de Literatura en 1996. El libro es una compilación de las mejores respuestas a escritores principiantes redactadas por la propia poeta para una revista literaria de cuyo consejo de redacción formó parte durante casi tres décadas.

Fuente: LA NACION

La pedagogía practicada por la primera dama de las letras polacas es una suerte de terapia de electroshock. Szymborska se arremanga y señala todo lo que está mal en la escritura y lo hace sin rodeos, con impecable liviandad y una ironía feroz. Sus cartas son breves, sin firma (porque no era invariablemente ella la que escribía en la sección) e infalibles a la hora de disparar contra ciertos vicios -lo solemne, la adjetivación barroca, los diálogos rengos, la rima sobreexigida, lo banal, lo afectado, lo cursi- sin importarle que la vocación ajena pudiera pulverizarse en ese instante.

Sus consejos son tan elementales como insoslayables: la lectura voraz, el buen uso de la gramática, la autocrítica, la corrección y la reescritura. No obstante, Szymborska no crea falsas expectativas en sus plumíferos aprendices ni pierde el tiempo con peroratas motivacionales. De hecho, hasta podría decirse que actúa adrede como una desalentadora serial, porque sabe, y no se avergüenza ni una pizca en decirlo, que «el talento? Algunos lo tienen, y otros no lo tendrán nunca.»

CORREO LITERARIO

Por Wislawa Szymborska. Nórdica. Trad.: A. Murcia y K. Moloniewicz. 170 págs./$1690

MAESTROS DE LA ESCRITURA

Por Liliana Villanueva. Godot. 263 páginas. $ 940

Fuente: Débora Vázquez, La Nación