Multitudes, alerta y 500 líderes mundiales en el histórico funeral de la reina Isabel II

La capital británica se convirtió en la ciudad principal del mundo en un homenaje para despedir a la reina Isabel II con más de 500 dignatarios de todo el mundo

Es mucho más que un G-20 o un G-7 -la reunión de las mayores economías del mundo-, de una cumbre de Davos o de una Asamblea General de la ONU. Y se nota por los 10.000 policías, los helicópteros revoloteando en el cielo, los francotiradores, las camionetas militares, los vallados, los bloques de cemento, el frenesí de los grandes eventos.

Transformada y en un virtual estado de sitio porque llegaron 500 dignatarios de todo el mundo -jefes de Estado, jefes de gobierno, cabezas coronadas-, Londres se convirtió en la “capital del mundo” y el escenario de un evento de importancia geopolítica no menor. En una reunión de líderes de todo el planeta jamás ocurrida en esta capital, para despedir y rendirle homenaje a una reina que marcó la historia del Reino Unido y del mundo al gobernar durante 70 años de modo ejemplar, pesaba la ausencia de los no invitados. En primer lugar, el presidente ruso, Vladimir Putin, furioso por el desplante, su colega de Bielorrusia, Alexander Lukashenko, el venezolano Nicolás Maduro, el presidente de Siria, Bashar al Assad, personajes elípticamente puestos en la lista de “los malos”. Aunque tampoco faltaban inevitables polémicas por quienes sí estaban o habían sido invitados.

La Guardia del Rey, los Yeomen de la Guardia, los miembros de la Guardia Escocesa y los Caballeros de Armas cambian de guardia junto al féretro de la Reina Isabel II mientras yace en el interior de Westminster Hall, en el Palacio de Westminster en Londres el 16 de septiembre de 2022.
La Guardia del Rey, los Yeomen de la Guardia, los miembros de la Guardia Escocesa y los Caballeros de Armas cambian de guardia junto al féretro de la Reina Isabel II mientras yace en el interior de Westminster Hall, en el Palacio de Westminster en Londres el 16 de septiembre de 2022.YUI MOK – POOL

Causaba escozor, por ejemplo, la invitación incómoda remitida al príncipe heredero de Arabia Saudita, Mohamed Bin Salman, sospechado de haber sido el mandante del atroz asesinato, en 2018, del periodista Jamal Kashoggi.

No deberían permitirle participar de los funerales, manchando el legado de la reina”, comentó su novia, Hatice Cengiz. Aunque finalmente el apodado “MBS”, desistió de viajar.

También hubo controversia por la presencia de una delegación china en la capilla ardiente, por falta de respeto de los derechos humanos de la etnia musulmana uigur en la súper potencia asiática. No obstante, había confirmado su asistencia nada menos que el número dos de Xi Jinping, el vicepresidente Wang Qishan, tanto a la recepción en el Palacio de Buckingham, la primera de Carlos III como monarca, como en el funeral la Abadía de Westminster.

Esta ceremonia, que comenzó a las 11 de la mañana locales y se convirtió en el evento global con más televidentes de la historia (estiman 4000 millones de espectadores) la mayoría de los mandatarios –entre los cuales Joe y Jill Biden, los reyes de España, Felipe y Letizia y la primera dama de Ucrania, Olena Zelenska-, asistieron a la capilla ardiente de la reina en Westminster Hall, evidentemente emocionados. Y, como también hizo el representante de la Argentina, el embajador Javier Figueroa, firmaron el libro de condolencias de Lancaster House, uno de los edificios que forma parte del complejo real, cerca del Palacio de St. James.

En medio de un desafío logístico monumental -fue un rompecabezas organizar seguridad, desplazamientos, protocolo, llegadas y salidas, de todos los invitados, asientos en el templo-, tampoco había caído bien entre varios líderes mundiales que Biden hubiera tenido, valga la redundancia, “coronita”. “El mundo es mejor gracias a la reina”, dijo el presidente estadounidense.

Personas formadas para despedirse de la reina Isabel II en el margen sur del río Támesis en Londres, el miércoles 14 de septiembre de 2022.
Personas formadas para despedirse de la reina Isabel II en el margen sur del río Támesis en Londres, el miércoles 14 de septiembre de 2022.

Las autoridades británicas, en efecto, hicieron una excepción con Biden -catorceavo presidente norteamericano del reinado de Isabel II-, permitiéndole usar sus propios medios y seguridad para llegar a la Abadía de Westminster, donde tuvo lugar la ceremonia fúnebre. Los demás invitados debieron subirse a autobuses especiales. Entre ellos, el emperador japonés Naruhito -que estudió en Oxford y tiene una relación muy especial con la corona-, en su debut en un gran evento planetario después de suceder a su padre Akihito que abdicó en 2019 y su esposa, la emperatriz Masako, que tampoco se veía participando hace tiempo en citas globales como ésta.

Lo mismo hicieron las cabezas coronadas, entre las cuales los reyes de España, Felipe y Letizia, de Holanda, Guillermo y Máxima -que en 2018 fueron huéspedes de la reina Isabel y del príncipe Carlos en Clearence House-, que compartieron la misa fúnebre con la exreina Beatriz, que abdicó en 2013 y compartió muchos momentos de un reinado largo con Lilibeth. Lo mismo la reina de Dinamarca Margrethe II y su heredero al trono, el príncipe Frederick y su esposa, la princesa Mary. Margrethe, que este año festeja sus 50 años de reinado, su Jubileo de oro, siempre fue muy cercana a Isabel.

Tampoco quisieron perderse el funeral los reyes eméritos de España, Juan Carlos y Sofía, que tienen lazos de sangre con la corona británica. Los expertos en realeza recuerdan que Juan Carlos -cuya presencia también causó críticas por sus últimos escándalos de dinero-, solía llamar a Isabel II “la prima Lilibet”. Cuando murió su marido, el príncipe Felipe, duque de Edimburgo, el año pasado, en plena pandemia, el telegrama de pésame que le enviaron los reyes Felipe y Letizia, llevaba el encabezado “querida tía Lilibet”.

Viajaron asimismo el rey Gustavo de Suecia junto a la reina Silvia, el rey Harald de Noruega y su consorte Sonja, el príncipe heredero de Marruecos, el rey de Tonga junto al de Lesotho, el rey de Buthan -lugar visitado hace unos años por Guillermo y Kate-, el rey de Jordania, entre otros. Asimismo, retornarán con esta ocasión al escenario global la pareja de Alberto II y Charlene de Mónaco.

En una Londres convulsionada, con helicópteros revoloteando en el cielo, velando por los desplazamientos por mandatarios, nobles y aristócratas, las calles cortadas y la fila kilométrica de gente que seguía fluyendo ordenadamente hacia la capilla ardiente, la sensación era de estar en el ombligo del mundo.

Me siento parte de la historia, la reina se murió, ha estado aquí 70 años y yo he estado trabajando estos días para la seguridad de ella y su familia, lo cual es un enorme honor”, dijo a Rubén Almeida, guardia de seguridad emplazado en la plaza de Westminster desde hace diez días, para prevenir ataques, nacido en Medellín pero que desde los dos años vive en Inglaterra.

Mientras el Big Ben volvió a ser protagonista, cuando sonó para marcar el comienzo y el fin de un minuto de silencio estremecedor, miles y miles de personas -parte de los que quedaron afuera de la fila histórica de cuatro días y medio de velorio solemne-, acamparon detrás de las vallas emplazadas alrededor de la Abadía para poder saludar a la reina. Justamente para que todos puedan despedirse, la monarca protagonizó una última gran procesión solemne. Después de la ceremonia, que culminó con el lamento fúnebre que sonaron gaiteros reales -como la propia reina planificó y quiso- el féretro de Isabel II dejó la iglesia y recorrió casi tres kilómetros, hasta Wellington Arch y pasando por el Mall y Hyde Park. Salvas de cañón fueron disparadas cada minuto del recorrido, marcado por el Big Ben y el rey, sus hermanos, hijos y otros miembros de los Windsor, una vez más acompañarán, a pie, el ataúd de Isabel II, que fue transportado por un antiguo carruaje tirado por 124 marinos. En una escenografía extraordinaria, también escoltaron el cortejo guardias reales con sus brillantes uniformes. La procesión fue “algo nunca visto”, decían centenares de asistentes. Aunque el histórico tiempo de luto de 12 días de la reina más amada y llorada, culminó más tarde en el castillo de Windsor, destino final de la despedida. Allí, después de otro servicio religioso para 800 personas en la Capilla de San Jorge, la reina fue sepultada al lado de su compañero de toda la vida, el príncipe Felipe y de su padre, el rey Jorge VI, al final de una ceremonia privada de la que sólo participó la familia.

Fuente: Elisabetta Piqué, La Nación