Murió Astrud Gilberto, la voz de Chica de Ipanema

ESCUCHÁ LA CANCIÓN.La cantante fue timbre e imagen de la edad dorada de la cultura brasileña. Tenía 83 años.

Astrud Evangelina Weinert, la cantante que se dio a conocer en el mundo como Astrud Gilberto, ha muerto a los 83 años, según ha comunicado su nieta Sofia en un mensaje de Instagram. Astrud fue la mujer que puso voz a Garota de Ipanema, la composición de Vinícius de Moraes y Antônio Carlos Jobim fue el timbre y la imagen de la edad de oro de la cultura brasileña. Los años de la bossa nova, de la arquitectura racionalista y de la promesa de un mundo feliz.

Astrud Gilberto, en 1964.
Astrud Gilberto, en 1964.Getty Images

Gilberto ha muerto en el mismo año que sus colegas Rita Lee y Gal Costa y cuatro años después de la desaparición de Joâo Gilberto, el compositor con el que se casó y del que tomó su apellido, el más virtuoso de los músicos de su generación y el que, con su vida errática y solitaria, se convirtió en el negativo de aquellos años de inocencia. Entre los cuatro se podría narrar la historia de la música popular brasileña.

Vinicius de Moraes, junto a Heloisa Pinheiro, la 'Garota de Ipanema'.

En ese relato, las grabaciones de Astrud, con veintipocos años y una imagen casi adolescente, son una especie de reserva de inocencia perdida. La cantante, según la versión oficial, apenas era la chica de al lado que pasaba por allí y que se convirtió en estrella por casualidad. Astrud, hija de un profesor de idiomas alemán, se había casado con el atormentado Joâo Gilberto. Cuando el guitarrista se cruzó con el saxofonista Stan Getz para explorar en la fusión entre la canción popular brasileña y el cool jazz, hubo un momento en el que hizo falta que alguien cantara unos versos. Como Astrud tenía buena dicción en inglés, se acercó al micrófono y el cielo se abrió sobre Nueva York, la ciudad en la que se grabó aquel disco, Getz/Gilberto (1963).

Astrud ni siquiera apareció en los créditos del disco, pero los productores del sello Verve tomaron nota de aquel talento natural y lo pusieron bajo la tutela de Antonio Carlos Jobim, un músico más paciente y relajado que Jôao Gilberto. De Jobim circula la leyenda de que componía melodías como Garota de Ipanema como si se las encontrase en el viento, sin apenas cambiar de humor. De Jôao, en cambio, hay mil historias sórdidas que se destaparon en su muerte en soledad. En 1964, la cantante se negó a tocar en una gira con su marido y con Getz, que, con su aspecto de caballero encantador, también tenía un espíritu autodestructivo y terrible. La discusión terminó en divorcio.

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Todo aquello ocurrió entre 1962 y 1966. En aquella época, el mundo se llenaba de mujeres cantantes como Astrud, angelicales y a la vez radicalmente modernas. Audrey Hepburn había hecho de Holly Golightly y había cantado Moonriver en 1961, Françoise Hardy había debutado en 1962 y Rita Pavone, en 1963, por poner tres ejemplos. Astrud, respondía a la misma demanda de nuevas imágenes femeninas, aunque con un matiz diferente, quizá más aristocrático y distante. Después del éxito colosal de Garota de Ipanema, su carrera se dirigió hacia el jazz. Grabó con un disco con Stan Getz antes de emanciparse del todo y otro con Gil Evans. Y dejó un título que parece decirlo todo: A Certain Smile, A Certain Sadness. Cierta sonrisa, cierta tristeza.

Muere Astrud Gilberto, la voz que consiguió que el mundo se enamorase de la  bossa nova

La imagen de Astrud está también modelada por lo que vino después: en 1967, la música popular brasileña entró en una etapa nueva, más transgresora y menos delicada. Los músicos del tropicalismo, Caetano Veloso, Gilberto Gil, Gal Costa y compañía, traían un equipaje diferente: más que el jazz, les importaba el rock y más que la canción brasileña les gustaba la samba. Eran irónicos y hablaban de la dictadura y del sistema consumista. En algún punto, los caminos de las dos generaciones se cruzaron: Elis Regina cantó con Tom Jobim Aguas de março, como si fueran el bello y la bestia. Pero Astrud ya estaba en otro sitio, en algún paraíso donde las melodías eran nitidísimas. Su último disco en Verve apareció en 1969. Hizo un intento más en 1970. Y más o menos se evaporó del mundo, para convertirse en un recuerdo celestial que periódicamente volvía a la conversación pública.

¿Quién fue la chica de Ipanema?

ORFEO SUÁREZ Enviado Especial Río

La historia detrás de la "Garota de Ipanema" - Infobae

El antiguo bar Veloso es un lugar para solitarios que se cruzan las miradas en busca de complicidad. Resulta imposible encontrarla en el sexagenario camarero, displicente, que ofrece el servicio sin ser servicial. Por sus maneras, bien podría ser un personaje de los que atraviesan el Gatopardo de Lampedusa. Son torpes pero altivas, porque éste no es un garito cualquiera.

En la pequeña mesa de la esquina se lo bebían todo Tom Jobin y Vinicus de Moraes, poeta inmenso que ahora también da nombre a la calle. Sobre su madera ajada escribieron la ‘Garota de Ipanema’, llevados por el whisky y el arrebatador paso de una adolescente que se dirigía hacia la playa cada atardecer. Como dicen en la Habana Vieja, hay identidades, incluso nacionalidades, que se descubren en los andares.

Garota de Ipanema - Club de lectores y aspirantes a escritores

Sentarse en la mesa es un placer para los mitómanos que, cuando el fútbol da una pausa, acuden seducidos por otro lenguaje universal. Es la música. Joseph Lenz, un mago del patrocinio olímpico, dijo que existen cuatro: la música, la violencia, el deporte y el sexo. En Río de Janeiro es posible hablarlos todos sin cambiar de acera.

Entra un hombre con la camiseta de la selección de México, la ‘Tri’. Mira al resto y se sienta. Al desearle suerte en el debut, contra Camerún, corresponde de inmediato y, a continuación, me pregunta si la chica de Ipanema existió en realidad o fue, simplemente, una creación. La respuesta está en las paredes, empapeladas por periódicos a los que el tiempo ha teñido de sepia, el color de la nostalgia.

La historia detrás de la "Garota de Ipanema" - Infobae

Heloisa Pinheiro se llamó, después de casada, la chica que iba «con su balanceo camino del mar». Hoy tiene 67 años y regenta una tienda de bikinis en Río de Janeiro. Aunque se licenció en Derecho y en Periodismo, tuvo un paso por el mundo del espectáculo, pero acabó devorada por la canción que más se ha versionado después de ‘Yesterday’.

Helo, como se la conocía, era hija de una familia pudiente y conservadora en el Brasil de los años 60. El padre era general del Ejército. Tenía sólo 15 años cuando se ruborizaba al paso por el bar Veloso con los silbidos y piropos de Vinicius y Jobin. El primero hizo la letra; el segundo, la música.

Vinicius de Moraes, junto a Heloisa Pinheiro, la 'Garota de Ipanema'.

Vinicius de Moraes, junto a Heloisa Pinheiro, la ‘Garota de Ipanema’.

Jobin le llegó a pedir en matrimonio. Vinicius no lo hizo, pese a casarse nueve veces. Helo rechazó la propuesta, pero el compositor acabó por ser el padrino en el día de su boda. A la muerte de Jobin, la familia del fallecido denunció a Helo por utilizar el nombre ‘Garota de Ipanema’ para su tienda de bikinis. El juez desechó la demanda.

Compartió su vida desde 1965 con Fernando Pinheiro, un próspero industrial, y tuvo cuatro hijos, aunque una quiebra hizo que Helo tuviera que ser quien sostuviese la casa. Aprovechó la fama que le había dejado la canción para adentrarse en el mundo de la televisión, fue portada de Playboy en la juventud y en la madurez, ya rubia en vez de morena, y pasó por el plató de Oprah Winfrey, sin dejar de andar nunca camino del mar.

Nuestro amigo mexicano se ha emocionado con el repaso a las paredes, pero sin que la nostalgia le quite el apetito. Lo sabe todo de la bossa nova, aunque la picaña que devora no hace posible seguir siempre su discurso. Cuando el camarero retira los platos, la mirada que le dirige es un poema. No es, desde luego, con la que Vinicius y Jobin seguían los andares de Helo.

La visita sólo puede tener un final: salir, girar a la derecha y caminar, unos 50 metros, hasta el mar. Atardece. En un extremo, la favela de Vidigal, iluminada, parece un árbol de Navidad bajo el que casi nunca hubo regalos. La playa está desierta. Sólo una joven, sentada, nos da la espalda y su melena azabache mientras observa la orilla. El aficionado mexicano me dirige una mirada escrutadora. Ninguno hablamos, sólo observamos y tomamos la siguiente imagen con el móvil.

– Suerte en el partido-, es lo único que se me ocurre, antes de despedirme.

– ¡Suerte, ‘guey’!