¿Qué piezas se verían en un museo del Covid-19?

De los carteles hechos a mano al retorno de las máquinas de coser, por su diseño o simbolismo hay cosas del presente que merecen ser coleccionadas en tiempo real

El cierre de los negocios hizo proliferar carteles de este tipo

En 2014, el Victoria & Albert Museum de Londres puso en marcha un concepto museístico radical y novedoso. Un equipo curatorial se dedicó a rastrear objetos que por su diseño o simbolismo alcanzaban las noticias y merecían ser coleccionados en tiempo real, sin esperar a que el tiempo diera su veredicto. Así nació Rapid Response Colecting, la sala que el V&A dedica al presente con los objetos que mañana nos dirán algo de hoy: el “pussy-hat” que se usó en la marcha de las mujeres contra Donald Trump, por ejemplo. En tiempos de pandemia, el edificio que conserva la mayor colección de arte decorativo del mundo cerró sus puertas, pero desde su página web lleva adelante un registro de #Pandemicobjects, aquellos objetos a través de los cuales se puede contar el año que vivimos en peligro.

No es la única institución que se ha propuesto coleccionar en tiempo presente el recorrido del coronavirus. En Estados Unidos, el Autry Museum de Los Ángeles adquirió en mayo el diario de un chico de seis años que empezaba con la anotación “no voy a ningún lado”. Mientras que el Museum of the City of New York sumó a su programa#CovidStoriesNYC una serie de imágenes hechas en la calle por un fotógrafo comercial retirado.

En su cuenta de Instagram, en tanto, la fundación TyPA (Teoría y Práctica de las Artes) abrió el #museodeobjetos, donde los usuarios postean su intimidad de lockdown a través de objetos queridos que no necesariamente se relacionan con el virus. “Digamos que en este contexto recuperaron conectividad y fueron redescubiertos”, dice Américo Castilla, director de TyPA, quien brega por un museo vivo que registre el presente y pone como ejemplo cercano el Museo de las Escuelas de Santiago de Chile, que coleccionó las pancartas durante las manifestaciones estudiantiles de 2019. Castilla cita a Marx (“la anatomía del ser humano es clave para comprender la anatomía del mono”) e invierte la praxis museística: el presente es importante para entender el pasado. Aquí, entonces, una aproximación al museo de la pandemia, en cinco objetos.

#Carteles hechos a mano

El cierre de negocios hizo proliferar la aparición de carteles escritos a mano ofreciendo servicios online, en una unión extrema de la comunicación analógica y la economía digital. Mensajes como “para ventas online golpear”, pegados en una persiana cerrada, dan cuenta de este tiempo. Del mismo modo, el odioso “no cargo SUBE” fue reemplazado en los quioscos por el hospitalario “hay alcohol en gel” o “barbijos lavables”. El cierre de las escuelas, en tanto, impulsó una catarsis de crayón en los barrios de Buenos Aires. Como improvisadas galerías de arte, las ventanas empezaron a exhibir desde abril imágenes de arcoíris coloridos y otros tópicos del arte infantil a veces llegando al panfleto sanitario con el #quedateencasa incluido.

#Barbijos y máscaras

Una rareza en los primeros días de la cuarentena, el uso del barbijo o tapabocas se fue extendiendo con cada anuncio oficial y dejó de ser un ítem de farmacia para ser ofrecido en los lugares más insólitos (a veces, un cartel pegado en un árbol). Una consecuencia fue la producción artesanal y el eterno retorno de la máquina de coser (que ya había sido desempolvada en la crisis de 2002), pero también hubo lugar para la estética con emprendimientos que ofrecían vía instagram #barbijospersonalizados o #barbijosdediseño. Los otaku (fans del manga japonés) llevaban ventaja sobre el resto de la población habituados a las imágenes de jóvenes japoneses con barbijos estampados de animé. También sobrevino la oferta artesanal de máscaras de celuloide para los más sensibles al contagio. Y las imágenes de la historia del arte fueron sanitizadas vía meme: de Mona Lisa a Frida Kahlo, tapabocas obligatorio para todos los íconos.

#Zoom & streaming

“Tengo un Zoom a las 14.30”. Frases así se volvieron un lugar común en las comunicaciones a distancia durante los días de distanciamiento social. La modalidad de trabajo en casa hizo de esta app creada por Eric Yuan en 2011 la estética visual hegemónica de estos meses de 2020. Pero no solo las reuniones de trabajo se trasladaron a una pantalla partida en minúsculos televisores virtuales que replicaban el foco múltiple de los dispositivos de seguridad, sino que Zoom devino salón de cumpleaños infantil, reunión familiar, plataforma para recrear obras performáticas (como la que hizo el artista David Lamelas) y hasta discoteca individual para bailar en teleconferencia. En este contexto, “Zoom”, canción del último álbum de Soda Stereo, resultó un anticipo tecno. El streaming ya no solo desplazó las formas físicas (discos, CD, DVD), sino que también ocupó el lugar de los escenarios cerrados con la proliferación de “vivos” por Instagram y la reposición virtual de obras de teatro y conciertos vía YouTube. Todo un desarrollo tecnológico que resultó funcional al encierro.

#Balcones

El museo de la pandemia debería tener un registro de audio del aplauso de las 21 en agradecimiento a los trabajadores de la salud como una forma de reemplazo del antiguo campanario de pueblo. El balcón, con su carga sociopolítica (de las invasiones inglesas a los cacerolazos), devino punto de encuentro entre ciudadanos aislados. Pero además, como escribió Pedro Mairal, un escenario de “talentshow” donde mostrar aptitudes artísticas o deportivas amateur. Así, en Recoleta, los vecinos se dividieron en el apoyo o el rechazo a un DJ que musicalizaba la noche pandémica desde su balcón.

#Picaportes

Algo tan desapercibido como girar el picaporte de una puerta se volvió amenazante cuando se supo que el virus podía permanecer hasta 72 horas en las superficies metálicas. “Me voy a lamer picaportes” reemplazó al ya vintage “me quiero cortar las venas” en la expresión popular en redes como Twitter o los mensajes vía WhatsApp. En Inglaterra, la compañía de impresión 3D Materialize desarrolló un artefacto para poder abrir la puerta con el codo (parte del cuerpo resignificada por la pandemia) y los diseñadores Ivo Tedbury y Freddie Hong lanzaron un proyecto de arquitectura sin manos que promocionaron con un remix del viejo cartel de propaganda “Keep calm and carry on” (Mantén la calma y sigue) diseñado para sostener el ánimo de la población en 1939 en el inicio de la Segunda Guerra Mundial.

Fuente: La Nación