¿Cómo digo lo que digo?: Caricias aptas para todo público

Por Dionisia Fontán, especial para DiariodeCultura.com.ar.

Aunque esta columna se publicó en noviembre de 2019, considero que merece una segunda vuelta. Se refiere al amor en la temporada alta de la vida y a demostrarlo en público sin prejuicio, sin miedo al ridículo. Nunca, nunca utilizo la palabra vieja/viejo. Suena peyorativa, salvo cuando los hijos se dirigen a sus padres de modo cariñoso. Y a juzgar por el maltrato que, en los últimos tiempos, están recibiendo nuestros adultos mayores, soy escéptica en que se produzca un cambio de mentalidad. Al menos, en un futuro cercano.

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Todavía produce asombro y cierto gesto burlón, que los adultos mayores intercambien caricias delante de los demás, como ocurre con los enamorados jóvenes.

Existen prejuicios al respecto y más de uno supone que, a cierta edad, conviene disimular esos sentimientos amorosos.

Días atrás volví a ver Nosotros en la noche, película que protagonizaron Jane Fonda y Robert Redford, dos años atrás, cuando ella tenía 79 y él 81. Para mí, fue una renovada alegría disfrutar de este fantástico dúo que admiro desde siempre. Más un valor agregado: que sus edades, tan bien llevadas, no hayan sido un impedimento para inspirar un relato amoroso, tema infrecuente en la pantalla grande y en la chica.

El azar, a veces, interviene para que algunos temas coincidan con escasa diferencia de tiempo. Justo escuché a la actriz Patricia Palmer comentar que, además de la escasez de tiras nacionales, a las actrices “mayores” las borran de los elencos. Durante un programa de televisión, Palmer aseveró : “Los guionistas ya saben que no pueden incluir abuelas en el reparto”.

La verdad, si este prejuicio se ha instalado revela que los mandamás de algunas producciones atrasan, pues continúan asociando a la abuela de hoy con el estereotipo de las ancianas de pelo blanco, mañanita y crochet.

Las abuelas actuales son súper activas, informadas, muchísimas siguen trabajando luego de jubilarse (porque reciben ingresos famélicos o por vocación), tienen una vida independiente y, si lo desean, también pueden enamorarse, tener un compañero de ruta.

El cine y la televisión están en deuda con esta franja etaria. En especial, ahora que se extiende la posibilidad de seguir cumpliendo años. La ficción que descarta a los mayores de sesenta para arriba, digamos (muchos de los cuales, con frecuencia, recurren a la cirugía estética para aparentar menos), está provocando un vacío en infinidad de ciudadanos que no se sienten representados. Que son ninguneados.

Socialmente, en la vida real, hay una mirada burlona hacia quienes, en la temporada alta de la vida, se animan a exteriorizar sus sentimientos románticos. Está bien visto, claro, que besen y abracen a sus nietos. En cambio, si besan o acarician a su pareja, es común calificarlos de desubicados o de viejos locos.

Asociarlos con el placer, con la necesidad de amar, de sentirse amados y de poder expresarlo a la luz del día, suele convertirse en una situación particular que exponen los gerontólogos en un espacio dedicado a la medicina. En lo cotidiano la vejez se confunde con decrepitud. Por eso mismo, los adultos mayores reciben un manto de piedad cuando reclaman por su jubilación indigna o arrastran los pies por interminables pasillos de hospitales, luego de una prolongada espera para conseguir turno.

En los medios gráficos y audiovisuales nadie los identifica como señoras y señores. Cuando se refieren a ellos son las abuelas y los abuelos. Aunque no lo sean. La información que recibimos es cruel: comunica tristeza y aguante para soportar limitaciones que no merecen, la indiferencia de los funcionarios de turno y el miedo de una sociedad que se niega a mirarse en ese espejo tan poco afortunado.

Además de saludable, acariciarse es apto para todos. También para quienes se excusan con la edad. Sólo deben atreverse a salir de lo establecido sin importarles el qué dirán, porque la sensualidad resulta un modo poderoso de comunicar. Dos manos que rozan sus pieles, expresan un caudal de emociones que son universales y se comprenden en cualquier idioma.

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Dionisia Fontán

Periodista y coach en comunicación

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Propongo encuentros individuales, aptos para todo público, a quienes desean mejorar su capacidad de comunicar de un modo efectivo y no violento.

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