¿Cómo digo lo que digo? Conductas y expresiones que humanizan

Por Dionisia Fontán, especial para DiariodeCultura.com.ar.

Allá lejos y hace tiempo, de chiquititos, nos enseñaron a saludar, a decir gracias, por favor, antes que a leer y escribir. ¿Qué pasó con estas palabras? ¿Las olvidamos? ¿Emigraron? Es hora de ir en su rescate porque el lenguaje pobre y los comportamientos maleducados, no le hacen ningún favor a nuestra sociedad que necesita recuperar sus bondades.

Una vecina de otro piso, que no identifico porque debe ser temporaria, se adelanta veloz para tomar el ascensor y dejarme afuera. Me sucedió varias veces y pude comprobar que no lo hace de distraída. Aunque los maleducados existieron siempre, creo que antes se notaban más estas conductas groseras porque convivíamos con mayor educación.

Hoy formamos parte de una sociedad de emociones inestables, cuya decadencia se hace sentir en todos los ámbitos. Está claro que ocuparse de optimizar conductas y expresiones depende de cada una/o. ¿Te preguntás cuál es tu aporte, por pequeño que sea, para humanizar los vínculos de todos los días? Parece algo menor, sin embargo, somos la suma de todos nuestros actos. La sociedad soy yo, sos vos. Se compone de la gente.

Allá lejos y hace tiempo, de chiquititos, en el jardín de infantes y en nuestro hogar, nos enseñaron a saludar, a decir gracias, permiso, por favor… Conocíamos las palabras básicas para relacionarlos antes de aprender a leer y a escribir; además de repetirlas en media lengua, para deleite de la familia. ¿Qué pasó con ellas? ¿Dónde emigraron?

Cuando me preguntan cuáles son las conductas básicas de una comunicación eficaz, cito al respeto como principal punto de partida. Quienes siguen mis columnas advertirán que hago mucho hincapié en el respeto. No me cansaré de insistir que sin él, la comunicación no existe.  A menudo, escuchamos a personas que se llenan la boca con la palabra respeto, el problema es que no lo actúan. Lo declaman. En esos casos, el lenguaje (gestual y verbal) se transforma en chatarra.

También están quienes se comportan a la manera de los personajes de un teleteatro: nunca se les ocurre golpear a la puerta ni pedir permiso para ingresar. Aunque, claro, son más peligrosos. Me refiero a los que avasallan abriéndose paso a los codazos, como si en vez de llevar por delante a seres humanos, se tratara de muñecos de trapo. Actitudes deshumanizadas que se practican con naturalidad, sin el menor cuestionamiento.

Muchas generaciones crecieron con el popular latiguillo “porque te quiero te aporreo” y a fuerza de repetirlo, por el poder y la influencia que ejercen las palabras, más la meneada sabiduría de algunos refranes, fueron demasiados los que se tomaron en serio esta cavernaria definición sentimental y la transmitieron convencidos, sin reflexionar sobre la crueldad de su significado.

Porque te quiero te cuido. Porque te quiero, pienso antes de decir lo primero que se me canta. Porque te quiero y te respeto, me propongo ir al rescate de palabras que humanicen nuestra relación antes de bastardearla.

Nuestro empobrecido vocabulario merece recuperar sus bondades, su dignidad, tarea que nos compete a todos. Hay palabras imprescindibles, palabras que equivalen a un abrazo, palabras que se extrañan o se olvidan porque ya nadie las expresa.

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     Dionisia Fontán, periodista y coach en comunicación.

Mail: [email protected]

Propongo encuentros grupales e individuales, aptos para todo público, a quienes desean mejorar su capacidad de comunicarse de un modo efectivo y no violento.

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Comparto recursos para hacer foco en conductas básicas: respeto, mensaje breve y claro, escucha activa, palabra responsable, que facilitan la convivencia laboral, personal y social.