¿Cómo digo lo que digo? El otro acoso

Por Dionisia Fontán, especial para DiariodeCultura.com.ar.

Me refiero al acoso moral o mobbing, práctica que se ejerce en el medio laboral entre un superior perverso y su subordinado/a quien soporta humillaciones varias, permite que lo sometan por miedo de perder el trabajo y así, con su autoestima destruída, se transforma en una víctima.

-¡Me despidieron por whatsapp! –comentó, indignada, una compañera de gimnasia-. Al final, es un alivio –reconoció-. Venia bancando tanto maltrato que me enfermé. A la hora de fletarme, procedieron de la misma manera: a lo bestia.

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En plena era informática, el modo deshumanizado de comunicar no debería asombrarnos. Pese a sus múltiples beneficios, la comunicación digital tiene la desventaja de prescindir de la mirada, de la respiración, de los gestos, de los tonos de voz. Claro, enviar un whatsapp resulta menos riesgoso, menos comprometido, aunque el mensaje sea lapidario. Con todo, cualquiera (de más de 40) que repasa su historia laboral, recordará episodios amargos donde el mandamás de turno tampoco daba la cara. Eso que no existía internet.

En vísperas de una Navidad, en el pasillo de una prestigiosa emisora de radio donde era columnista, el director artístico me informó que no renovaría mi contrato para la próxima temporada, mientras se ataba los cordones. Mantuvo todo el rato la vista fija en sus zapatos. Nunca me miró. Estaba en su derecho, el asunto fue que me avisó a fin de año, cuando los puestos ya estaban ocupados y, para peor, no tuvo la menor delicadeza de citarme en su despacho. En mi largo recorrido por redacciones, estudios de radio y de televisión, varias veces debí toparme con semejantes energúmenos.

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Jefes de secciones me encargaban notas y entrevistas que, luego, cajoneaban. Ante mi reclamo prometían publicarlas pronto, con cara de póker y vergonzosa facilidad para la mentira. Mi material no se publicaba, entonces yo tampoco cobraba. Quien más, quien menos, en los medios laborales todos conocen el caso de alguien condenado al freezer y que, estoicamente, soporta ese congelamiento. Necesita el sueldo.

Veinte años atrás, Marie-France Hirigoyen, psiquiatra y terapeuta familiar francesa, publicó El Acoso Moral, libro dedicado al maltrato psicológico en la vida cotidiana; fruto de profundas investigaciones y de su experiencia con las víctimas que accedían a consultarla. El acoso moral, violencia perversa o mobbing, refiere a las agresiones que se ponen en marcha para deshacerse de un competidor que hace sombra e impide ascender (trepar), o para acomodar a un amigo/a.

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En su esclarecedor estudio, Hirigoyen abre la puerta a quienes no toleran permanecer indiferentes a este grave problema social. La personas debemos ser tratadas como lo que somos: personas. Aunque la situación sea adversa, necesitamos que argumenten las razones por las cuales deciden prescindir de nuestro trabajo. Que no nos castiguen con el silencio o el ninguneo, que no se borren ni se laven las manos.

A quienes ocupan cargos ejecutivos, les asiste la decisión de introducir cambios, de nombrar a nuevos colaboradores. El asunto es cómo se comportan cuando prescinden de alguien. Si se desentienden tirando la pelota afuera o si prefieren hacerle la vida imposible acosándola con actitudes humillantes, cobardes. Los superiores también transitan momentos desafortunados: viene con el combo del nombramiento.

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Y pese a que la víctima se lleva la peor parte por el sufrimiento que provoca un despido, el encargado/a de transmitir la noticia también atraviesa un mal momento. Por lo tanto, es necesario apelar a la empatía como un recurso imprescindible.

Dos décadas atrás, cuando apareció El Acoso Moral, el Código de Trabajo de Francia no preveía ninguna protección para las víctimas. Mientras que en Suecia, el acoso moral en la empresa es un delito desde 1993 y también se lo considera así en Alemania, Australia, Italia y Estados Unidos.

Una de las conclusiones de la autora, señala: “En un sistema que funciona según la ley del más fuerte, o del más malicioso, los perversos son los amos. Cuando el éxito es el valor principal, la honradez parece una debilidad y la perversidad adopta un aire de picardía”.

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Dionisia Fontán, periodista y coach en comunicación
Mail: [email protected] / Facebook: dionisiafontancomunicación

Propongo encuentros grupales e individuales, aptos para todo público, a quienes desean mejorar su capacidad de comunicarse de un modo efectivo y no violento.
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Comparto recursos para hacer foco en conductas básicas: respeto, mensaje breve y claro, escucha activa, palabra responsable, que facilitan la convivencia laboral, familiar y social.