¿Cómo digo lo que digo? Es posible mandar con buen modo

La función de la jefa/fe, se sigue relacionando con la figura del mandamás. Es complicado instalar la horizontalidad entre el personal, porque suele desconfiar de las bondades que prodiga el trato amable. – Por Dionisia Fontán, especial para DiariodeCultura.com.ar.

Continúa arraigada la idea de que quien ejerce el mando, debe demostrarlo con actitudes y reacciones más propias del miedo que del respeto

Días atrás recibí un whatsapp de Pilar, quien había participado en uno de mis talleres de comunicación. Necesitaba un encuentro personal para revisar cuestiones laborales que, por lo visto, no podía resolver sola. Pilar está comprometida con su trabajo en una importante cadena de perfumerías, actividad en la que se desempeña hace mucho tiempo.

Justamente, su eficiencia le permitió pasar a la casa central y ascender a encargada del segmento horario con mayor movimiento. El entusiasmo porque su labor fue reconocida, le duró pocas semanas.

“Estoy decepcionada, el personal no me responde como yo merezco – fue lo primero que dijo-. Siempre tuve excelente relación con mis compañeras en las distintas sucursales. Utilizo mi mejor modo y tono para decirles que conviene seducir a las clientas con algún producto, tentarlas con las ofertas y saludar sonrientes. Me dicen que sí y, luego, ignoran lo que les pedí. De pronto, advierto que murmuran entre ellas, se ríen, sin registrar que hay gente esperando para realizar una consulta o una compra, nunca se sabe”.

Pilar está pagando el derecho de piso de ser jefa. Su experiencia había sido entre pares: ahora tiene la sartén por el mango. Y su estilo afable, su trato horizontal con las subordinadas, no inspira el respeto suficiente porque la función de jefa/e todavía se asocia con la de mandamás. La verdad, existen infinidad de razones y una histórica fama, para que se los considere el lobo feroz (y otras cosas mucho peores). Sin embargo, también quienes gozan de puestos jerárquicos se interesan en capacitarse, con el afán de desterrar los motes despectivos y modernizar su modo de interactuar. Darse cuenta de que la autoridad se construye (y se mantiene) con ejemplos sólidos. Con coherencia, con buen modo.

“Mis colegas de los otros turnos las tienen cortitas. Me consta que responden más por miedo que por respeto – se sinceró Pilar, con la voz quebrada-. Yo soy incapaz de abusar de mi poder. Al contrario, deseo formar un equipo armonioso que quiera progresar y cuente conmigo”.

A Pilar le cuesta adueñarse del lugar que le asignaron. Siente, y con razón, que la ningunean. ¿Por qué? Por conceptos equivocados que relacionan autoridad con autoritarismo y dureza con firmeza. Comparto este caso porque no es un hecho aislado. Se repite en todos los niveles sociales y tiene que ver con la resistencia al cambio. Con seguir manteniendo costumbres y creencias obsoletas, en un mundo que marcha a toda velocidad y no se detiene.

Ya está instalado: al superior que aspira mantener una conducta horizontal con su gente, que en vez de ordenar prefiere persuadir, que admite sus errores, que interactúa con respeto, se le adjudica carácter débil, se lo desacredita. Abusan de su comprensión y, a sus espaldas, lo gastan.

En el siglo veintiuno, mientras avanza la inteligencia artificial, parece mentira que continúe influyendo la personalidad del capanga. “Acá mando yo y se hace lo que ordeno”. Una mentalidad que atrasa. Hoy, a la par de nuestra actividad específica, necesitamos habilidades para persuadir, vender, escuchar con atención, hablar con propiedad, argumentar, recursos tan importantes como realizar bien el trabajo. Por tratarse la comunicación cara a cara de un hecho natural y automático, nos desentendemos de ella, pensamos que no hay nada que aprender. La subestimamos.

Más allá del lugar que ocupemos, si estamos decididos a cambiar nos beneficiaremos y, por extensión, beneficiaremos a los que nos rodean. La experiencia demuestra que el buen trato, los buenos gestos, las buenas palabras, tienen efecto multiplicador ahí donde se practiquen.

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Dionisia Fontán – Periodista y coach en comunicación

Mail: [email protected]/ Facebook: dionisiafontancomunicacion

Propongo encuentros grupales e individuales, aptos para todo público, a quienes desean mejorar su capacidad de comunicarse de un modo efectivo y no violento.

Comparto recursos para hacer foco en conductas básicas: respeto, mensaje breve y claro, escucha activa, palabra responsable, que facilitan la convivencia laboral, personal y social.