¿Cómo digo lo que digo?: La convivencia menos pensada

Por Dionisia Fontán, especial para DiariodeCultura.com.ar.

Si cada día nos arreglamos el cabello, ¿por qué no hacemos lo mismo con el corazón?                                                                                                                                                 Gandhi

Drásticamente sobrevino el encierro. De pronto, el mundo se puso en pausa y los habitantes también. Hecho inédito. A partir de ese momento, la incertidumbre se convirtió en nuestra compañera cotidiana. Cada persona va procesando, como puede, sus propios cambios. El ánimo fluctúa entre la angustia y el miedo. Mientras, las circunstancias imponen hacer la plancha justo a una sociedad habituada al ritmo vertiginoso.

Al reducirse la libertad de movimiento, el espacio físico se transformó en uno de los valores más apreciados. Serio inconveniente para la vida urbana que apostó a construir pocos metros cuadrados, con la intención de obtener mayor cantidad de viviendas. Así las cosas, con la obligación de permanecer entre las cuatro paredes para cumplir la cuarentena, algunos síntomas no tardaron en manifestarse: asfixia, incomodidad, nerviosismo. En fin, según parece aumenta la cantidad de parejas que ya la está padeciendo.

Pongamos un caso común: el encuentro semanal se producía al cabo de la jornada, a la hora del vermucito o de la cena y ambos pasaban el fin de semana afuera, en el club o con las familias respectivas. Los casos difieren. Si la pareja hace teletrabajo, resulta más llevadero, claro. No ocurre igual si sólo uno/a está ocupado/a.  Cultivar la creatividad, no abandonar proyectos ni sueños, apelar a la imaginación, fantasear con viajes, organizar rutinas y llevarlas a cabo, sin duda pueden ser un escape saludable para el dúo que, de prepo, debió frenar su actividad.

Me llegan algunas historias no tan diferentes de las que sus protagonistas comentaban durante la “normalidad”. Giran alrededor de los reproches: que deja las toallas húmedas en el piso del baño; que salpica toda la cocina cuando fríe las hamburguesas; que habla y habla sin parar; que yo, en cambio, necesito silencio; que no la soporto; que me agota…  En fin, sospecho que otras parejas disfrutan del ocio para hacer el amor. Para mimarse y contenerse.

En efecto, la cuarentena pone en evidencia problemas de comunicación, una de las dificultades que más conducen al divorcio. Seguramente existieron siempre. Estaban tapados y en un momento tan extremo como el que toca atravesar, sin precedentes, cuya duración se ignora, salen a la luz emociones que cuesta esfuerzo gerenciar. Mejor dicho, faltan ganas: es más fácil descargarse con el otro/a. Conductas que revelan ciertos rasgos de inmadurez, desnudan la calidad de los sentimientos que los unía y demuestran la fragilidad de los vínculos humanos, como se dedicó a analizar Zygmunt Bauman en Amor líquido. Su libro, justamente, se hizo popular por haber captado el modo liviano de relacionarnos (toco y me voy), un certero análisis acerca del miedo a establecer relaciones duraderas, más allá de las meras conexiones.

En la escuela deberían enseñar conductas que la vida siempre nos demanda. Por caso, la aceptación. Aceptar no es lo mismo que bancar o aguantar. Quien acepta no se pelea con la realidad, ni pierde energía en enojarse, porque sabe que no la modifica. Otro tema a tener en cuenta es la paciencia, que tiene mala prensa, a pesar de que aporta los recursos indispensables para mantener cierto estado de equilibrio. Antes de soltar la lengua, de herirse gratuitamente, vale la pena recordar –por un instante, al menos- cuando ella y él estaban enamorados, cuando se deseaban…  cuando decidieron compartir el techo.

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Dionisia Fontán, periodista y coach en comunicación.

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Propongo encuentros presenciales (en grupo o individuales), aptos para todo público, a quienes desean mejorar su capacidad de comunicarse de un modo efectivo y no violento.

Comparto recursos para hacer foco en conductas básicas: respeto, mensaje breve y claro, escucha activa, palabra responsable, que facilitan la convivencia laboral, personal y social.

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