¿Cómo digo lo que digo?: La experiencia lo confirma

Por Dionisia Fontán, especial para DiariodeCultura.com.ar.

Por tratarse la comunicación de una necesidad vital, básica, resulta tan importante desarrollar la capacidad de transmitir nuestras ideas, sentimientos, pensamientos. Dicho así, parece lo más natural y sencillo. No obstante, la experiencia demuestra el alto nivel de incomunicación que caracteriza a la sociedad actual. Mejor dicho, a las sociedades, porque la incomunicación es uno de los grandes males de este tiempo.

Cuando me refiero a la dificultad de comunicarnos, además del lenguaje verbal incluyo a los gestos faciales y corporales, pues la palabra no es el único medio de expresión

Hoy que los emoticones reproducen de una forma ilimitada toda clase de gestos, recordé -precisamente- al pionero del lenguaje de los gestos. Ray Lee Birdwistell, sociólogo y antropólogo  estadounidense, investigó en el siglo pasado  que las personas somos capaces de realizar y reconocer alrededor de 250 mil expresiones faciales.

Sí, sí, cuesta admitirlo porque nos manejamos, apenas, con un puñado de ellas. Lo cual me impulsa a imaginar que somos mucho más simpáticos, risueños y encantadores vía emoticón que con el rostro.

A continuación, tips prácticos inspirados en la experiencia de todos los días. Los comparto, también, para tomar conciencia de que aprender a comunicarnos no es moco de pavo.

 

Ser flexible colabora para adaptarse a los cambios.

 

No permitas que te contesten mal. Corrés el riesgo de que se transforme en una costumbre.

 

No es lo que decís. Es cómo lo decís.

 

Con firmeza y serenidad es posible evitar el atropello.

 

Conductas que benefician la conversación: respeto, ser breve, escucha activa, prudencia, credibilidad, persuasión.

 

Suavizar el modo ayuda a ser menos tajante.

 

¿Cuáles son tus tonos más frecuentes?

¿Autoritario? ¿Gritón? ¿Amenazante? ¿Quejoso? ¿Monótono?

 

Las emociones reprimidas un día explotan y disparan lo que convenía callar.

 

Aunque cuesta aceptar los cambios, la opción no es estancarse.

 

¿Registro las señales de la otra persona? ¿Me doy cuenta si está disponible para escucharme?

 

¿Quiénes se van por las ramas? Los/as que se detienen en pequeños detalles. Reproducen diálogos o cuentan anécdotas que desvían del tema. Se dispersan.

 

Ser espontáneos no es lo mismo que ser maleducados.

 

El Sí fácil, complaciente, falluto, es peor que el No.

 

Existen muchas formas de crueldad mental. Una de las peores es reducir a la otra persona a la categoría de invisible.

 

Antes de lanzarte a hablar, conviene tener en cuenta que tus gestos faciales anticipan el modo que utilizarás.

 

Prepotentes y soberbios enmascaran inseguridad, miedo o una timidez desproporcionada.

 

Los prejuicios, equivalentes a estrechez mental, impiden cambiar conceptos arraigados que limitan la amplitud de pensamiento.

 

No fue el guiso lo que no pudiste digerir. Fue hacer silencio, callar lo que pensabas.

 

Hay personas que emplean tono de bolero mientras dicen barbaridades.

 

El cuerpo avisa cuando se siente mal, si se contractura por un disgusto. El cuerpo comunica.

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Dionisia Fontán, periodista y coach en comunicación

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