¿Cómo digo lo que digo?: La Gioconda de malhumor

Por Dionisia Fontán, especial para DiariodeCultura.com.ar.

 La rechazaron en un trabajo porque durante la entrevista sonrió y resultó muy simpática. Cualidades que consideraron poco serias, de escaso compromiso.

 El empleo tenía que ver con los recursos humanos, área que requiere estas cualidades positivas. Necesitamos sonreir más. Es señal de buen humor, saludable, contagiosa. Y representa un valor agegado que le suma puntos a la tarea laboral.

Manuela Fernández Jaime, 26, licenciada en Relaciones Laborales, se postuló para un cargo en una empresa de recursos humanos de la Capital.

Manuela Fernández Jaime, la joven a la que no le dieron empleo por sonreír mucho

La entrevista por Zoom, se desarrolló con buen clima al cabo de quince minutos. Tres semanas después, vía mail, recibió la siguiente respuesta: “Nos pareció interesante tu curriculum y lo que tenés para aportar. Pero sonreíste demasiado. Te reíste. Fuiste muy simpática y no nos parece muy profesional. Ser extrovertido, a veces, denota falta de compromiso”.

Ese mail, para Manuela, fue un sopapo. Le costaba comprender que su simpatía fuera un obstáculo, que le jugara en contra. Reconoció, además, que no era ninguna desubicada. “Es mejor entrevistar con una expresión risueña, antes que intimidar con cara de perro- aclaró en un reportaje-. Seguiré siendo yo misma, no aparentaré otra personalidad por un puesto laboral”.

Indignada, compartió su historia en Linkedin sin sospechar que, al cabo de 24 horas, tendría medio millón de visualizaciones, más de 7 mil likes y 2.500 comentarios. En ningún momento imaginó semejante repercusión y aunque no puso el nombre de la empresa, ésta decidió borrar sus redes sociales.

Me pregunto cuál será la formación intelectual de quien decretó que ser extrovertida puede interpretarse como falta de compromiso y de seriedad. Pertenecer al área de recursos humanos, no garantiza capacidad suficiente para realizar bien esa tarea. A menudo, irónicamente, a esta sección se la bautiza recursos inhumanos. Y es, precisamente, porque su gente no suele desarrollar la empatía necesaria, la calidad que requiere este tipo de trabajo persona a persona.

Una vez más, advertimos la confusión que existe con el concepto de seriedad. Ser serio/a significa referirse a alguien responsable, que sostiene su palabra, que cumple sus promesas. Es decir: que podemos contar con esa persona.

Su gestualidad no influye. Nadie deja de ser responsable, íntegro/a, porque ríe, ironiza, cultiva la espontaneidad o la simpatía. Al contrario, cualesquiera de estas conductas son beneficiosas para aliviar posibles tensiones, para que el encuentro sea llevadero.

Necesitamos sonreir más. Alzar levemente las comisuras al estilo de La Gioconda, gesto universal de bienestar. Instalar una sonrisa o reírse con ganas si la situación lo amerita, equivalen a un estado de ánimo saludable, contagioso.

Casi todos nos topamos alguna vez con una clase de individuo como el que le tocó cruzarse a Manuela. Alguien que nos baja el pulgar, que nos subestima, nos descalifica o peor, todavía: “Vos no servís”, sentencia a boca de jarro.

Frustraciones que ponen a prueba la autoestima e invitan a redoblar la apuesta. Pasado el mal trago es inútil quedarse pegado a una crítica sin sustento. Manuela Fernández está muy bien pertrechada: se siente a gusto con su personalidad risueña, hospitalaria. Justo las cualidades que necesita su profesión.

El profesionalismo marcha por un andarivel. El carácter risueño, la bonhomía, por otro. Si logran unirse, esa fusión potenciará a quienes las pongan en práctica. Tratar bien a un semejante es el paso previo. Luego se demuestra el valor profesional. Lo cortés no quita lo valiente.

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Dionisia Fontán, periodista y coach en comunicación.

Propongo talleres individuales, aptos para todo público, a quienes desean mejorar su capacidad de comunicarse de un modo eficaz y no violento.

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