¿Cómo digo lo que digo?: Los mensajes de whatsapp, de voz o de texto, no deberían durar más de dos minutos

Por Dionisia Fontán, especial para DiariodeCultura.com.ar.

Impaciencia, apuro, desinterés por escuchar y vivir dispersos, muy dispersos, puede afirmarse, sin lugar a dudas, que ya es tendencia. El déficit de atención no es privativo de los alumnos en clase.

La mayoría de la gente se siente muy motivada por las redes sociales, atenta a la pantallita del celular y a sus diversas aplicaciones. Estamos experimentando otro tipo de vínculos que, naturalmente, va modificando los hábitos.

Por supuesto, no hay que perder de vista las conductas que desfavorecen el trato cotidiano. Deben ser revisadas, como corresponde. A la manera de un ejercicio útil y sencillo, propongo algunas ideas y argumentos para aplicar en las conversaciones cara a cara, por teléfono, chat, zoom o el medio que decidan. Lo importante: lograr una comunicación que valga la pena.

A la incomunicación se la considera uno de los grandes males de nuestro tiempo. Existen múltiples factores que influyen. Vivimos informados en exceso, el monto de noticias abruma y las redes generan una dependencia enorme.

Obvio, como no alcanza el tiempo para procesar tanta info la mente se distrae, va de aquí para allá provocando el efecto dispersión. Cada vez más dispersos, a la dificultad de concentrarse hay que sumar el déficit de atención.

La ansiedad, otro mal que va en aumento, incita para ser más y más demandantes. Queremos todo ya. Siempre apurados e impacientes pretendemos lograr una comunicación pasable, digamos. Sin espacio para el diálogo, hoy una quimera, mantenemos conversaciones fragmentadas y paralelas, en las que nadie se escucha y tampoco le importa. Nos encimamos, interrumpimos, avasallamos… una calamidad.

Con todo, es imposible escapar de este momento de la historia que nos toca transitar. Por lo tanto, merecemos pasarla mejor en lo que atañe a la necesidad de interactuar. Como siempre apuesto a superar las dificultades, se me ocurre que las ideas, argumentos o puntos de vista que expongo a continuación, resultarán prácticos, útiles y bienvenidos. Eso sí, requiere voluntad de entrenarse para el cambio.

° Si no te piden que abundes en detalles, lo más prudente es economizar las palabras.

° Se equivocan quienes confunden buen modo con carácter débil.

° Cuando cometemos un error, lo peor es que nos digan: “¡Te dije!”

° Las discusiones inútiles parecen un campeonato de egos. No sirven para nada. Tiempo perdido.

° Exaspera la liviandad de quienes opinan sobre personas o situaciones, de las cuales ignoran todo.

° A menudo, las palabras no son tan desafortunadas como el tono que se emplea.

° La confianza se construye, se gana, se demuestra con hechos.

° Conviene observar los gestos sutiles: expresan más que las palabras.

° A veces, no nos damos cuenta de que estamos invadiendo el espacio ajeno.

° Interrumpimos por ansiedad, para competir, por celos y por mala educación.

° Para que te escuchen es necesario ir al grano y observar si a la otra persona el tema le interesa.

° Los autorreferenciales (“Porque yo, porque yo, porque yo”) generan malhumor, fastidian.

° La rigidez funciona como una máquina de impedir.

° Los mensajes de whatsapp, de voz o escritos, no deberían durar más de dos minutos.

° El chat redactado con mayúscula se interpreta como enojo.

° Los emojis son un recurso simpático. No obstante, se abusa de ellos para simplificar el vocabulario. Al final, reemplazan a las palabras.}

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Dionisia Fontán, periodista y coach en comunicación.

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