Fueron brillantes, cada uno en su disciplina. Les tocó partir el mismo año. Además de estar dotados de talentos superlativos, eran defensores inclaudicables de la libertad de los pueblos y de los derechos humanos. Siguen vivos, claro: quedan sus obras.
En una reciente entrevista al maestro Daniel Barenboim, publicada en el diario La Nación, admitió que lleva bien la cuarentena (en su domicilio de Berlín) porque tiene tiempo de estudiar y dedicarse a lo que más ama: la música. Y refiriéndose al piano aclara: ”Por suerte, tengo el instrumento en casa. Si fuera sólo director de orquesta, todo esto sería insoportable”
Los artistas, cada uno en su género, son los mayores comunicadores que existen. En 1973, por esas extrañas coincidencias, partieron de este mundo los tres Pablos más célebres del siglo veinte. Neruda, Picasso y Casals. Otra coincidencia: hablaban español, su lengua de origen.
Enorme violonchelista, compositor, director de orquesta y ferviente defensor de los derechos humanos, el catalán Pau Casals, sin embargo, gozaba de menos popularidad. Fue el más longevo. Murió en Puerto Rico, a los 96.
Aunque Picasso transcurrió más de la mitad de su vida en Francia, era andaluz, de Málaga y llegó hasta los 91. Mientras, Neruda, Nobel de Literatura, el más joven del terceto, murió en Santiago de Chile el 23 de septiembre de 1973. Aún no había transcurrido una semana del golpe militar en su país. Tenía 69 años, era un intelectual muy comprometido con la política y andaba mal de salud. Dicen que se dejó morir de tristeza.
Pese a sus vidas prolongadas y fecundas, ni Picasso ni Casals tuvieron la oportunidad de volver a su tierra dominada por la dictadura. Conmovedor mural, El Guernica, obra cumbre que refleja la barbarie de la Guerra Civil Española (1936-1939), podía admirarse en el MoMA de Nueva York. Picasso se negaba a exhibirlo en España hasta que no retornara la democracia. Deseo que recién pudo concretarse en 1981. Desde entonces, integra la colección del Museo Reina Sofía de Madrid.
A menudo, se asocia comunicar con hablar. Modo fácil de limitar su amplio espectro. ¿Qué hacen los músicos? ¿Los artistas plásticos? ¿Los poetas? ¿Los bailarines? ¿Los escultores? ¿Los diseñadores…? Perdón, me quedo corta con los ejemplos. ¿Acaso no se expresan a través de sus talentos compartiendo exquisitas ideas, sublimes creaciones, historias inolvidables, obras de ensueño? ¿Y qué hay con el fabuloso talento que desarrollan los mimos a través de sus múltiples gestos, sin pronunciar palabra?
En efecto, todo comunica. Médicas, enfermeras, camilleros, que andan de acá para allá dispuestos a socorrer. Fosas comunes para enterrar a miles de muertos en Nueva York. Nuestros chicos muy pobres, famélicos, yendo a la escuela a buscar sus viandas. Manos solidarias, voluntariosas, anónimas, que cocinan todos los días para mitigar el hambre de tantos ciudadanos.
Y el barbijo, imprescindible. Nuevo símbolo global.
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Dionisia Fontán, periodista y coach en comunicación
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