¿Cómo digo lo que digo?: Negar el saludo

Por Dionisia Fontán, especial para DiariodeCultura.com.ar.

Titulé así esta columna porque la semana pasada, justamente, esto fue lo que hicieron dos candidatos a vicepresidentes (eran cinco), convocados para debatir en el programa A dos voces, que conducen Marcelo Bonelli y Edgardo Alfano, por TN.  

Ignorar a un participante, en este caso la única mujer, no saludarla, representa un gesto no verbal de total grosería, de pésima educación.

Les guste o no, los políticos deben ajustarse a un protocolo. Hay adversarios mundiales, enemigos acérrimos, cuyas fotos circulan por el mundo mientras se estrechan las manos y soníen mirándose a la cara. Jamás se les hubiera ocurrido evitarlo. Más allá de que sus múltiples asesores impedirían esta actitud.

En el estudio del canal abundaban los asesores ¿cómo se les escapó tamaño desplante? Me pregunto si la carencia de respeto de los compatriotas Agustín Rossi y Nicolás del Caño, porque lisa y llanamente se trata de falta de educación, los hace sentir más machos.

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Putin y Biden, según fotos y videos, posaron sonrientes para la posteridad. Mirándose a los ojos, estrechando sus manos con fuerza. Mientras, ambos candidatos a vicepresidentes, al parecer, temían quemarse si saludaban a Villarruel, porque no comparten sus ideas.

Sin embargo, a diferencia de ellos, Victoria todavía no tiene trayectoria política. 

El saludo es un acto de comunicación en el cual una persona hace notar a la otra su presencia.

Esta costumbre civilizada es válida, también, para la gente de a pie. No saludar, volver invisible a otro/a, es una conducta propia de los analfabetos emocionales.

Suelo insistir en la importancia de saber argumentar y este debate no fue, entre otras cosas, por falta de argumentos sólidos, de ideas y proyectos convincentes. Cuando pasa algo de estas carácterísticas, la polémica se desvía, pierde el rumbo. Entonces se dedica a hurgar en los temas de índole personal, familiar. Un despropósito. 

 

 

El miércoles 20 de este mes el programa A dos voces, que conducen Marcelo Bonelli y Edgardo Alfano por TN, organizó un debate con los cinco candidatos a vicepresidentes. Acontecimiento esperado, ya de entrada la audiencia pudo advertir que dos integrantes (Agustín Rossi y Nicolás del Caño) ignoraron a Victoria Villarruel. Lisa y llanamente le negaron el saludo a la única mujer.

Si analizamos el lenguaje no verbal, resulta deplorable que se niegue un gesto tan básico como el saludo. Más, si se trata de una situación de protocolo.  Para peor, las cámaras detectan los más mínimos movimientos, recalan en todos los detalles.

El lenguaje no verbal, en muchas situaciones, puede prescindir del lenguaje verbal. Los gestos faciales evidencian estados de ánimo, hasta los más sutiles. Aunque, en efecto, hay rostros impasibles (cara de póker), abundan las muecas de desagrado, de rechazo.

Por ejemplo, la cara de asco de Cristina Kirchner cuando no le quedó otra que tenderle la mano a nuevo presidente Mauricio Macri. Giró la cabeza para no mirarlo y las fotos captaron en primer plano su feísima mueca.

Fuimos testigos, aparte, de que se negó a colocarle la banda presidencial, conducta de la que no debe haber registros en el mundo de la política y la diplomacia. Famosos adversarios se dan la mano. Enemigos acérrimos estrechan fuertemente las suyas.   Protocolo. Conveniencia. Intereses creados. Si se dedican a la política deben aceptar las reglas de juego. El saludo es un acto de la comunicación, en el cual una persona hace notar a la otra su presencia.

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Esta costumbre, parece una obviedad señalarlo, también es válida para la gente de a pie. Hacer invisible a una persona al punto de no saludarla, se conoce como analfabetismo emocional. Es la definición que corresponde.

Retomando el tema que inspiró esta columna (convocatoria televisiva para candidatos a vicepresidentes), desde mi punto de vista el debate resultó un fiasco. Los argentinos no sabemos debatir. Nos falta escuela, entrenamiento. La clave principal es argumentar, ejercicio que, lamentablemente, no practicamos.

Y cuando no se argumenta, se apela a la descalificación que incluye palabras violentas y chicanas. Esto sucedió en el debate que no fue. Cero ideas, cero proyectos, ningún tema atractivo para interés del público, interrupciones a granel, Por momentos, se encimaban demasiado, al punto de que nadie comprendía lo que decían. Ni siquiera, los resignados conductores.

Para debatir se necesita respeto y, en especial, argumentos sólidos. Salirse de los temas específicos, primordiales, por falta de conocimiento o de convicción, demuestra, nomás, que la ausencia de argumentos deriva en conductas mediocres como meterse con la vida privada y las cuestiones domésticas, temas menores, de conventillo.

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Dionisia Fontán, periodista y coach en comunicación.

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