¿Cómo digo lo que digo? Pasos para reivindicar la conversación

Por Dionisia Fontán, especial para DiariodeCultura.com.ar.

Quienes extrañan las conversaciones presenciales y creen que

les perdieron el ritmo, que se desacostumbraron, propongo

unas pocas claves sencillas para que recuerden evitar los

monólogos, los largos parlamentos y no olviden de observar

si, por sus gestos, la otra persona demuestra sentirse

interesada en el tema. Muy a gusto con la compañía.

Hace rato que perdimos el hábito de conversar. Mucho antes de la pandemia. Abundan los motivos y todos los conocemos. Fuimos reemplazando el cara a cara por la comodidad del whatsapp. Porque la falta de tiempo se instaló como un argumento favorito que contiene una mezcla de verdad y de justificación.

Dedicarse a conversar, a intercambiar opiniones, experiencias, desarrollar una comunicación atractiva, disfrutar de un encuentro o lamentar que terminara, formaba parte, nomás, de un ejercicio. Como se fue perdiendo necesita recuperarse con entrenamiento.

Existen claves básicas para lograr que la palabra sea recuperada y la conversación reivindicada. No se trata de ningún misterio. Sólo de poner en marcha algunos pasos que colaboran para no hablar por hablar, ni abrumar a los demás por exceso de lenguaje verbal.

El Respeto ocupa un primerísimo lugar. Ya lo escribí varias veces: el respeto se actúa, no se declama. Sin su presencia no hay comunicación, sólo chatarra. Me refiero al respeto bien aprendido que impide fastidiarse porque la otra persona piensa distinto, y es aceptado con amplitud mental.

Buen Modo: resulta obvio que una persona respetuosa lo practica. Le nace espontáneo. A la vez, en el transcurso de un diálogo tranquiliza a quien disiente, corroborar que el interlocutor/a sea capaz de sostener su manera educada. Más allá de que se trate de un encuentro informal, siempre conviene ser breve, en particular cuando se describen historias personales o experiencias de viaje muy detalladas, temas que entusiasman a quien cuenta al punto de irse por las ramas.

A veces, el entusiasmo juega en contra. En particular, cuando se desvía del camino y recae en lugares comunes que no aportan demasiado. Para evitarlo, conviene estar atentos a la información que emite el otro/a y que, de común, no se registra.

Los Gestos expresan. Sutiles o evidentes, observar los movimientos del otro/a opera de perfecta guía para darse cuenta si, en efecto, se siente a gusto, si no evidencia cierta incomodidad, si sus gestos faciales o su postura revelan interés.

En el cara a cara (barbijo incluido) es necesario leer los mensajes que envía la otra persona. Como ocurre con los semáforos, conviene detenerse cuando se enciende la luz amarilla, en vez de frenar de golpe sobre la roja porque está indicando un límite y es más oportuno no excederse.

Darse cuenta si el tema interesa. A menudo, en nuestro afán de evocar, describir, detallar pormenores, apasionarnos con una situación, perdemos de vista si el tema que se comparte resulta atractivo para quien escucha.

Cada persona es una usina de información, sucede que algo tan importante, sin embargo, se registra pocas veces. Por eso es fundamental no perder de vista las expresiones de los ojos, de las manos, si demuestra cansancio, aburrimiento, inquietud… Porque dicen más que las palabras o las están anticipando.

Hay personas con dificultad para captar las sutilezas: son poco perceptivas. Por lo tanto, considero que estos pasos pueden ayudar a reivindicar la conversación que, como se advierte, no sólo se vincula con el lenguaje verbal. Mi propósito, en todo caso, es recuperarla como se merece.

Espero, y deseo, que ustedes coincidan.

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Dionisia Fontán, periodista y coach en comunicación

Talleres Online y por Videollamada

Propongo encuentros individuales, aptos para todo público, a quienes desean mejorar su capacidad de comunicarse de un modo efectivo y no violento.

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