¿Cómo digo lo que digo?: ¿Qué careta necesito hoy?

Por Dionisia Fontán, especial para DiariodeCultura.com.ar.

No se trata de ser falsos, mentirosos ni tramposos. Las caretas son recursos a los que apelamos para disimular el llanto, la pena, los miedos.

Resultan útiles si nos sentimos inseguras/os, si la autoestima ya roza el piso, si deseamos agradar, seducir, evitar el rechazo.

Imaginemos a un enfermo en la familia ¿Acaso no somos capaces de improvisar lo que sea con tal de disimular nuestra angustia y provocarle alegría, buen humor?

Careteamos e inventamos planes entusiastas para concretar cuando se recupere. Es un enorme esfuerzo  También una actitud piadosa.

Como periodista, mientras trabajé en televisión, tuve la oportunidad de conocer a colegas que enmascaraban su timidez enfermiza, adoptando rostros adustos. Daban la impresión de estar eternamente enojados. Se paraban tiesos como estatuas. Fuera de la pantalla eran divertidos, risueños, chistosos.

 

“Esta semana, en el trabajo, me comporté como un puercoespín con ganas de pinchar a viarios empleados a mi cargo.

Es que por las buenas no me hacen caso. Confunden mi modo amable, comprensivo, con carácter débil. Debo enviar mails para reclamarles temas pendientes y contestan que se olvidaron o justifican su dispersión por problemas familiares.

Me consta: Rocío ascendió a jefa tras veinte años en la empresa y es una persona responsable, simpática, solidaria, cualidades que a la hora de conducir la batuta no la favorecen.

Por lo tanto, cuando se siente a punto de estallar, adopta la careta de puercoespín en defensa propia y para que el personal trabaje sin abusar de su paciencia.

Como periodista, mientras trabajé en televisión, tuve la oportunidad de conocer a colegas que enmascaraban su exagerada timidez, adoptando rostros adustos. Daban la impresión de estar eternamente enojados. Se paraban tiesos, como estatuas.

Sin embargo, fuera de la pantalla eran bromistas, hacían imitaciones y contaban chistes picantes. No podemos ser iguales con todo el mundo. Algunas personas inhiben, otras ponen distancia o por el contrario son invasivas, chismosas. Entonces, a modo de defensa personal, es prudente adoptar una personalidad reservada, discreta, que marque un límite: hasta aquí llegás.

Todos hemos leído o escuchado declaraciones de artistas famosos, explicando que actuar les salvó la vida. Claro, actuar permite fingir que se pone en la piel de otra persona. Miedo, timidez, ansiedad y otras debilidades, se esfuman detrás del personaje de turno.

Alfredo Alcón, tímido crónico (confesión frecuente en las entrevistas) no se parecía en nada a los personajes solemnes de su repertorio. Quienes lo trataron elogiaban su carácter gracioso, juguetón, de risa fácil, pícaro y amigable. Gracias a Adrián Suar, que lo convocó, el público pudo disfrutar una faceta desconocida de Alcón interpretando comedias en teatro y televisión.

Otro ejemplo fue Isabel Sarli, diva del desnudo del cine nacional. La Coca sólo lucía atrevidos escotes para promocionar las películas. En la intimidad, era una señora de su casa dedicada a proteger esa especie de botánico y de zoológico en que había transformado su hogar. Para Sarli, desvestirse y exhibir sus pechos turgentes, era un gran negocio. Lejos del set su vida era recatada, de bajo perfil. Mientras rodaba aquellas volcánicas escenas – por una cuestión de pudor- sólo asistían dos o tres personas:,las indispensables.

Las caretas ofician de autodefensa. No se trata de ser falsos, mentirosos ni tramposos. Son recursos, habilidades a las que apelamos para disimular el llanto, el miedo, los nervios, porque nos sentimos inseguras/os, porque tenemos la autoestima por el piso, porque deseamos agradar, seducir… Para evitar el rechazo.

Imaginemos un enfermo en la familia. ¿Acaso no somos capaces de improvisar lo que sea con tal de disimular nuestra angustia y provocarle alegría, mejor humor? Careteamos e inventamos proyectos entusiastas para concretar cuando se recupere. Hacemos lo imposible para que se sienta mejor. Es un enorme esfuerzo encubrir las emociones . También una actitud piadosa.

Hay gente que asocia careteo con hipocresía. Y es posible que, en algunos casos, sea así .Yo, en cambio, prefiero pensar que se trata de una herramienta, un recurso efectivo para encarar los vaivenes de la vida que marcha a toda velocidad y obliga a reaccionar creativamente.

A fingir, por momentos, una fortaleza que no se tiene. Una valentía que encubre el miedo. Una alegría que disimula la tristeza.

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Dionisia Fontán, periodista y coach en comunicación.

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