¿Cómo digo lo que digo?: Rostros nuevos. Miedos nuevos

Por Dionisia Fontán, especial para DiariodeCultura.com.ar.

Costó aceptar esas imágenes, parecían escapadas de una ficción. Al final, se transformaron en escudos protectores. A los chiquitos le meten miedo y los grandes, pueden disimular sus emociones.

En la calle, al principio, me parecía estar participando de una película de ciencia ficción. No era agradable cruzarse con esas caras cubiertas. Después, como pasa siempre, me fui adaptando. Aunque barbijos y tapabocas enmascaran los gestos faciales, quedan al descubierto los ojos. Entonces, si se observa con atención, es fácil advertir todo tipo de miradas: tristes, perdidas, esquivas, inquietas…

Imposible esconder los estados de ánimo tan fluctuantes. Ahora, en un contexto inédito, donde los interrogantes se multiplican y reina la incertidumbre, a la par del miedo a la pandemia va creciendo el miedo de perder el trabajo. Todos los días conocemos más y más historias de poderosas empresas que pagan el sueldo en cuotas. De pymes que bajan las persianas o reducen, todavía más, a su escaso personal.

Recibo algunas consultas de personas mortificadas por enfrentar el despido de un par de empleados/as. “¿Cómo comunico sin herir lo que ya sospechan?” “¿Qué modo utilizo, qué palabras?”. Me refiero a pequeños emprendimientos, a comercios donde los dueños trabajan junto a su personal. La verdad, no se inventaron las palabras adecuadas para anunciar un despido. Sólo queda apelar a la empatía, al trato educado.

El virus ataca al planeta tierra, lo cual confirma que el mundo dejó de ser ancho y ajeno. Además de vulnerables, debemos admitir que somos interdependientes. Los esperanzados vaticinan cambios de paradigmas. Auguran que seremos más generosos. Que la pandemia nos hará menos materialistas. Que jerarquizaremos los auténticos valores. Mientras tanto, cada país reacciona según su idiosincrasia y circunstancia.

Somos parte de una sociedad desigual, sería necio negar la importancia de la economía que ya venía en picada poniendo en riesgo nuestra vida cotidiana que, por supuesto, incluye a la salud. Todos necesitamos proteger la propia salud y la de nuestras familias, además de contar con ingresos dignos. Falsas promesas de los gobiernos de turno. Hoy toca atravesar una realidad dolorosa, es obvio sentir miedo. Miedo del contagio, de los bolsillos enflaquecidos, de las inevitables pesadillas que quitan el sueño.

Las palabras experiencia y enseñanza funcionan a la orden del día, porque se utilizan a cada rato en programas del radio y de televisión. “¿Qué experiencia te deja la cuarentena?”. “¿Qué enseñanza aprendiste?” Causa asombro, francamente. La experiencia se acumula con el paso del tiempo, luego de haber transitado una situación. Por caso, la que estamos sufriendo ahora, sin precedentes.

A mi entender, es natural aceptar los estados de ánimo ciclotímicos y practicar el sólo por hoy. Conviene dar rienda suelta a la imaginación apuntalando proyectos, ideas postergadas e inventando nuevas. No está demás ahuyentar el desgano que se viene instalando más de lo deseable y, por supuesto, cultivar la solidaridad por pequeña que sea. Se sabe, además de colaborar con el prójimo siempre nutre el alma.

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Dionisia Fontán, periodista y coach en comunicación

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