¿Cómo digo lo que digo?: Todo es Comunicación

Por Dionisia Fontán, especial para DiariodeCultura.com.ar.

La comunicación es amplia, abarca todo. Por eso mismo, pongo especial énfasis en que no debe reducirse a la palabra hablada o escrita. Los hechos, las conductas, expresan cómo es de verdad una persona. Por lo tanto, resulta fundamental prestarles la necesaria atención.

¿Qué comunica la ciudad de Buenos Aires, una de las capitales más famosas del mundo? Comunica caos. O sea: falta de respeto, atropello, impotencia. ¿Y qué comunicamos a diario los ciudadanos hartos de que, además de robarnos los celulares, nos roben el tiempo? Comunicamos estrés, desazón, rebeldía. Resumiendo: violencia.

A la vez, como usinas de información, estamos capacitados para explicar, anticipar, compartir, sin necesidad de abrir la boca. Me refiero al poderoso lenguaje no verbal que olvidamos a la hora de interactuar. El interlocutor/a nos tira data y no la captamos. Quizás, por pensar en la respuesta o por andar dispersos, mal de hoy.

Noche fría. El luminoso shopping había cerrado sus puertas. A escasos metros, una familia acomodaba mantas raídas y colchones viejos para quedarse a dormir.

¿Qué comunican, al mismo tiempo, dos realidades tan cercanas y totalmente opuestas? Comunican el lujo y la miseria. En la vida todo es comunicación. Las interminables colas de camiones a la espera de combustible para ponerse en marcha, comunican que los responsables del transporte de carga no están haciendo bien las cosas. Y peor, todavía, comunica la humillación de los camioneros quienes pierden su tiempo y su paciencia, porque no pueden trabajar.

La Avenida Nueve de Julio, orgullo de la Ciudad de Buenos Aires por su célebre anchura, hace rato perdió el estatus. Tomada por interminables protestas que impiden el paso de los peatones y la circulación de colectivos y autos, también los comerciantes de la zona montan en cólera. Es obvio, además de que sus comercios corren riesgos materiales, los probables clientes evitan pasar por allí.

¿Qué comunica este caos crónico? Comunica bronca, desazón, impotencia. Emociones negativas y amargos estados de ánimo que se extienden en otros circuitos provocando así un insoportable efecto multiplicador. ¿Qué comunica cada colegio del conurbano al suspender las clases por frío? Comunica desidia de las autoridades correspondientes por no haber sido capaces de aprovechar los meses de vacaciones, para reemplazar la falta de gas instalando estufas eléctricas en las aulas.

¿Y cómo influye en tantas familias ninguneadas, justamente por tratarse de una actividad imprescindible como es ir al colegio? Con violencia en unas, con resignación en otras. Duele admitir que nos transformamos en una sociedad exasperada. A la incertidumbre existencial propia de estar vivos, se suma la incertidumbre del día a día. ¿Podré llegar a horario? ¿Regresaré sana y salva? ¿Qué camino me conviene para evitar a los chorros?

Conductas, hechos cotidianos, experiencias propias y ajenas, comunican mil veces más que las palabras. Días atrás me crucé con un poderoso dirigente gremial. Se desplazaba rodeado de custodios, unos cuatro o cinco monos protegían su paso. Decir que me crucé fue una humorada, claro. Yo los miraba de enfrente, el grupo se había adueñado de la vereda.

Nunca comprendí para qué necesita custodia un representante votado por su gremio. ¿Qué comunica esta escena a la gente de a pie? Que su protagonista aprovecha el privilegio propio del poder. En cambio, los olvidados ciudadanos se deben cuidar solos. Así y todo, no siempre logran evitar que les roben el celular o las zapatillas. Y algo fundamental: que tengan la enorme dicha de no ser baleados o apuñalados.

Sublevan, también, otras dos realidades opuestas e injustas ¿Por qué en tantos municipios (cada vez más) los vecinos se organizan para llegar juntos hasta la parada del colectivo, a falta de protección policial? Mientras los mandamás eternos en sus cargos, que se llenan la boca con la palabra pueblo, viven en una burbuja de espaldas a la gente.

¿Qué imagen comunican? No creo que les importe demasiado. Su modo de actuar pone en evidencia la enorme brecha social que los separa de la ciudadanía. Entonces, casi seguro, deben provocar resentimiento.

Por estos ejemplos que acabo de compartir, pongo especial énfasis en que la comunicación no se reduce a la palabra hablada o escrita. Aunque cada persona es una usina de datos, olvidamos o nos desentendemos de la importancia que tienen los sutiles gestos faciales del interlocutor/a. Tampoco registramos sus movimientos corporales. En cuanto a las conductas, que transmiten muchísimo, es fundamental prestarles debida atención. Ellas describen a las personas.

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Dionisia Fontán, periodista y coach en comunicación
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