Otra tarde de regocijo se vivió en 70 países del globo, gracias a la transmisión en vivo en HD de su aclamada nueva producción, con la sensual y talentosa soprano alemana Marlis Petersen, en el rol protagónico de la irresistible “femme fatale”, la serpiente bíblica del pecado, la rutilante Lulú; la novedosa puesta del director escenográfico William Kentridge y, como siempre, la imprescindible batuta del Maestro James Levine.
Desde el complejo Multicines Larcomar, frente a las costas del Pacífico limeño, durante 4 horas y media con dos intermezzos, asistimos a una fiesta de lirismo y sensualidad, conjuntamente con el Teatro El Nacional de la emblemática avenida Corrientes, en Buenos Aires y con otros 68 países alrededor del mundo. Con el apoyo de Radio Filarmonía, en el Perú y de Fundación Beethoven, en Argentina.
Un espectáculo de primer nivel, con las magistrales actuaciones de un elenco que se completa con la siempre presente Susan Graham, de cuyo talento interpretativo estamos ya acostumbrados a disfrutar, a través de sus 18 participaciones en el Metropolitan Opera House –con esta, 19- esta vez, en la piel de la condesa Geschwitz, ferviente enamorada de Lulú y las presentaciones del tenor estadounidense Daniel Brenna, en su debut en el Met como Alwa; el barítono Johan Reuter como el Dr. Schön y Jack el Destripador; el tenor Paul Groves, como el pintor y príncipe africano y el barítono Franz Grundheber como Schigolch.
La Lulú de Alban Berg introdujo, por primera vez en la historia de la ópera, una temática tan transgresora para estos ámbitos como es la del erotismo, el desdibuje de los límites morales en la mujer, la de la sexualidad ligada a la ambición y, entonces, la prostitución. “¿Qué es más triste que una prostituta barata?”, se pregunta Alwa, el hijo del amante de Lulú, a la que ama desde siempre.
La ópera presenta una serie de escenas de la licenciosa e inestable vida de Lulú, en Viena, Berlín, Paris y Londres. No hay una época específica en el libreto, sin embargo hay referencias a eventos como la revolución francesa y personajes como Jack el Destripador que nos sugieren un contexto de finales del siglo XIX.
Lulú aprovecha sus encantos para sacar partido de los hombres y de las mujeres a los que embruja y enamora hasta la perdición de ellos y de sí misma. “¿Quién puede ver sus ojos de niña, sus labios carnosos y seguir cumpliendo las reglas de un burgués?”, es la pregunta que los anima. Ella, a su vez, es víctima de la sociedad, que representa lo más aterrador de la condición humana, una combinación de los instintos primitivos, junto con la distintiva amoralidad de la época moderna.
El escritor y filósofo Stefan Zweig, contemporáneo de Berg, en su autobiografía El mundo de ayer, describe la atmósfera de esta ópera como «pegajosa, perfumada, sofocante e insalubre de la Viena de comienzos del siglo XX, una sociedad en la que la obsesión con la sexualidad incumbía a todas las clases, pero mantenía una apariencia externa de oprobio moral y respetabilidad”.
Lulú es una ópera en un prólogo, dos actos y un epílogo compuesta por Alban Berg. El libreto, del propio compositor, está basado en las tragedias Erdgeist (El espíritu de la tierra) y Die Büchse der Pandora (La Caja de Pandora), de Frank Wedekind. Fue estrenada el 2 de junio de 1937 en el Teatro de ópera de Zúrich. En Nueva York en el Metropolitan Opera en 1977 con Carole Farley y Tatiana Troyanos dirigidas por James Levine. En Argentina se estrenó en el Teatro Colón (Buenos Aires) el 29 de octubre de 1965 y fue dirigida por Ferdinand Leitner con Evelyn Lear como Lulú.
Sinopsis:
Prólogo
Un circo en algún lugar de Alemania.
El domador invita a los asistentes a visitar el zoológico del circo, donde podrán ver exóticas fieras, entre ellas una gran y venenosa serpiente que no es otra que la propia Lulú, reflejo de la primera mujer, Eva.
Acto I
Escena Primera
Estudio del Pintor.
El compositor Alwa entra buscando a su padre, el Doctor Schön, editor de un periódico, para que lo acompañe al ensayo de su nueva obra. En ese momento, la esposa del Inspector de Sanidad (Lulú), está posando vestida de Pierrot para el Pintor. El deseo erótico entre el Pintor y su modelo va en aumento y, cuando casi alcanza su clímax, aparece el Inspector de Sanidad quien, al ver a su esposa en brazos del Pintor, cae fulminado por un infarto.
Escena Segunda
Salón en la nueva casa del Pintor.
El Pintor se ha casado con Lulú, ahora una viuda joven y rica. Las cosas le marchan muy bien, pues consigue vender todos los cuadros que realiza, sin darse cuenta que es el Dr. Schön, amante de Lulú, quien compra todas sus creaciones
Cuando Lulú se encuentra sola, llega a visitarla para pedirle dinero un viejo mendigo que no es otro que Schigolch, quien hacía tiempo la convirtió en prostituta cuando tan solo era una niña. Al marcharse Schigolch, el espectador queda en la duda de si éste es el padre o el amante de Lulú, siendo posiblemente ambas cosas.
Más tarde, entra en escena el Dr. Schön y dice a Lulú que su relación debe acabar, pues supone un peligro para su status social e intereses comerciales, ya que al fin y al cabo fue él quien la recogió de la calle y la casó con el Pintor. Ahora se va a unir con una muchacha de la alta sociedad y quiere cambiar su vida. Ambos inician una acalorada discusión. Llega el Pintor y pide una explicación de lo que allí está ocurriendo. El Dr. Schön le abre los ojos y le cuenta toda la verdad acerca de la relación que mantiene con su esposa. El Pintor, desesperado al darse cuenta de que su matrimonio, que él creía que era sincero, no es otra cosa que una pantalla para el Dr. Schön y Lulú, se degüella con una navaja de afeitar.
Escena Tercera
Camerino de un Teatro.
Lulú triunfa como primera bailarina de un espectáculo creado por Alwa, siendo la única finalidad de la joven la de encontrar un esposo rico. Casualmente Alwa se entera de que Lulú se ha comprometido con un Príncipe que, tras casarse con ella, la llevará a África.
En un momento dado, hacen su entrada precipitada en el camerino el Dr. Schön, el Director del Teatro, la Encargada del Guardarropa y Lulú, que se ha desmayado en el escenario al reconocer entre el público a la prometida del Dr. Schön. Tras unos acalorados reproches, el Dr. Schön cede y cae rendido a los pies de Lulú; ésta le dicta entonces una carta de ruptura con la joven prometida, lo que significa la sentencia de muerte para el Dr. Schön ante los ojos de la sociedad.
Acto II
Escena Primera
Salón en la Casa del Dr. Schön.
Lulú finalmente se ha casado con el Dr. Schön. La Condesa Geschwitz, lesbiana y amiga del matrimonio, trata de conseguir los favores de Lulú. Así mismo, otros amigos de la pareja como el Estafador Schigolch, un Atleta y un Colegial cortejan a Lulú sin que ésta oponga resistencia.
El Dr. Schön, totalmente desquiciado por los celos, mantiene una agria disputa con Lulú, proporcionando a ésta un revólver para que se suicide, sin embargo, accidentalmente Lulú dispara y el que cae mortalmente herido es el Dr. Schön. Alwa, el hijo de Schön, llega para descubrir el cadáver de su padre y denuncia a Lulú a la policía. Lulú es condenada a veinte años de cárcel.
La Condesa Geschwitz, no pudiendo resistir la separación de Lulú, se contagia voluntariamente de cólera que luego contagia a Lulú, consiguiendo que ambas sean ingresadas en el mismo hospital.
Escena Segunda
Salón en la Casa del Dr. Schön un año más tarde.
La Condesa Geschwitz, que ha sido dada de alta en el hospital, y el Atleta esperan la llegada de Schigolch. Cuando éste llega, la Condesa le propone que la acompañe hasta el hospital donde ella intercambiará sus ropas con las de Lulú y así hacer que ésta se dé a la fuga.
Llega Lulú vestida con las ropas de la Condesa. El Atleta, que tenía la intención de explotarla como atracción en el circo, ve el estado lamentable en que se encuentra y la abandona.
Llega Alwa y, al ver a Lulú enferma de cólera y ajada por dos años de cárcel, decide ayudarla, pues siempre ha estado enamorado de la amante de su padre; vende el periódico del Dr. Schön y con el dinero obtenido conduce a Lulú al otro lado de la frontera.
Epílogo
Londres
Lulú es una prostituta callejera y su única amiga es la Condesa Geschwitz. Una noche, Lulú recibe a un cliente que resulta ser Jack el Destripador. La Condesa trata de proteger a Lulú y Jack las mata a las dos. Tras limpiar su cuchillo de sangre, Jack abandona la escena con gesto displicente.
Adriana Muscillo es cofundadora (2009) y Directora de Contenidos de Diario de Cultura