Crucigrama: El crimen perfecto

Utopía, divague o ¿realidad? – Por Norberto Tallón, especcial para DiariodeCultura.

¿El crimen perfecto? Desde aquí una historia…

Él pensó, planeó, preparó todo con antelación y creyó.

Los cuidados para evitar el más mínimo detalle que llamara la atención fueron adoptados. Después de todo, si bien el viaje estaba registrado, el chofer había visto a dos personas en dos sitios que no tenían que ver entre ellas, y tampoco se llamaban como era factible suponerlo.

La precaución prescribe el uso de un jean y una remera, comprados en un hipermercado, al igual que las zapatillas que disfrutan, todos, del primer uso. Las manos recién enguantadas, el cabello cubierto por una gorra, también, del montón. Ningún elemento personal encima, sólo unos pesos, en cambio, en uno de los bolsillos y una llave adicional.

Accedió con agilidad y presteza a una avenida próxima de mucho tránsito, normalmente fluido, para dirigirse al cruce exacto. Rogó porque las previsiones funcionen como tal, sin alternativas. De acuerdo a esa rutina se suceden los hechos.

Estuvo en la esquina precisa en el tiempo correcto ¿El lugar indicado? Desde unos setenta metros de distancia lo vio salir del garage de la calle Solís al quinientos, tras haber dejado su coche. Sabía que iba a caminar hacia la esquina de México y que cruzaría para llegar hasta el edificio donde habita. Allí, en la bocacalle, todo ocurrió en apenas unos cuantos segundos. Los calculados.

Con todas las luces apagadas atento al volante y a los pedales, se acercó a marcha normal, cuando supo que no había posibilidades de evitar nada, aceleró a fondo y atropelló al sorprendido peatón. Embestir, derribar y, con frialdad, en la misma maniobra pasar por encima del cuerpo extendido sobre el cemento.

Una certeza íntima: “Me miró aterrorizado. Se le abrió la boca. Supo quién era, pero no comprendió por qué le hacía eso”.

Dos cuadras a la mayor velocidad, pensando en que el semáforo no obstaculice hasta llegar a la avenida Independencia ya con la iluminación en orden, posición y bajas. Un trecho para esa ruta rápida. Giro en la 9 de Julio e “inventar” un laberinto de idas y vueltas por calles anochecidas bajo un cielo oscuro, transformadas en recovecos confusos, si las hubiese (aunque difícil), tanto para una identificación simple e inexistencia de perseguidores. Igual nada quedará.

Tras ese periplo “alocado”, el regreso a un pasaje originalmente elegido, un par de giros para verificar que no cesó la habitual soledad, el acceso para estacionar, otra vez sin ninguna luz, casi al fin de la cuadra. Baja, abre el baúl, extrae un bidón de combustible de alta ignición que debía estar, por lo acordado, junto a otros elementos. Como quien revisa algo, ante la duda de alguna mirada no deseada, rocía el vehículo con disimulo, por dentro y fuera, se saca la gorra y los guantes que deja, junto a las llaves, en el piso a la altura del embrague.

Usa los otros objetos con serena urgencia. Da fuego, con una especie de soplete diminuto, a una pequeña antorcha que arroja sobre el asiento donde quedó el bidón no vacío del todo, cierra de un puntapié la puerta, previamente pone todos los seguros, de inmediato prende otra que echa sobre la parte posterior, ya yéndose una tercera y última la apoya, junto al aparatito encendedor, en el capó delantero.

Pega la vuelta a la ochava cercana, camina unos treinta metros y se refugia en el umbral de una casa con apariencia de abandono que había seleccionado en un primer reconocimiento. Con atención a los movimientos, un momento después, y la perspectiva abierta completa el tramo hasta la siguiente calle para doblar en ella hasta Monteagudo y exige el paso hasta avenida Caseros, anda entonces un trecho apreciable a marcha sin premura hasta que divisa un taxímetro a lo lejos, cuando lo tiene cercano, se detiene, hace señas y lo aborda. Finalizado el viaje abona con ese dinero que lleva encima.

En otro punto lejano de la ciudad ingresa a un shopping en dirección al sector del supermercado con la llave que ya tiene en la mano, abre una de esas gavetas que permiten la guarda de lo que no puede llevarse en la zona de compras. Saca una bolsa de donde, de modo distraído, toma un pañuelo, deja esa llave, limpia los lugares donde ha posado los dedos y parte hacia los toilettes.

En uno de los privados, intercambia la ropa puesta por la contenida en la bolsa. Va hacia una salida opuesta a la utilizada para entrar. En el siguiente tramo penetra en los baños de un par de confiterías. En cada uno remoja las prendas en los inodoros y al salir las abandona con causal oportunidad en diversos cúmulos de basura de los comercios de la zona. Las zapatillas y las medias, también empapadas, las desparrama en sendos papeleros a lo largo de unas cuantas y ocasionales calles.

Ahora ya está en “condiciones” de volver a casa…   

Departamento Central de Policía…

– ¡Adelante! ¡Pase! 

– ¡Permiso, comisario!

– Sí…

– Un radio de la seccional trigésimo segunda informa que un automotor, que puede ser el de incidente de las 20,10 en Solís y México de acuerdo con los pocos datos obrantes, está reduciéndose a cenizas en el pasaje El Refrán, entre Elía y Atuel, detrás del Hospital Penna y…

– ¿Sí?

Por lo que se ve, todavía, de la chapa patente de ese móvil ya se constató y pertenece a un acoplado de camión.

– También acaban de identificar al masculino atropellado…

– Dígame…

*** Fragmento de “Versiones”, novela inédita del autor de esta columna.

A un clic de distancia, el video “¿Existe el Crimen Perfecto? Chismesito con un Investigador Forense“, publicado por el mexicano “#Mister Krax” (con @MundoForense) sobre las ciencias forenses y criminalística, en su sitio en YouTube.  

Cuídense mucho, muchísimo más, como no lo han hecho nunca antes. Una vidriera irrespetuosa… 

Norberto Tallón