Crucigrama: El Libertador general José de San Martín

Lo que la historia oficial contó menos y complicó más…- Por Norberto Tallón, especial para DiariodeCultura.com.ar.

Litto Nebbia canta, en uno de sus temas, “Si la historia la escriben los que ganan. Eso quiere decir que hay otra historia: La verdadera historia”.

Esa primigenia historia argentina a la que muchos llaman “oficial” surgió de la pluma, básicamente, de Bartolomé Mitre. Sin duda uno de los vencedores de las contiendas políticas y militares del siglo XIX.

La idea, aquí y ahora, no es relatar la del Libertador sino ponerle un poco de luz, recuerdo, tal vez, voz a un puñado de hechos de su vida. Antes, sí, es una oportunidad para preguntarse porque este lunes (15 de agosto) se memora la muerte del prócer máximo (17 de agosto de 1850), extrañamente uno de los “movibles” en el calendario de feriados nacionales. Por otra parte el Día del Padre, a excepción de Mendoza, se celebra en una jornada vinculada con un granjero estadounidense, en vez del 25 de febrero, nacimiento del “Padre de la Patria”.

I

(De “gurí” a “chaval andaluz”, pasando por porteño)

Juan de San Martín, teniente gobernador del departamento Yapeyú, y Gregoria Matorras, prima hermana del gobernador y capitán general del Tucumán, ambos nacidos en la entonces provincia española de Palencia (antiguo Reino de León) fueron los padres de José Francisco de San Martín y Matorras (nombre de nacimiento y bautismo).

Poco antes de cumplir los cuatro años, la familia cambió el paisaje, mudándose, 1781, a Buenos Aires. El primer alojamiento fue una casa en la actual calle Piedras, entre Belgrano y Moreno, manzana demolida por 1930 al construirse la Diagonal Sur. Luego otra más chica en la actual Venezuela, cuadra de Bernardo de Irigoyen a Tacuarí, con imposibilidad de indicar el sitio exacto de la vivienda. En la ciudad aprendió sus primeras letras. Quienes preguntan cómo hablaba por esa época, la respuesta habría que adivinarla ante la imposibilidad de saber: es posible con acento español, el de su hogar, y cierto dejo guaraní, del ambiente que lo rodeaba.

Cuando tenía 7 años, se extenderá hasta los 14, se produjo un largo viaje en barco para llegar al puerto de Cádiz y una nueva estancia en la calle Pozos Dulces en Málaga, aunque pocas semanas más tarde se radican, un año por temas laborales paternos, en Madrid. Sin éxito en la gestión, retornan la inmediata cercanía malagueña de la Puerta de Antequera. En ese ámbito culmina la escuela primaria. Pronto se lo admite, con dos años de instrucción efectuada, como voluntario para el servicio activo en Marruecos, primero Melilla, luego Mazalquivir y Orán.

II

(Los intereses de Guayaquil)

El 26 de julio de 1822, “todo” ocurrió en Guayaquil, con el encuentro de los dos más grandes libertadores de América: San Martín y Bolívar. Pero el fracaso de la reunión lo llevó a empujar hacia el punto final de su carrera política y militar. Él había iniciado su gesta desde el Sur, liberó primero a Chile (1818) y comenzó (1820) ese mismo proceso en Perú, con la ocupación de Lima. Simón Bolívar había hecho lo propio con su campaña desde el Norte del subcontinente, desde la Gran Colombia, unidad política formada por las actuales Colombia, Venezuela, Ecuador y Panamá. ¿Por qué y para qué se reunieron?

Uno necesitaba consolidar el dominio en el Perú con mayor cantidad de tropas y solicitó ayuda al otro, cuyas fuerzas avanzaban hacia el Sur. El “asunto” eran 3.400 soldados para culminar la expulsión hispánica y completar la emancipación. Sin embargo, hubo promesas y ofrecimientos previos incumplidos. Estuvieron a solas por aproximadamente dos horas hasta que la apertura de la puerta de la sala decretó el final con silencio y rostros adustos. Sí se respetó el secreto de la charla. Había resquemores del venezolano por hechos pasados que ya generaban divisiones en los apoyos y se supone la causa de las diferencias.

III

(El viaje sin destino)

Tras la dimisión del presidente Bernardino Rivadavia, Manuel Dorrego asumió la gobernación de Buenos Aires. San Martín ofreció sus servicios con motivo de la guerra con Brasil casi terminada. En viaje de retorno, escala en Río de Janeiro, se enteró del golpe de estado unitario que depuso y fusiló a Dorrego. El ejecutor fue uno de sus antiguos oficiales en el Ejército de los Andes: el general Juan Galo de Lavalle, valiente sin dudas, pero pobremente reflexivo.

El 6 de febrero de 1829 arribó al Puerto de Buenos Aires, en el buque “Contess of Chichester”, del cual no desembarcó en su estadía. Al mes intentó un nuevo regreso, pero permaneció a bordo de incógnito, aunque fue descubierto, al enterarse del estallido de otra guerra civil. Los unitarios lo atacaron desde “El Pampero”, periódico rivadaviano, ya que uno de los jefes de la conspiración (Florencio Varela) no se animó a “atacar” al general. Lavalle, de facto en la presidencia, decidió ofrecérsela a través del coronel Manuel de Olazábal. Las luchas entre hermanos lo desesperaban, no estaba dispuesto a aceptar el poder de una espada manchada de sangre. Sólo aceptaría esa responsabilidad por delegación del pueblo argentino: “Mi sable no se desenvainará jamás en guerras civiles”, aclaró..

IV

(El sable corvo y el testamento)

Durante la campaña de la Independencia sudamericana el general San Martín utilizó un sable corvo, en su poder hasta el fin de su vida. En su testamento dispuso que “fuese entregado al General de la República Argentina, Don Juan Manuel de Rosas, por la firmeza con que ha sostenido el honor de la república contra las injustas pretensiones de los extranjeros que pretendían humillarla”. Tras el fallecimiento de Rosas, la familia resolvió su donación al Museo Histórico Nacional. Su hija, Manuela, escribió: “se ha decidido donar a la Nación Argentina este monumento de gloria para ella, reconociendo que el verdadero hogar del sable del Libertador, debiera ser en el seno del país que libertó”.

V

(Después de la muerte)

Tras su deceso, el cuerpo fue embalsamado y durante once años permaneció en una capilla de Notre-Dame de Boulogne. En 1861 sus familiares se trasladaron a Brunoy (afueras de París) y llevaron el féretro con ellos, por resolución de su hija, y ubicaron en la bóveda que poseían. Se planteó, en aquel momento, el traslado de los restos al país ya que así lo indicó en sus determinaciones testamentarias: “Desearía que mi corazón fuese depositado en el de Buenos Aires”.

Nicolás Avellaneda fue quien más trabajó para concretar la repatriación que se producijo casi a los 30 años. Mariano Balcarce acompañó, en el buque “Villarino”, las reliquias que arribaron el 28 de mayo de 1880 y descansan en la Capilla Nuestra Señora de la Paz, en la Catedral metropolitana porteña.

Existen leyendas sobre el Mausoleo, ubicaciones, etc. y más. Ellas cuentan que el ataúd se colocó inclinado por un error de espacio: Porque era más grande de lo esperado al estar embalsamado o se ubicó cabeza abajo con inclinación de 33 grados por su condición de masón, en dirección al infierno fuera de “terreno consagrado”. Asimismo circuló la versión de que la iglesia se opuso, por los cánones apostólicos romanos a que estuviera allí y que la capilla construida especialmente, antes espacio al aire libre, no estaba ciertamente en un “terreno consagrado”. Con respecto a su relación con la Masonería fue iniciado en ella, a principios de 1808, en la Logia Integridad N° 7 de Cádiz (Sevilla).

VI

(Clic)

A un clic de distancia, con imágenes de la película “Revolución. El cruce de Los Andes” dirigida por Leandro Ipiña y protagonizada por Rodrigo de la Serna, Pedro Aznar canta “Himno a San Martín».

Cuídense.

Norberto Tallón.