Crucigrama: En nombre del anonimato

El destrato del manual, distribución de disculpas, falta de soluciones y conocimiento – Por Norberto Tallón, especial para DiariodeCultura.com.ar. 

En estos tiempos se trata de un «servicio» generalizado tanto en empresas, instituciones y organizaciones de distinto tipo, además de la gran mayoría de agencias y reparticiones gubernamentales. Todos tienen su sitio web, formas de comunicación vía e-mail, Whatsapp, una red social, pero… 

También… Un call Center con características propias.

Un número de tres dígitos o un largo 0-800.

Un contestador automático, con música y voz «radiofónica» y un extenso menú con indeterminados submenúes, que remiten en gran cantidad de asuntos a resolverlos por los medios antes citados.

Se agrega una opción: ser atendido por una persona «en vivo» y, supuestamente, resolver, eso sí, luego de una maratónica espera (“todos nuestros operadores están ocupados, aguarde y será atendido porque su llamado es importante para nosotros”). ¡Cronómetro en marcha!… o, mejor, reloj de arena.

Conocido el «escenario», finalmente, con suerte, en diálogo con alguien que se presenta con un nombre de pila y nada más (se negará a revelar nada de su identidad al ser requerido por una controversia) y sin saber desde que lugar se responde, ya que el acento muchas veces hace suponer que es desde otro país, con nuestro idioma pero con argot y significados de palabras con un sentido en ocasiones opuesto, para nada neutro.

Sin embargo, el «Drama» aún no comenzó hasta aquí: ese operador de un solo nombre solicita todos nuestros datos, que pueden incluir hasta el grupo sanguíneo o si somos hábiles con la mano izquierda o derecha, quizás en casi todas las oportunidades violando Derechos Personalísimos consagrados constitucionalmente. Nos tratará con displicencia, en algunos casos al borde del destrato (¡Total nunca sabrás mi nombre y yo sé todo de vos!).

No es trascendente el tenor de la denuncia. Cualquiera sea, casi nunca solucionada por las respuestas de manual leído a las apuradas. Lo que se puede lograr no es mucho; una disculpa (porque no cuesta nada), tal vez el reconocimiento de, como verdad revelada, haber afirmado una «burrada», si ha tenido la máxima voluntad de consultar a quien sea capaz de otorgar la respuesta correcta. Luego, una encuesta de satisfacción, inútil, salvo para el beneficiario de su realización.

El resultado, sumado a la «bronca» acumulada, deja un solo camino: hacer como los fariseos… (Rimen que sale “jodeos”).

Algún día un ser responsable pondrá fin a la “impunidad” del anonimato y se hará de manera eficaz.

No son todos, obviamente, pero el porcentaje tampoco es ínfimo y representa la no-convivencia que se recuerda con creces frente a la desconsideración.

Un poco de humor al respecto a un clic de distancia…

Norberto Tallón

Twitter: @betotallon