Crucigrama: Palabra

Muchos habrán escuchado, aunque ahora ya no es frecuente, a alguien contar un suceso y para rematar sobre la veracidad del mismo con tono serio y convencido decir: ¡Palabra! Un certificado de certeza.

Hay países, según suele verse en películas o series estadounidenses, en los que se “cierran” tratos tanto comerciales, judiciales, etc. con un solo término que tiene un valor irrefutable.

La palabra, verbal o escrita, forma parte de nuestro quehacer cotidiano, tal es así que Winston Manrique, en abril de 2006, escribía en la sección cultural del diario “El País” de Madrid: “Un mito desempolvado cuenta que primero fueron las palabras, y fueron ellas quienes crearon las ideas, los objetos, los seres y los sentimientos. Y que la vida sólo es su molde, su parte visible.”

Una teoría, seguramente discutible, pero atractiva: Primero las palabras después…Todo lo demás.

Con su aparición en la vida, según el citado periodista, se hizo necesario un esquema fundamental para que una “arquitectura” fuera trascendente: transmitir a otro, comunicar.

Esto que en un tiempo fue una “aventura”, tal como se contaba en la columna de la pasada semana, es hoy apabullante: Los medios de comunicación, las redes sociales, en definitiva la “Aldea Global”, donde todo se conoce al instante.

Pero hubo un largo período de búsquedas y “soportes” primigenios para participar a otros de lo que se tenía, descubrir o manifestar lo que se sabía, incluso conversar con alguien, emitir señales, fuera por el medio o código que fuera.

Habría que desandar el largo camino de los “primero diálogos”, desde la imprenta de Gutenberg hasta el hoy en que la palabra siempre se ha demostrado en cada uno de esos procesos como básica y fundamental.

También fue, lo es, o al menos debería serlo, factor insoslayable a la hora de aprender y pensar. Dos elementos, que fueron, alguna vez, unidos por Confucio en una simple y esencial frase: “Aprender sin pensar es una pérdida de trabajo”.

Palabra, la o las palabras, cuánto siguen siendo nuestro entorno de conocimiento y porqué no pensar, tal vez volviendo a Confucio, que si se la utilizara lealmente, no a modo de juego o “chicana”, sí para expresar lo que surge de los sentimientos y el intelecto de cada uno pueda volver ser “puesta en valor” como la anécdota de los primeros renglones.
¡Palabra!.

Norberto Tallón
@betotallon