Crucigrama: Williams John Evans

Retrato íntimo de un pianista – Por Norberto Tallón, especial para DiariodeCultura.com.ar.

Esta no es una biografía. Sí, un retrato íntimo, una rápida expedición por los pensamientos, ideas y gustos, básicamente, del músico Bill Evans.

Pianista de raza blanca, nacido bajo el signo de Leo en New Jersey, Estados Unidos. Madre inmigrante apasionada por la música. Muerto en la ciudad de Nueva York, a los 51 años.

Transitó con secuelas de la droga, la adicción cíclica y persecutoria en gran parte de su carrera. Lo llamaron “Poeta del Piano” por la creación de un estilo tan poderoso con apelaciones, casi exclusivas, al lirismo.

Distinguido como uno de los dos o tres pianistas más dotados de la historia del Jazz, que no dudó auto demandarse trabajo, en formato de muchas horas de ensayo, ante la más precoz sospecha de alguna carencia, razonamiento basado en su certeza, o creencia, que jamás se consideró poseedor de aptitudes naturales.

Desde mitad de los ’50 tocó con Charlie Mingus, Art Farmer, Lee Konitz, Miles Davis, Jim Hall, Stan Getz. El legado cosechado contaba las raíces de “Bud” Powell, Horace Silver, Nat Cole o George Shearing, con claros continuadores distinguibles: Chick Corea, Keith Jarrett, Herbie Hancock y hasta Michel Petrucciani.

Lo deleitaban, hasta el encanto, los Standards, por ejemplo las grandes composiciones de George Gershwin, Jerome Kern o Cole Porter, solo por citar algunos. También poseía una cuidadosa elección para “remontarlos” al aire, junto a sus composiciones, en su terreno y estilo propio.

La década del setenta le fue provechosa e intensa, al tiempo lo exhibió cada vez más refinado y con repertorio puntualmente ajustado. Pero no tuvo más tiempo. La vida no se lo dio.

El “cuadro” de su historia indica la existencia de una ruta que pasa por él, sus antecesores y seguidores. Más allá de éstos presentes e inmediatos en sus días cuando su vista iba hacía atrás, era ineludible que se topara con los gigantes de la “realeza” del género: el “Satchmo” Louis Armstrong, Duke Ellington, Count Basie, la “Lady Day” Billie Holiday, Ella Fitzgerald, sumando a Charlie Parker, Teddy Wilson, Benny Goodman y tantos más.

Nombres y discos que inyectaron, en sus oyentes, “esa cosa llamada swing”, maravilla del Jazz que obtuvo, para siempre, esos “gestos propios” tales como el movimiento de un pie en el piso, el golpeteo de la mano sobre la pierna, y un estirado “yes” de admiración o aprobación, listo para ser murmurado, por qué no convertido en un grito.

A un clic de distancia, para que comience a disfrutarlo quien, quizás, no lo escuchó antes o lo suficiente, pero asimismo estallen de placer sus admiradores eternos: Una hora y treinta y cinco minutos de actuación, publicados en YouTube.

Presentación sobre la que existen datos pero no precisiones (aún rastreando en muchas fuentes). Se trata del video de un concierto (según alguien llamado Anthony Williams, que se declara espectador del mismo), del trío de Bill Evans y su piano, a un lado Eddie Gómez en contrabajo, al otro Paul Motian a la batería.

Era el verano de 1968, segunda mitad del mes de julio durante una visita/gira artística a Europa, en el caso específico Inglaterra.

Ocurrió en el Ronnie Scott’s Jazz Club, llamado de igual manera “Ronnie Scott’s”, o “Ronnie’s”, famoso “templo” jazzístico ubicado en 39 Gerrard Street del Soho londinense. Allí, misma época, William John Evans grabó en un disco doble casi el mismo repertorio.

Cuídense.

Norberto Tallón.