La Guerra de los Tres Henri de Francia tuvo su lugar

Por Jorge Forbes, desde Francia, especial para DiariodeCultura.com.ar.

El Rey de Francia Henri III se acercó a Henri de Navarre, su primo protestante, ya que su reino estaba amenazado por parte de la Ligue Católica, dirigida por Henri de Guise. En diciembre de 1588, el rey convocó a ese poderoso príncipe a Blois para hacerlo ejecutar por su guardia personal. 

Refugiado en su Chàteau de Blois, el rey de Francia, Henri III, se levantó bien temprano como era su costumbre. Le gustaba el fulgor escarchado de la mañana, cuando  la luz toca las paredes. Ese día, 23 de diciembre de 1588, hacía un frío casi cortante. Instalado cerca de la chimenea, las llamas iluminaban su rostro. Escuchó los ruidos. Esperó sin hacer el mas mínimo gesto, concentrado en un objetivo, como un animal esperando a su presa.

La paz de Bergerac, esa tregua que había logrado instaurar durante 7 años entre católicos y protestantes, no era más que un vago recuerdo. La muerte de su hermano, el duque de Anjou, en 1584, dejando la corona sin heredero directo, despertó las ambiciones pero también las agitaciones.

Para el partido de la Liga, católico, era insoportable que Henri de Navarre, su primo protestante, fuera en adelante el presunto heredero de la corona de Francia. Y en primer lugar para Henri de Loraine, tercer duque de Guise, llamado «Le Balafré» (acuchillado en la cara): ese héroe de la Liga, reinvindicó de manera abierta la sucesión al trono.

DE GUISE TENIENTE GENERAL DEL EJERCITO

Desde hacía algunos meses, la supuesta tibieza e incluso complicidades, de Henri III, con los hugonotes eran criticadas. Incluso se hizo sospechosa. Esta hostilidad tomó proporciones inquietantes. La situación se degradó tanto en el verano que se vio forzado a abandonar París a la Liga luego de las Barricades el 12 de mayo de 1588. Este episodio revolucionario hizo de Henri du Guise el amo de la capital. El rey tuvo que atrincherarse en Chartres y luego en Blois, su residencia real en la Loire, una de las pocas que le eran fiel.

Arrinconado por las fuerzas católicas fanatizadas, logró apaciguar temporalmente la situación y satisfacer sus exigencias: firmó el edicto de Unión, texto de ley en el que excluía a todo príncipe protestante de sucesión a la Corona.

Declaró a Henri de Navarre despojado de todos sus derechos.

En cuanto a Henri de Guise, fue nombrado teniente general de las fuerzas armadas del reino. Pero los estados generales de Blois, convocados unos meses antes para restaurar su autoridad, lo convencieron de que no tenían otra elección que quitarlo de en medio.

Su plan fue concebido en el mayor de los secretos, con su guardia personal, los cadetes de Gascogne, llamados los 45. «Majestad, pareceis inquieto», le preguntó uno de los cadetes.»Desea volver atrás en su decision?». «Jamas», respondió el monarca indignado.

Se recuerda su furia durante los últimos estados generales cuando los diputados solo manifestaban el respeto al jefe de la Liga. Faltó muy poco para que no fuera desposeído del poder y se prometió a si mismo que las decisiones tomadas lo serian de manera unánime por las tres ordenes -clero,nobleza y tiers-etat (Estado llano)- serian leyes del reino.

Hizo responsable a Henri de Guise por esa afronta a su autoridad. «El duque de Guise puede llegar a ser uno de los hombres mas valiente y ágil de sus fuerzas armadas, pero todo pasará de la mejor manera, confíe en nosotros Majestad», murmuró el menor de los cadetes de Gascogne, con una mano sobre su espada.

El rey cruzó su despacho, aminoró la marcha delante de un espejo, contempló su jubón de terciopelo sedoso y sus aros pendientes de sus orejas. Abandonar París llegaba a tener algunos inconvenientes. Le permitía ser libre de, por ejemplo, vestirse como quisiera sin el riesgo de que se burlaran por su elegancia apretada, su falta de virilidad, reputación acentuada por la llegada de sus favoritos y de su casamiento con Louise de Lorraine, con la cual no concibió descendencia.

«No estoy inquieto por la operación, prosiguió el rey. les tengo una confianza total. Mi sola duda esta relacionada con la consecuencia de ese acto».

EL ASESINATO DEL DUQUE DE GUISE SUCITÓ UN DESENFRENO DE VIOLENCIA DE PARTE DE LA LIGA

El odio alcanzó tal paroxismo que temían las reacciones del pueblo cuando supiera del asesinato del duque. «Quien sabe lo que son capaces de hacer esos fanáticos religiosos», se preguntaban. 

Convocado para una sesión de trabajo, Henri, duque de Guise, se presentó una hora más tarde en el château. En el instante que ingresó en el gabinete del rey, uno de los cadetes lo agarró de un brazo y le pegó una puñalada; otro le inmovilizó las piernas y un tercero le asestó otra puñalada fatal en la garganta.

Un cuarto cadete le clavó su espada en los riñones. Habiéndose quedado en otra pieza, el rey no aguantó más y surgió con la espada en la mano. Contempló el cuerpo ensangrentado, la mirada vacía; antes de exclamar con un tono desafiante: «Mi Dios, que es grande! Parece mas grande muerto que vivo!». 

Al día siguiente, el cardenal de Guise, arzobispo de Reims y hermano del duque, también fue asesinado. A pesar del «golpe de Estado», los estados generales eran una fuerza de oposición. Estaban cerrados el 16 de enero de 1589 y el reino de Francia entró en pleno caos político.

HENRI DE NAVARRE SE TRANSFORMA EN HENRI IV

Como Henri III lo presentía la muerte del duque de Guise y de su hermano, suscitó un estado de violencia de los ligueros católicos contra él y los protestantes. El odio contra el rey, que intentaba recuperar la capital con la ayuda de Henri de Navarre, nunca fue tan fuerte. El 1 de agosto de 1589, Henri III fue asesinado por Jacques Clément, un monje dominicano fanatizado. Antes de morir el rey designó a su primo Henri de Navarre como su sucesor. Ultimo soberano valois, la rama joven de los capetos, Henri III le dejó su lugar a Henri IV, primer rey borbon.

Un protestante que debió convertirse al catolicismo para ser consagrado y, por supuesto, coronado.