En un apartamento aledaño a la Sorbona de París se hallan los restos de Célestine Arosteguy. Su marido, el famoso filósofo y escritor francés Aristide Arosteguy desaparece del lugar del crimen. Es un asesinato espeluznante, partes del cuerpo de la fallecida han sido guisadas en la cocina y posteriormente comidas. Ya está servida la mesa: jugoso asesinato caníbal y filosofía francesa. Se trata de “Consumidos”, publicado por Editorial Anagrama, donde el famoso cineasta canadiense David Cronenberg (Toronto 1943) despliega sus dotes chamánicas de contador de historias esta vez en formato libro.
Es una novela visual al cien por cien. En todo momento se perciben los supuestos “paneos” del cineasta, las escenas construidas como visión cinéfila, como si cambiara los encuadres y los planos y enfocara o desenfocara con ellos un terror y una visión de la sociedad moderna que su novela resume. Y es inevitable también que, por momentos, en la mente del lector, se mezclen algunas de las películas de la saga Cronenberg. La tecnología embutida en el horror genético de “La mosca”, la dureza de los personajes de “Crash” y “Promesas del Este”.
Con una veintena de largometrajes en cuatro décadas de carrera, David Cronenberg se ha consolidado como uno de los directores más provocadores, audaces e inclasificables del panorama internacional. Sus películas, que van desde los extremos del gore hasta transposiciones de novelas de escritores de culto (como Stephen King, J.G. Ballard, William S. Burroughs, Don DeLillo), son mordaces miradas a la sociedad de consumo y verdaderos tratados psicológicos sobre los aspectos más oscuros del alma humana. De toda su trastienda de horrores y tecnología llega “Consumidos”, una historia corrosiva, un viaje cronenbergiano hacia la descripción “patológica”del mundo.
En un mundo donde el consumismo ha alcanzado límites insospechados, consumir es ese “satisfacer necesidades” que se reproducen hasta el infinito en nuestros días y en el cual parece ahondar la novela. No solo el filósofo ha “consumido” a su esposa, obsesionado con la idea de que en su pecho habitaban insectos. Todos consumen o son consumidos de alguna manera. Noami es un caso típico de alienación moderna: no puede hablar de nada sin consultarlo con la red y su relación con Nathan es casi puramente tecnológica, con algún que otro encuentro carnal para mantener la ilusión. Dos periodistas poco escrupulosos que se adentran en la aventura que se oculta detrás del atroz asesinato de la esposa del filósofo.
“Consumidos es tan inquietante, oscura y fascinante como las películas de Cronenberg”, dice el propio Stephen King, de quien el autor filmara la adaptación al cine de “La zona muerta” (1983) y con quien mantiene una estrecha relación desde entonces. Al igual que sus películas, “Consumidos” está ambientadas en escenarios cotidianos y urbanos, una de las constantes en la filmografía del director canadiense. Google, Skype, Facebook, Mac, ciber, tachonan una y otra vez un texto cargado de actualidad.
Los elementos básicos del canon de Cronenberg aparecen en todo el libro. Los que contrapone a la estética clásica, basada en la armonía, una estética basada en la asimetría, la deformidad y la patología. Si está recto con Cronenberg se tuerce para, en esa forma, ilustrar nuestra época desde otra visión, la que no se contenta, la que busca otras maneras de contar y describir el mundo.
Es su primera novela, pero para este gurú de las historias solo se ha cambiado el formato. Es conocido el hecho de que Cronenberg no solo ha escrito cantidad de guiones sino que incluso a osado reescribir textos de grandes escritores solo para “hacerlos suyos”. Siempre que ha adaptado sus films a las voces de otros, ha sabido hacer escuchar la suya. En “Consumidos” esta voz ya no necesita compañía, se define por sí misma, hecha a andar sola en busca de las pulsiones viscerales e intelectuales de sus lectores.
Por: Matías Crowder.