Inmerso en la soledad
desigual de este domingo
con paciencia intento encontrar
a mi mundo un sentido.
Mi mundo es pequeño
pero también es profundo,
la soledad lo habita
más allá de sus muros.
Mi mundo está hecho
de recuerdos difusos,
de sombras, de pliegues
y de sueños minúsculos.
En él el tiempo
fue consumiendo voraz
aquellos reductos
que a fuerza de ansias
supe encontrar.
Parafraseando a Vallejo
no quisiera acabar
mi vida un domingo,
tal vez un viernes
o un sábado, quizás.
Morir un domingo
sería una muerte fugaz,
indiferente e incierta
sin fecha ni hogar.
Morir un domingo
sería derramar
el último suspiro
en un pozo banal.
Por eso un domingo
escribo estos versos,
buscando ahuyentar
el maleficio del destino
para que la muerte se apiade
y no me lleve un domingo.
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Alejandro Casas es Abogado, docente y escritor.