La noche es una mujer
desnuda y sin contratiempos
de tersa y fresca piel
que eriza los pensamientos.
Sus manos se multiplican,
revuelven mis sentimientos,
y en vano intento abrazar
el ardiente fragor de su cuerpo.
La noche es dúctil y emerge
desde el oscuro silencio,
sus labios húmedos rebasan
de pasiones sin tiempo.
En ella hurgó el poeta
tejiendo con penas sus versos,
y solitario lloró el profeta
sus pecados y sus miedos.
De la simiente eterna
dos amantes emergieron
para que otra vida siguiera
desandando el mismo sendero.
Bajo sus brazos se desvelaron
náufragos y odiseos
que un día se cansaron
de luchar por sus sueños.
Hay dioses y diosas,
duendes y hechiceros,
idealistas desconsolados
y aves, surcando su cielo.
En ella navegan sin rumbo,
erráticos, los recuerdos,
perdiéndose en lo profundo
de derroteros inciertos.
En su regazo bifronte
de madre y amante ardiente
yo me recuesto esta noche
anticipando, otra vez, mi muerte.
Alejandro Casas es Abogado, docente y escritor.