La Bahía no deja de sorprenderme, siempre que la visito tiene algo para ofrecerme. Una vez más, la curiosidad, me llevó hasta un lugar en donde un centenario puente de hierro, une a dos de las más antiguas ciudades del Brasil “Sao Félix”, de un lado y “Cachoeira”, del otro.
Allí, el mar se mezcla con las aguas dulces del Rio “Paraguaçu” como si fuese un brazo de la “Bahía de Todos los Santos”.
“Cachoeira”, fundada en 1674 por el célebre naufrago portugués Diogo Álvares Correia, una de las joyas arquitectónicas de la época de la colonia en el Brasil. Por ese corredor marítimo pasaba gran parte de la producción agrícola del interior.
El puerto de “Cachoeira”, era la conexión que acortaba el camino entre el interior campesino y la capital bahiana. Todo era producido en aquellas haciendas: azúcar, hierbas, cuero, tabaco y otros productos, incluso el oro, extraído de las profundidades de Minas Gerais, era transportado por troperos hasta la ciudad y de allí en barco hasta el puerto de Salvador.
Era una región de verdadera efervescencia cultural. La propia arquitectura muestra la riqueza que por entonces ostentaba la ciudad, era tan rica que luego fue declarada Patrimonio Histórico con el título de Monumento Nacional.
A mitad del siglo XX, “Cachoeira”, fue uno de las orbes más prosperas del nordeste ya que atraía a comerciantes de todo el Brasil, donde aristócratas de la agroindustria y grandes terratenientes de aquella época se daban cita para usufructuar los beneficios del lugar.
Sus calles, residencias y caserones de lujo fueron construidos con el dinero obtenido de la producción de azúcar y mano de obra de “negros” esclavos. Aquella región del “Reconcavo Bahiano”, fue una de las pioneras del Brasil en la compra de mano de obra encadenada para trabajos forzados.
El ingenio «Vitoria» era uno de los más grandes de la Bahía que destacó en la producción azucarera hasta 1950. En la actualidad es una mansión en ruinas en las márgenes del Rio “Paraguaçu”.
Las investigaciones revelaron que trabajaron unos 40 mil esclavos en los ingenios de la región. Fue este lugar, el pionero en la explotación del trabajo negrero por la relación hostil entre los sometidos y sus patrones.
El régimen de trabajo consistía en pocos derechos y mucha sanción, era una práctica común la violencia ejercida mediante el castigo donde los esclavos eran amarrados a un tronco de árbol conocido como “Pelourinho”, y azotado a latigazos hasta dejarlos sin aliento o sin vida.
Del sufrimiento en las “Senzalas” (morada de esclavos), surgió la cofradía religiosa: “Irmandade da Boa Morte” (Hermandad de la Buena Muerte), devoción de casi 200 años.
En la Iglesia Católica, las mujeres rezaban para la Virgen María (Nossa Senhora), en los terreiros* homenajean a los orixas, los dioses del “Candomble”.
En los tiempos de esclavitud, los “negros”, estaban prohibidos de practicar el culto a las divinidades africanas, por eso buscaron en los santos católicos una semejanza con los orixas de esta manera se formó ese sincretismo manifiesto en los terreiros bahianos.
Es en la Iglesia Católica que la “Hermandad de la Buena Muerte”, hace una de las fiestas más tradicionales del “Candomblé”. La procesión recorre las calles de “Cachoeira”, con la imagen de “Nossa Senhora”, y de esta manera agradecen la liberación de los esclavos.
Al frente del cortejo, el sacerdote católico y las “Madres y Padres de Santo”, (Líderes místicos de “Umbanda” y “Candomblé”), tomados de sus brazos, dan el ejemplo a las diferencias religiosas en una muestra de respeto mutuo.
La “Bahía de Todos los Santos”, purifica imaginariamente el espíritu de los católicos y el de las religiones africanas, ya sea en los templos o en las aguas de ese estuario.
(*) Palabra con la que se designa a los lugares de culto de las religiones afro-brasileñas.
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