Existen acontecimientos fidedignos en Brasil que recuerdan a muchos héroes anónimos que han logrado cambios importantísimos, en relación con algunas reglas correctivas utilizadas, en otro tiempo, por las Fuerzas Navales.
La historia que les relato comenzó el 22 de noviembre de 1910 y se la denominó “A Revolta de Chibata” (La Revuelta del latigazo). Fue la rebelión militar realizada por los soldados de la marina brasileña en la que, mediante un motín, tomaron el control de dos navíos acorazados que estaban atracados en la costa de Río de Janeiro.
El conflicto estalló debido a la insatisfacción de los marineros alistados, ante los azotes que recibían por cualquier infracción, por mínima que fuese.
El castigo, mediante el uso del látigo, fue una práctica antigua en la marina brasileña que databa desde la independencia del país y se basaba en un código portugués llamado “Artículos de Guerra”.
Los historiadores narran, basados en relatos de los participantes de aquellos eventos, que poco antes de iniciar un viaje en un acorazado, por el litoral marítimo chileno, los reclutas ya habían manifestado su desagrado por el método empleado en el escarmiento.
Existen testimonios que indican que en ese desplazamiento al país trasandino, mientras azotaban a un tripulante, el resto de los compañeros gritaba y silbaban al unísono con cada golpe de fusta, asistidos por tripulaciones de navíos extranjeros que presenciaban la escena, ya que ese escarmiento, solamente, existía en Brasil.
La insurrección representó mucho más que una discrepancia con la sanción violenta; también fue un reclamo contra el racismo y las diferencias sociales, ya que la cúpula de oficiales de la Marina de Brasil estaba compuesta por hombres blancos, mientras que los soldados rasos y otros integrantes del mando militar, eran negros y mulatos.
El movimiento de revolución comenzó cuando los soldados tomaron el control de los buques de guerra, “São Paulo” y “Minas Gerais”, en aquel noviembre de 1910, cuando apuntaron los cañones de los navíos para Río de Janeiro y amenazaron disparar si no se aceptaban sus reivindicaciones, -existe la versión de que solo tiraron un cañonazo que dio en una favela y mató a algunos niños-, la petición fue enviada al entonces Presidente de la Nación, Hermes da Fonseca, y escrita por el marinero Adalberto Ferreira Ribas.
Si bien las negociaciones fueron dentro de un marco de armonía, se les dijo a los soldados que no habría represalias y que la serie de peticiones y derechos aceptados en ese momento, se respetarían. Dentro de ese convenio, se prometió amnistía para los involucrados en la cuestión, un juramento que nunca se cumplió.
La revuelta fue sofocada con mucha violencia y los sitiados en el alzamiento detenidos en la “Isla de la Cobras”, mientras que otros que apoyaron el incidente fueron aprisionados en un navío que enviaron al estado de Acre, donde se les determinó trabajos forzados en el medio del monte y en la región donde estaba siendo construida una vía férrea.
- Isla de las Cobras
Todo acto de sublevación tiene un líder y en este caso fue el llamado “Almirante Negro”; su nombre, João Cândido Felisberto. Fue uno de los “ilustres”, habitantes del calabozo, para seis prisioneros, compartido con 17.
Allí, en la “Fortaleza de São José”, en el Batallón Naval, el líder llegó a pasar hasta tres días sin comer o beber bajo un sol escaldante con el pretexto de desinfectar la celda. Solo dos presos sobrevivieron: el “Almirante Negro” y Joao Avelino Lira. Los restantes perecieron de hambre y asfixia.
La odisea de João Cândido no termino ahí. En abril de 1911, fue enviado al “Hospital Nacional dos Alienados” (Locos), donde subsistió durante dos meses. Posteriormente, el director de esa institución, Juliano Moreira, determinó que el interno no tenía nada de loco y lo regresaron a prisión, en la que sobrevivió a dos intentos de asesinatos.
- Juliano Moreira
Un año y medio después, un 29 de noviembre de 1912, lo llevaron a juicio y, a pesar de ser absuelto, fue expulsado de la marina. Para sobrevivir, se dedicó a vender peces con una canasta en las calles.
En marzo de 1953, cuando se enteró de que el acorazado “Minas Gerais” seria vendido como chatarra a empresarios italianos, don João Cândido se subió en su modesto bote, llamado “Tres Marías”, y remó hasta el navío. Allí, le dio un largo beso de despedida al casco oxidado y a punto de hundirse, y regresó cabizbajo a su modesta residencia.
:::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::
Alberto Antonio Curia es Consultor Turístico y Agente de Viajes.
Brindamos un servicio exclusivo y personalizado de paquetes turísticos a todos los destinos de Brasil. Nuestra agencia es atendida por profesionales capacitados y con experiencia en el área de turismo.
Proyectar un buen viaje es fundamental para disfrutar mejor los destinos turísticos que Brasil tiene para ofrecer: Cataratas del Iguazú (Foz do Iguaçú), Recife, Río de Janeiro, Búzios, Cabo Frío, Arrial do Cabo, Río das Ostras, Salvador Bahía, Porto de Galinhas, Florianópolis, Balneario Camboriú, Governador Celso Ramos, Itapema, Fernando de Noronha o el destino que usted proponga.
Nuestra agencia selecciona prestadores de servicios de alta calidad y nuestros paquetes de viajes, en todos los destinos brasileros, incluyen vuelos, hoteles o departamentos de 2, 3 y 4 ambientes, excursiones, transfers, etcétera.
Informes: [email protected]