El consumo de café aumenta en el mundo y en Brasil, en el transcurso de los próximos años, se espera un crecimiento estimado en un 34%.
Este insumo popular llegó al norte de Brasil, a la ciudad de Belém, en 1727, llevado desde la Guayana Francesa por el sargento Mor Francisco de Melo Palheta, a pedido del gobernador de Maranhão, quien lo había enviado a la Isla francesa con esa misión ya que en aquellos tiempos el café era de gran valor comercial.
El sargento Palheta obtuvo de la esposa del gobernador de Cayena, capital de la Guayana Francesa, un brote de la planta de café Arábigo, viajó a Brasil y llevó consigo la especie de manera clandestina, escondida entre sus pertenencias.
Por la excelente condición climática, el cultivo se propagó con rapidez y comenzó su comercialización en el mercado interno. Pasó a tener suma importancia en los estados de Maranhão, Bahía, Rio de Janeiro, San Pablo, Paraná y Minas Gerais.
Según destacan los historiadores, en muy corto tiempo la infusión tuvo una posición importante en la economía brasileña.
En sus inicios, la producción cafetera se desenvolvió con total independencia y con recursos nacionales, constituyéndose en la primera producción generadora de capitales para el país.
A partir de 1825, en el Valle de Rio Paraíba se estableció una verdadera cultura de consumo que marcó la creciente economía en este territorio.
A fines del siglo XVIII, la manufactura cafetera en Haití, principal exportador mundial del producto, entró en crisis debido a la larga guerra de la independencia con los franceses. A partir de ese evento, Brasil se hizo fuerte, ganó mercados y pasó a exportar con regularidad.
El primer embarque se realizó en 1779, con la efímera cantidad de 1.200 kilos para alcanzar en 1806 exportaciones que superarían 1.200.000 kilos.
A partir de allí y casi por un siglo, el café fue la gran riqueza brasileña, y las divisas generadas por esa economía aceleraron el crecimiento de Brasil insertándolo en el comercio internacional.
La cultura cafetera ocupó valles y montañas y posibilitó el surgimiento de ciudades con el desarrollo de importantes centros urbanos por todo el interior del estado de San Pablo, sur de Minas Gerais y norte de Paraná.
Vías férreas fueron construidas para permitir el traslado del grano de café, que también abrió el camino para la exportación de otras mercaderías.
El cultivo del café trajo grandes contingentes de inmigrantes y consolidó la expansión de la clase media obrera, con el aporte cultural de las distintas naciones.
La riqueza fluía por los cafetales, la muestra de todo esto se evidenciaba en las mansiones de los hacendados, con sus costumbres europeas. Se creaban en los pueblos salones culturales. Se edificaron teatros y la vida social cobró otro matiz.
Durante décadas, Brasil creció movido por el hábito del cafecito servido en las confiterías de todo el mundo. Fue una época de grandes eventos sociales; desde los conflictos raciales, hasta el dominio de nuevos partidos políticos, el derrumbe de la monarquía y la abolición de la esclavitud.
El café brasileño más conocido en el mundo es la variedad Santos. Lleva el nombre del principal puerto santista, que determinó la creación del Café Tipo Santos.
Después de una larga crisis, en 1870, la caficultura nacional se reorganizó y se estableció en todas las regiones del país.
El café continúa floreciendo en la actualidad y es uno de los productos más importantes para Brasil, que se transformó en el mayor productor mundial y está en segundo lugar en consumo.
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