Cuando hablamos de esclavitud propiamente dicha, en los siglos pasados y, en especial en Brasil, y de lo mucho que sufrieron los africanos arrebatados de sus lugares de origen, es difícil no pensar en los comerciantes portugueses, ingleses y españoles que sobrellenaban las bodegas de los navíos de negros esclavizados.
La esclavitud es más antigua que el tráfico, se remonta a los albores de nuestra historia, ya que dentro de las aldeas africanas, los poblados vencidos en batallas, eran tomados como rehenes por sus conquistadores.
Hoy, transcurrido el tiempo y buceando en el pasado, encontramos que las mujeres negras sufrieron mucho en aquellos tiempos. Los señores de los ingenios azucareros las usaban como cocineras, niñeras, amas de leche y porque no, de amantes.
Había un marcado dominio de las clases sociales donde era notorio quien era superior y quien no lo era. Estas “negras”, pese a ser consideradas como una clase inferior, sirvieron para amamantar a los hijos de los que eran sus dueños.
El trabajo como servicio doméstico, fue una constante en la vida de las mujeres negras y aunque no las conformaba, en algunos casos, les valía como puerta de entrada al mercado laboral. Su condición de esclavas las limitaba a que fuesen usadas y explotadas en todo tipo de tareas.
En este contexto de esclavitud, el papel de la organización y cuidado de la casa grande (casa patronal), estaba a cargo de las empleadas negras, en tanto que las mujeres blancas tenían como principal ocupación, dentro del hogar, establecer el orden y el buen funcionamiento.
El sistema de trabajo era dividido por tareas. Cada esclava ejercía una función diaria: algunas cuidaban de los niños y otras se dividían en otros sectores.
Las criadas negras hacían un puente entre las senzalas (casa tipo barraca de esclavos), y el interior de la casa principal.
Las mujeres negras más lindas eran elegidas por los señores propietarios, de ellas y de las tierras, para ser sus concubinas, sirviendo de objeto sexual sin ningún tipo de piedad. Estos terratenientes eran despiadados, no les importaba si eran casadas desde antes de ser cautivas, si tenían hijos pequeños o si estaban debilitadas.
Por ser elegidas, sufrieron por parte de las mujeres blancas, tratos con castigos violentos. A las dueñas de casa, hasta les llegó a molestar la perfección y la blancura de las dentaduras de las africanas.
En medio de tantas reglas de obediencia entre esclavos y déspotas, la relación era bastante tensa, de hecho no fue común que muchos cautivos resistieran a su condición. Eran muy frecuentes los suicidios colectivos e individuales y/o abortos inducidos. Aunque parezca una acción terrible en estos tiempos, para muchas madres era mejor no dar vida, que dejar a su hijo nacer y vivir en condiciones inhumanas.
Incontables esclavos en su vida adulta no superaban los 12 años de trabajo, debido a la rudeza de las tareas, la mala alimentación, la falta de higiene y la negada atención médica. En esa situación tenían que abandonar el trabajo y eran sustituidos por sus hijos.
Demás está decir que por cualquier equivocación en lo laboral o en su accionar cotidiano, recibían duros castigos y eran encadenados para evitar fugas.
Otros, cansados de tanto mal trato, huían hacia los “quilombos” (refugios con características de aldea a los fines de iniciar una nueva vida en libertad, huyendo de sus dueños).
Cerca de la abolición de la esclavitud (13 de mayo de 1888), algunas cautivas negras se tornaron “Esclavas de Ganho”. Eran aquellas a quienes se les permitía obtener una paga por sus servicios fuera de la “Casa Grande”. Así fue como se convirtieron en vendedoras ambulantes de pasteles, peces, acarajé, lavanderas de ropa y otros.
La mayor parte del dinero recaudado era para sus patrones, quedándoles a ellas un porcentaje menor. Muchas ahorraban ese dinero para comprar la “Alforría” (su libertad).
Los hombres también tuvieron su oportunidad, en tanto que se despeñaron como zapateros, barberos, o estibadores.
El triste período que marca la esclavitud en el Brasil en los siglos XVII y XVIII, dejó heridas muy hondas en el sentir de los hombres y las mujeres de raza “Negra”.
Incontables apellidos que se repiten en este país, son originarios de los ancestros que portan en sus documentos el de sus antiguos dueños.
Cabe recordar que los esclavizados eran desposeídos de todas sus pertenencias, entre ellas, sus documentos originales, de allí que pasaban a apellidarse con el nombre de sus amos.
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