Víctima de un impacto ambiental lento y continuo, esta villa de pescadores, con un pequeño puerto que cimentó el destino económico de sus pobladores, va perdiendo territorio por el avance de las aguas que destruyen la costa y gran parte de sus construcciones, desde hace 40 años.
Su nombre “Atafona”, municipio de Sao Joao da Barra, ubicado al norte del estado de Río de Janeiro, lindero con Espíritu Santo.
Este poblado diminuto vio como fue absorbida por el mar su principal arteria, la “Avenida Beira Mar” y, junto con ella, en las últimas dos décadas, más de 200 casas, comercios y cerca de 14 manzanas con sus respectivas moradas, también desaparecieron.
Año tras año, le llega el turno a una nueva familia que enfrenta la pérdida de su inmueble, ante el avance inexpugnable de la naturaleza que le sigue ganando espacio al territorio.
A pesar de toda esta problemática, muchos moradores insisten en permanecer en el lugar y no abandonar sus propiedades, quizás por arraigo o, simplemente, por no tener hacia dónde ir.
Algunos vecinos adjudican este fenómeno a la llegada del fin del mundo. La ciencia lo explica con el testimonio de la geóloga Tainá Paiva Pereira, quien dice: “Atafona” fue construida en la desembocadura del Río Paraíba do Sul, donde el agua y sedimentos, traídos por el río, se encuentran con el mar. La diferencia de energía entre ellos, provoca un movimiento entre los sedimentos que llegan a este estuario.
“Atafona”, sufre un proceso de erosión costera, que consiste en la separación de los residuos por el oleaje, que son transportados por las corrientes marinas y la ayuda del viento. La erosión podría deberse a causas naturales o ser producida por la acción humana. Cuanta menos agua tiene un río, menor es su capacidad de transportar residuos y con la disminución de ese material que llega, mayor será la tasa de destrucción del litoral.
Más allá de las causas naturales como la sequía, la construcción de represas y el uso del agua del río para abastecer a las ciudades o la arena para su uso en la construcción, son factores que agravan el proceso.
El mar avanza cerca de tres metros por año en el pequeño poblado de “Atafona”. Si usted visita el lugar cada 6 meses, se encontrará con un paisaje distinto cada vez.
El panorama es totalmente desolador y este distrito, que supo tener como medio de vida el trabajo de sus pescadores o los obreros del frigorífico, lentamente ven derrumbarse parte de las instalaciones y con ello también su futuro. Van perdiendo las esperanzas, pese a que las autoridades hablan de una obra que detendría el avance de las aguas.
La incredulidad de los pobladores se ve reflejada en uno de los tantos escritos en muros de viviendas destruidas, lo que marca una realidad que asusta: ‘’Visite “Atafona” antes de que acabe’’.
Este distrito pequeño, distante a 321 kilómetros de la capital de estado, que supo ser sinónimo de estatus por sus casas veraniegas, donde las damas paseaban su elegancia a la “beira mar”, hoy agoniza lentamente ante el avance del mar.
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Alberto Antonio Curia es Consultor Turístico y Agente de Viajes.
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