Existen destinos que marcan un antes y un después de los distintos recorridos turísticos. Desde que se implementó el paseo a la luz de la luna en las Cataratas del Iguazú todo cambió en esta latitud de la tierra colorada, porque quienes visitábamos el recorrido durante el día y nos encantábamos con los maravillosos saltos, como lo hace cada visitante en la tradicional senda, ahora cuando nos adentramos en el paseo nocturno y escuchamos el murmullo del agua, cuando la noche nos va envolviendo con su negra oscuridad, allí aparece la luz majestuosa de la luna llena. Es el momento que la magia de la naturaleza se aprecia en todo su esplendor y se vive una experiencia pocas veces disfrutada.
Son miles de turistas que cada día se adhieren a visitar una de las siete maravillas naturales del mundo cuando se produce el fenómeno lunar, y es allí donde la noche le gana espacio al sol que pausadamente se va escondiendo, dando lugar a las estrellas -que en este paraíso parecen más todavía-, y una cantidad enorme de las distintas especies animales comienzan a movilizarse por la amplia extensión del parque nacional Iguazú.
En el trayecto por la pasarela que tiene como destino final la Garganta del Diablo, se escucha el sonido de las aguas afluentes del rio Iguazú y la bruma humedece los rostros como una suave caricia que reconforta a los visitantes principalmente en el calor de las noches veraniegas, hasta que de pronto a lo lejos se asoma entre las palmeras una magnífica luna llena como corolario de un espectáculo inigualable.
El astro satelital se muestra imponente destellando su tonalidad rojiza, por momentos anaranjada, que pintan de plateado las aguas que caen en el salto más importante del circuito cataratas mezclándose con los diversos arcos iris atravesados por los vencejos que se ocultarán en las rocosas paredes detrás de los saltos.
La noche tiene ese hechizo tan particular que al brillar de la luna llena muestra una postal diferente y en medio de la selva con el ruido inconfundible de una rama que se quiebra, el coro de las cigarras y hasta el agónico sollozo del Urutaú – ave de la familia de los nictibideos cuyo nombre de origen guaraní significa “ave fantasma”, de habito nocturno-, que se oculta como si fuese la rama de un árbol, su canto es prácticamente fantasmal, da la impresión de escuchar a una mujer llorando o quejándose mucho.
Esto es parte de lo que ofrece la tierra de las cataratas, un sinfín de sensaciones que lo ve obligado a disfrutar de una manera quizás para muchos insospechada ya que generalmente la mayoría de los visitantes vienen para realizar el circuito diurno tradicional, más el ofrecimiento de las distintas agencias de turismo receptivo con el aporte de los guías del parque, convencen al turista a realizar la caminata nocturna.
Cataratas del Iguazú a la luz de la luna llena un paseo único, un encuentro con la naturaleza en la quietud de la noche que le hace vivir un encuentro con este majestuoso paisaje elegido por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad.
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Alberto Antonio Curia es Periodista y Consultor Turístico