Es muy común cuando se transita las calles de Foz do Iguaçú, en Brasil, ver a cada paso y en todo lugar a personas que marcan la característica de sus habitantes en la triple frontera con la presencia de inmigrantes árabes radicados aquí. Por ejemplo, las mujeres musulmanas visten su característico hiyab, que cubre el cabello, las orejas y el cuello y solo dejan al descubierto el óvalo del rostro, mientras que a los hombres se los descubre hablando en el idioma de su país de origen.
La migración árabe tuvo inicio en el siglo XIX y se profundizó después de la caída del Imperio Otomano, luego de finalizada la Primera Guerra Mundial y también al término del segundo conflicto bélico mundial.
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En América Latina, las mayores comunidades árabes se encuentran en Brasil, Argentina y Chile y como sucedió con la mayoría de los inmigrantes europeos, la búsqueda de trabajo y mejores condiciones de vida fue uno de los principales motivos que trajo a los árabes a esta región del continente.
A la triple Frontera fueron en los años cincuenta, cuando prosperó la llegada de sirios, palestinos y mayoría de libaneses, principalmente. Con la valorización de la región, se observó la mejora en la infraestructura del transporte y otros aspectos que hicieron más tentadora la venida desde los países asiáticos.
Esta comunidad fue ganando consenso por la importancia que le dio al comercio en general, ya que en Ciudad el Este realizaron grandes inversiones comerciales propiedad de árabes. El inicio de la construcción de la Represa Hidroeléctrica de Itaipú generó la llegada de muchos obreros, que consumían sus servicios. En la actualidad, son oferentes de una enorme cantidad de productos de todos los rubros.
La gran mayoría de los comerciantes sirios, palestinos o libaneses viven en Foz do Iguaçú y cuando el sol va cayendo lentamente sus comercios en el lado paraguayo cierran. Es el momento donde el rio Paraná se observa de un color dorado-rojizo desde el hito que separa las fronteras. Es ese momento cuando el puente de la Amistad comienza a tener calma y los empresarios islámicos regresan a sus hogares en la ciudad brasileña.
Como no podía ser de otra manera, la parte religiosa tiene gran importancia dentro de los inmigrantes musulmanes que son aproximadamente 20.000 y para ellos es un orgullo visitar a la Mezquita Omar Ibn Al-Khatab, que abriga a quienes profesan la religión islámica.
Las obras de este templo religioso se iniciaron en 1983 y finalizaron cuatro años después; fue un proyecto audaz, magnífico, de arquitectura islámica, con una cúpula de concreto que la caracteriza como uno de los edificios más lindos de la ciudad. Tiene una capacidad de hasta 580 personas, su base es octogonal y cercada por arcos. Su interior es cargado de detalles con arabescos y sus paredes adornadas con motivos religiosos.
En la parte exterior, desde sus torres -llamadas minaretes-, de 31 metros de altura, llaman cinco veces al día a la oración.
La dirección es Rúa Meca 599, en el barrio de Jardín Central y su horario de atención es los lunes de 14 a 17,30; de martes a sábado, desde las 8,30 hasta las 11. y de las 14 hasta las 17,30. El valor de la entrada para ingresar es de unos 6.000 Pesos argentinos.
Para redondear una visita completa, el visitante puede degustar frente a la mezquita una gran variedad de productos árabes en la dulcería Albayán o bien comprar souvenirs decorativos, aceites y recuerdos en precios variados en el comercio Kapadokya.
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Alberto Antonio Curia es Periodista y Consultor Turístico