Un ardiente defensor de la Revolución, Mirabeau, cuyo verdadero nombre era Honore Gabriel Riqueti, se entrevista secretamente con la reina en el château de Saint-Cloud a principios del verano de 1790. Ese juego confuso ensuciaría su memoria.
Saint Cloud, 3 de julio de 1790. Muy temprano, en momentos en que la bruma se elevaba sobre Paris, un carruaje atravesaba la ciudad a toda velocidad. Eran apenas las 7 de la mañana y la temperatura ya era alta.
El pasajero cubría su cara con el cuello de su abrigo para no ser reconocido, iba a toda velocidad hacia el château de Saint Cloud, en donde residía la reina durante el verano. Honoré-Gabriel Riqueti, conde de Mirabeau, llamado habitualmente Mirabeau, era conocido por ser un gran orador y poseía una fealdad insigne.
- Château de Saint Cloud
Su rostro había sido desfigurado, a los 3 años, por la viruela y esa desgracia física marcó su destino. «No conocen toda la fuera de mi fealdad», tenía por costumbre lanzar a todos aquellos que se le cruzaban en su camino. Al fondo del carruaje, Mirabeau, reflexionaba sobre su cita con la reina. Con este encuentro esperaba poder cambiar el curso de la Revolución. Ni mas, ni menos!
Desde hace varios meses, le escribía al rey, a escondidas, a quien le aconsejaba ser más firme al mismo tiempo de que aceptara el principio de la monarquía constitucional. Pero el rey no tomaba en cuenta ninguno de sus consejos.
Esta reunión con Marie-Antoinette era la última oportunidad de salvar la monarquía. Mirabeau lo sabía, los diputados mas extremistas de la Asamblea Nacional -Robespierre, Danton, Marat- solo tenían una idea «in mente»: abolir lo que quedaba del Ancien Régime (Antiguo Régimen) y aniquilar al rey y a su familia.
Una fuerza de espíritu prodigiosa
Mirabeau sentía que solo él podía salvarlos, era la misión de su vida. Descendiente de una pequeña burguesía de Aix-en-Provence, eligió poner su elocuencia al servicio de la Revolución y del «tercer estado», contra los privilegios que aborrecía. Pero no quería desdecirse de su historia, ni del pasado al que pertenecía y en el que creía.
Luchó a favor de una monarquía parlamentaria inspirada por Inglaterra y que fuese instaurada en Francia. Cuando el carruaje cruza y pasa las rejas de la entrada del château, Mirabeau, miró hacia los bosquecitos en medio de la gravilla. «La vez?», le pregunta a su sobrino, que oficiaba de cochero.
La reina estaba cerca de un matorral de espinos que había perdido todas sus flores, aún así, rodeaba su silueta esbelta y coronada, la desaparecía. Marie-Antoinette era como ese macizo, frágil y liviano.
- Marie-Antoinette
Obligada a irse de Versalles era ahora, con el rey y sus hijos, prisionera del pueblo de París, que los odiaba.
Tembloroso, Mirabeau, se ajustó la chaqueta y se alisó el cabello. Estaba muy emocionado de encontrarla, frente a frente. Delante de Marie-Antoinette se inclinó en una profunda reverencia. «Majestad estoy muy honrado de que haya aceptado recibirme».
La reina lo recibió seria, con una dolorosa expresión en su cara. «Deje de lado esas demostraciones, Monsieur, usted no tuvo ninguna atención, ni deferencia cuando acababa de perder a mi hijo, mientras usted atizaba el odio de los diputados del «Tercer Estado» contra nosotros», le espetó.
Recordó el anuncio de la muerte por enfermedad del delfín Louis-Joseph, en momentos en que la sesión de los Estados generales venían todavía de una situación complicada.
A la molestia, se le sumaba el sentimiento de admiración hacia la reina. Era tal como la imaginaba. «Una fuerza de espíritu prodigiosa: tiene el coraje de un hombre».(sic)
Al verlo de cerca, la reina, se sintió afectada por su aspecto. A pesar de su malformación o, a lo mejor por causa de ella, una fuerza emanaba de él. «Usted quería verme para que escuche esos consejos que el rey no escucha y que yo podría ayudarlo a usted para que el entienda?». En un acceso de fervor, se prosternaba a sus pies y le toma las manos. «Majestad, usted debe confiar en mi. El rey debe restablecer su poder»…
- Marie-Antoinette y Luis XVI
«La autoridad que usted contribuyó a destruir?». En ese instante de coraje, la reina volvió a pensar en esa frase que pronunciara delante de uno de sus consejeros: «No seremos jamás tan desdichados e infelices para estar reducidos a la pena extrema de tener que recurrir a Mirabeau».
«Majestad usted sabe los riesgos que corro al venir hasta aquí. Seria acusado de alta traición. Pero quiero ayudarla. Jamás concebí la revolución como un objetivo en sí. La monarquía debe remontar esta crisis! Pero para eso, el rey no debe aceptar más de ser tratado así. Encerrados en las Tullerías, vuestro fin esta muy cercano».
La muerte ronda alrededor de la familia real
La reina, lúcida, percibe inmediatamente la verdad de esas palabras. Desde que se fueron de Versalles, la muerte ronda de un lado a otro en el château de las Tullerias, donde la familia real pasó el invierno. Mirabeau, tomó su silencio como un estímulo. «El rey debe crear un partido que lo apoye; no dudar en ir a corromper a sus adversarios, elegir otra Asamblea, no tener miedo de ir al choque. Los ejércitos de Vendée lo apoyaran y acudirán con ellos sobre París. «Así instaurareis una monarquía constitucional, único régimen bien deseable».
Marie-Antoianette recordó sus conversaciones con su amigo Axel de Fersen, quien le suplicó partir de Francia y huir a reunirse con su hermano, el emperador de Austria.
- Axel de Fersen
«Voy a hablar con el rey, murmuró, con voz grave. Pero usted sabe como teme hacer correr la sangre de su pueblo». Antes de retirarse, Mirabeau, besó la mano de la reina. «Majestad, si escucháis mis palabras la monarquía esta salvada». Unos meses más tarde, la reina intentó convencer al rey de tomar el control de las cosas. Hay que aceptar la Revolución o tomar las armas siguiendo los consejos de Mirabeau.
Este, siguió enviándole notas y consejos para demostrarle lo bien fundado de su gestión, en tanto que, en la Asamblea Nacional, seguía con sus injurias contra los nobles. Pero el 2 abril de 1791 un evento disipó las últimas dudas del rey. «Majestad, Monsieur Mirabeau ha muerto». En junio del mismo año Marie-Antoinette y el rey aceptaron finalmente el escenario de la huida a Varennes con el conde de Fersen, un episodio que precipitaría el fin de la monarquía.
- Panteón
Fue un héroe de la revolución. Mirabeau fue transportado al Panteón por la Convención, pocos días después de su muerte. Luego de la caída del monarca, algunas cartas de Mirabeau fueron descubiertas en los armarios del rey y fue considerado un traidor de la Revolución. Su féretro fue retirado del Panteón. Ël, había declarado antes de morir: «llevo en mi corazón el duelo de la monarquía cuyos vestigios serán proa de los rebeldes». Ya no habrá lugar para él, en la tumba de los hombres ilustres.
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*Jorge Forbes es un periodista argentino que reside en Francia y que desde 1982 fue corresponsal en París para diferentes medios, tanto de la Argentina (Radio Continental), como de Estados Unidos (Voice of América), México (Radio Noticias) y Uruguay (Radio Sarandí).
Actualmente colabora con Diario de Cultura y con Arte y Colección y propone visitas a la capital francesa (privadas o en grupo, no más de 4 personas) por lugares donde vivieron argentinos famosos y conocidos, así como sitios poco conocidos para los turistas, incluso aguerridos en la materia. Se recomienda hacer el pedido por email a [email protected] o al teléfono celular en Francia: 00 336 0683 7915.
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