Un argentino en París: Historias de la historia de Francia

Por Jorge Forbes, desde Francia, especial para DiariodeCultura.com.ar.

Louis XIV, contrariamente a los cuadros que lo representaban, era un enfermo y esto no se ignoraba. En 1655, a los 17 años, ya estaba esta aquejado de una viruela, con gangrena en los dedos de los pies; herpes y frecuentes dolores de cabeza.

Alrededor de 1672 comenzaron vértigos y vaporizaciones que lo atormentarían el resto de sus días. Se le deben agregar reumatismos varios, problemas ópticos; una gota casi permanente (que lo obligó a recorrer los jardines de Versailles en silla de ruedas), también cálculos renales y urinarios, con indigestiones casi cotidianas.

Entre 1647 y 1715 le hicieron 38 sangrías, purgas muy frecuentes, tuvo 1.500 a 2.000 médicos que lo atendieron, sobre todo, con vaporizaciones, cataplasmas y todo tipo de pomadas. Al comer en demasía tenía necesidad de refrescar su temperamento sanguíneo, exponiéndose al frio, al viento, lo mismo que a la nieve, ganándole a los reumatismos y a la nieve lo mismo que a las fiebres.

A pesar de los consejos de los médicos, se negaba a moderar sus hambres caninas, su bulimia, a seguir regímenes; en cada comida tenía que haber, paté (de carne, de pescado o de ave), tres pollos al horno… En las carrozas reales siempre tenía que haber carnes de todo tipo, así como pasteleria, aparentemente, por una posible diabetes.

Las mujeres que embellecían su corte no estaban menos favorecidas: su cuñada, Henriette de Inglaterra, era jorobada; Mademoiselle de La Valliére era renga, la duquesa de Berréy ponìa color de lápiz de labios en sus mejillas para esconder los agujeros dejados por una pequeña viruela; la duquesa de Orleans,  esposa del futuro regente, caìa de agotamiento cuando hacía dos o tres pasos, solo comía cuando estaba acostada y eran pocos los que, con sus apenas 20 años, podían haberla visto sonreir con la boca abierta, con tantos dientes cariados como los que tenia.