Un espacio para reflexionar: Jugar, un camino hacia el equilibrio emocional armónico sín importar qué edad tenés

Por Lic. Gabriela Cinquerrui, especial para DiariodeCultura.com.ar.

El juego es una posibilidad con la que cuentan tanto niños como adultos; es decir, no está comandada por la edad cronológica, pero necesita de tiempo real para su despliegue. Una vez instaurada en el ser humano la capacidad para jugar, pasa a ser una potencialidad dada por la estructuración psíquica en sí misma.

En la sociedad actual a causa del apresurado estilo de vida y de las múltiples exigencias son muchas las personas que no pueden experimentar los efectos saludables del juego y así lograr un equilibrio emocional armónico que posibilite la adquisición de ciertas funciones básicas de la maduración psíquica: la asimilación, la comprensión y la adaptación a la realidad externa.

El juego es una actividad social que permite superar miedos, hacer nuevas conquistas, adquirir nuevas competencias, mejorar los vínculos con los otros y estimular la creatividad. Por ende, contribuye a alimentar la confianza y la seguridad en nosotros mismos. Además, permite compartir, resolver conflictos y desarrollar habilidades sociales.

Podría decirse, retomando a Melanie Klein, y haciendo extensiva esta idea a los adultos, que todo niño (adulto) que juega, es un niño (adulto) saludable. Al incrementarse el juego, se incrementa la simbolización y el aprendizaje; Si vemos que el juego no se encuentra inhibido, tampoco lo estarán los procesos sublimatorios: es decir, todos aquellos procesos que hacen tanto a la elaboración psíquica como al aprendizaje y la creatividad.

Considerando lo planteado por Freud en el texto “El creador literario y el fantaseo” (1908-1907) que todo niño (adulto) que juega se comporta como un poeta (creador), el juego es homologable al acto creativo y en él se emplean grandes montos de afecto.

¿Cómo compatibilizar los juegos que “clásicamente se jugaban”, sin quedarnos presos de una mirada idílica puesta en el pasado, y de un presente en el que el juego ha sido cooptado y captado por la tecnología como única modalidad del mismo, casi exclusivamente?

Es innegable la invasión de los recursos tecnológicos a la hora de jugar. Pero cabe la pregunta de cómo podría haber sido viable la sociabilización, el disfrute y el uso del ocio productivo en tiempos de largo confinamiento dado por la cuarentena. La no disposición de dichos recursos seguramente hubiera incrementado la angustia, la frustración y la tristeza de muchos; más aún de quienes requieren de la inserción en grupos de pertenencia y de la vivencia subjetiva de la amistad debido a su edad evolutiva (niños y adolescentes).

Una niña que comienza a identificarse como una pequeña mujer, en cuanto a su identidad de género (en este caso, femenina) puede presentar diferentes manifestaciones lúdicas desde el despliegue de su juego con muñecas, el disfrazarse, el maquillarse; así la creación de sus videos “haciendo de youtuber” imitando a su youtuber favorita; así como jugar a la play con sus seres queridos y amigos. Vemos como aparecen sus juegos de roles: se comporta como una “pequeña mujer”, como una “pequeña mamá”, como una “pequeña youtuber”. Juega a ser grande y el juego no sólo contribuye a la elaboración de sus conflictos; sino que la prepara para su vida adulta y a su vez, puede “poner afuera” aquellas fantasías que habitan su mundo interno.

Por sólo dar algunos ejemplos que incorporan un uso adecuado, creativo y no adictivo de los medios tecnológicos.

Seguramente, fomentar el juego en las familias aprovechando los momentos de ocio, estando inmersos en un estilo de vida vertiginoso contribuirá a reducir ciertos estados de ansiedad y depresión.

Se trata de no intentar fallidamente evitar lo imposible… la tecnología instalada en nuestras vidas y la particular forma de jugar que propone; sino de integrarla como una nueva forma de jugar; no exclusiva, sino, como lo que es: una nueva forma de jugar que puede abrir nuevos horizontes lúdicos, creativos y sociales.

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Lic. Gabriela Cinquerrui

Especialista en “Psicología Clínica” y “Perspectiva de Género”.

Cel:11-6270-5742

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