“A esta edad, la mujer se pone a punto caramelo”. A los 50, Julieta Kemble busca reinventarse

Separada del padre de sus tres hijos, el polista Justo Saavedra, la exmodelo está en busca de su mejor versión


Es tan espontánea que cuando describe su presente se asombra, retrocede, pide permiso para volver a escucharse y termina riendo con ganas. Como si se estuviese descubriendo.

Hija del reconocido artista Kenneth Kemble, Julieta fue modelo en los 90 e hipnotizó a todos con su mirada gatuna y esas piernas perfectas que aportaron rock a las pasarelas. Viajó, estudió varias carreras (Comercialización, Periodismo e Historia del Arte), se casó con un polista que no toma mate, tuvo a sus hijos Octavio (22), Tazio (18) y Amalia (16), y coqueteó con la televisión en programas que, a simple vista, nada tenían que ver con ella. Y lo hizo porque siempre fue rebelde, curiosa, una especie de militante antiprejuicios. “Me dediqué a la familia y fui inmensamente feliz. Yo soy hija única de padres grandes que jamás estuvieron juntos. Justo (Saavedra), mi exmarido, tampoco tiene hermanos, así que para mí significó muchísimo armar este familión. Estoy muy orgullosa y, aunque ahora ya no estemos juntos, siento que las cosas se hicieron bien”, asegura.

Con su exmarido, Justo Saavedra, y sus hijos Amalia, Tazio y Octavio
Con su exmarido, Justo Saavedra, y sus hijos Amalia, Tazio y Octavio

–Te separaste hace dos años pero siguen viajando juntos…

–Sí, lo hicimos y, aunque hubo momentos divertidos, no fue fácil. Pero bueno, yo tenía el plan de esquí con mis hijos, él propuso sumarse y pensé que podía ser una buena idea. Hace solo dos años que nos separamos después de 25 años de casados. Uno va aprendiendo, acomodándose a la nueva realidad.

–¿En qué momento estás ahora?

–Inspiradísima y reseteada. Cumplí 50 y estoy en condiciones de decir que sí, son los 40 de antes. Creo que a esta edad la mujer se pone en punto caramelo para ser realmente una mujeraza. Y si tuviste hijos, y están crecidos, surge la oportunidad de reencontrarte. Es un punto ideal para detener esa vida que avanza por inercia. Y viene bien cuestionarse todo. ¿Qué quiero hacer con mi cuerpo, mi sensualidad, mis vínculos? ¿Salgo igual cuando mi deseo real es quedarme tirada, mirando Netflix? A esta edad hay mucha libertad, honestidad y la posibilidad de encontrar nuestra mejor versión. Y yo estoy trabajando en eso. Tengo un lindo proyecto que presentaré en poco tiempo.

Con su hija Amalia, que tiene 16 años
Con su hija Amalia, que tiene 16 añosMatias Salgado
"Estoy inspiradísima y reseteada", asegura Julieta
«Estoy inspiradísima y reseteada», asegura JulietaMatias Salgado

–¿No vas a adelantar nada?

–Bueno, puedo decirte que tiene que ver con trabajar con mujeres, hacer tribu. Siempre se habló del nido vacío y muchas lo esperan como una condena. ¡Pero no! Si igual los adolescentes están en tu casa y no te dan bolilla, hacen la suya. Creo que la presencialidad no hace al vínculo. Y todos debemos trabajar para hacerlo más ameno. A mí no me gusta repetir lo que dicen los demás. Me interesa romper viejos patrones y tengo ganas de explicarle al mundo quiénes somos las mujeres. Lo fuertes y vitales que nos ponemos con el tiempo. Yo lo experimento todos los días cuando me doy cuenta de que soy feliz bailando, divirtiéndome, llorando de risa con mis hijos y mis amigos. Tengo ganas de ayudar a otras aplicando herramientas que a mí me sirvieron mucho.

–¿Te transformaste en coach?

–Estoy formándome y despertando. Los que me conocen saben que a mí la injusticia me descontrola. No puedo soportar los vínculos tóxicos: sujetos que van por la vida enamorando gente porque sí, o engañando, sin responsabilidad. Realmente me enloquecen.

–¿Qué sos capaz de hacer ante la furia?

–Cualquier cosa. No tengo filtro ni pudor, pero intento controlarme. Una vez, cuando cruzaba la frontera yendo a Uruguay, vi una camioneta con tres pibes que llevaban medio escondida una jaula con un galgo, que además tenía un suero. Me volví loca: fui, hablé, sumé otra gente. Era una cosa turbia y haber movido el avispero (porque me les fui al humo) sirvió para que en la frontera estén más atentos con la mafia de los galgueros, que es la cosa más inmunda que hay. A partir de ahí, hubo como una revisión.

–Digamos que callada, nunca.

–Mirá, yo tengo la teoría de que las mujeres elegantes no hablan nunca. Es algo que me desespera bastante porque yo soy todo lo contrario. Existen silencios cómplices, silencios de resignación. El “me callo” o “no me meto”, me parece fatal.

–¿Te considerás feminista?

–Si el feminismo es igualdad de derechos y oportunidades, claro que sí. Estuve a favor de legalizar el aborto, soy empática, pero hay cosas del feminismo que no me van. Yo pienso que merecemos lo mismo que los hombres, pero que no somos iguales. Claramente, tenemos energías distintas.

–Hiciste un reality con mujeres de polistas, trabajaste en Intratables, también con Moria Casán. Te gusta opinar sobre temas picantes, sos tuitera. ¿Qué dicen en tu entorno?

–Muchas cosas, supongo. Pero yo me mato de risa. Desarrollo mis ideas en comidas donde hay gente con enormes crucifijos y no pasa nada. Hay que respetar. Asumo que me cuesta, pero soy una chica educada.

–¿Qué dijeron en tu casa cuando, tan chica, te fuiste a trabajar de modelo con Pancho Dotto?

–Primero no fue bien visto. Pero mi padre, que tenía una cabeza libre y moderna, me dijo: “¿Ganás plata? ¿Lo estás disfrutando? Bien”. Porque sabía, conociéndome como me conocía, que sería algo pasajero. Y así fue. No era un lugar donde me sentía cómoda. Hablo en general del mundo del modelaje.

En 1990, cuando trabajaba como modelo, junto a Valeria Mazza, Vicky Nocetti, Sofía Reynal, Araceli González, Solange Bosch y Andrea Bursten
En 1990, cuando trabajaba como modelo, junto a Valeria Mazza, Vicky Nocetti, Sofía Reynal, Araceli González, Solange Bosch y Andrea Bursten

–¿Qué te chocaba?

–Me afectaba el sistema, era muy crudo. Si bien yo entraba dentro de los patrones de belleza, veía mucha exigencia. Eran las épocas de Araceli, Valeria, la Tota [Elizabeth] Márquez. Ellas hicieron carrerones; yo me tiré pronto del barco. Tenía ganas de estudiar, viajar y, cuando se enfermó mi padre, empecé a ocuparme de su obra. Hace 25 años que me ocupo yo. Él también escribía; edité tres libros.

Julieta x 2: en uno de sus avisos como modelo
Julieta x 2: en uno de sus avisos como modelo

–¿Qué heredaste de él?

–Yo creo que me marcó su mirada y ese humor anglosajón. Única hija de padre grande, bastante agnóstico. Él se sentaba en este living y empezaba a filosofar. Los allegados me encuentran parecida, sobre todo en cuestiones que tienen que ver con la libertad, la picardía, lo ocurrente.

Junto a su padre, el artista Kenneth Kemble
Junto a su padre, el artista Kenneth Kemble

–¿Y tu mamá?

–Tuvimos que optar por un geriátrico porque tuvo algunos problemas de salud que no le permiten vivir sola. Aunque el lugar es impecable y ella está a gusto, para mí fue durísimo. Igual la visito a diario, me ocupo de todo. Hemos visto juntas los partidos del Mundial y en pandemia me dejaban ir, nunca se sintió sola.

–¿Sos amiga de tu ex?

–Por ahora no. Él siempre fue un tipo bárbaro, jamás me voy a olvidar cuando se arrodilló ante mi padre ya enfermo para pedirle mi mano. Después nacieron Octavio, Tazio y Amalia. El familión impensado, porque ninguno de los dos tuvimos ese ejemplo de chicos. La separación me llevó a lugares de mucha angustia y, aunque soy muy Ave Fénix, hay algo en el vínculo que todavía no pudimos cortar. Nos pertenecemos mucho, hay una unión kármica. Pero amigos no, porque cuando surgió alguna situación, enseguida sacamos las garras y nos tiramos con artillería pesada.

Fuente: Flavia Fernández, La Nación