Clases virtuales: la educación continúa con la tecnología como aliada

Las escuelas primarias de distintos países se adaptan al aislamiento social con correos electrónicos, aplicaciones y videollamadas

Lecturas por Zoom, quiz de matemática, inglés por videollamada y educación física vía Telegram son algunas de las nuevas actividades que realizan los alumnos de escuelas primarias de distintos países que cumplen elaislamiento social obligatorio por el nuevo coronavirus: «Me mandan online educación física pues tengo que copiar un ejercicio, grabarlo en video y mi mamá lo tiene que mandar», dice Gloria, de 7 años, que cursa el último trimestre de 2º grado de una escuela estatal en la ciudad de Valencia, España.

Con el colegio cerrado hace más de un mes, las clases presenciales fueron reemplazadas por aulas virtuales donde los niños aprenden matemática, lengua, ciencias sociales, inglés y valenciano. «Todos los días nos mandan por Telegram las actividades que tiene que hacer y a las 10 empezamos. Gloria va completando como si estuviera en el colegio, pero acá como que tiene muchas posibilidades de dispersarse», asegura Silvia Anchen Benue, madre de la niña. Todos los días sacan fotos de las tareas hechas para enviárselas al maestro.Ads by 

En Inglaterra, las aulas también fueron reacomodadas en espacios virtuales, actividades con multiple choice y prácticas de escritura. Las mañanas sin ir a la escuela no impidieron que David, de 9 años, y Alicia, de 6, decidieran vestir sus uniformes mientras hacen las tareas en su casa de la ciudad de Welling, al sudeste de Londres. «David se autogestiona, abre su iPad y la maestra le manda todos los días los ejercicios que tienen que hacer durante la mañana; a las 13, les da las respuestas y les manda el trabajo para la tarde. A Alicia le gusta mucho escribir, pero tengo que estar al lado, yo me salvo porque soy docente, pero tengo muchas amigas a las que se les hace complicado», explica Amalia Pickles, madre de los niños.

Los Pickles, en Bran Bretaña

Los Pickles, en Bran Bretaña

De lunes a viernes, David, en 4º grado, y Alicia, en 2º, ingresan en el aula virtual de la escuela estatal a la que asisten, dan el presente y sus maestras los saludan. «Alicia tiene un libro y preguntas de lectura comprensiva que debe resolver en tres días, en la parte escrita tiene una actividad constante que es escribir un diario personal sobre lo que hace cada día y le divierte. También le dan una parte de una historia», dice Pickles.

«La tarea es distinta -cuenta sobre David -porque la maestra los desafía todos los días». La docente asegura que en el mismo documento tienen fluidez matemática, preguntas de cálculos, y problemas y preguntas de números que faltan en el ejercicio. «A David le encanta, lo primero que hace es matemática. Se pasa como una hora. Hay un sitio web en el que leen un libro y tienen ahí mismo las preguntas que les da puntos para premios virtuales», explica Pickles. Por las tardes, David tiene diferentes actividades. Los martes, ciencia; los miércoles, historia. La maestra también les envía links de la BBC o de YouTube. Con eso deben responder preguntas de lo aprendido.

Gloria y Silvia, en Valencia
Gloria y Silvia, en Valencia

Esta nueva modalidad de estudio también llegó al pueblo de Trumbull, en Connecticut, Estados Unidos, donde todas las mañanas Julián, de 6 años, mira el video que envía su maestra con las actividades del día y empieza a completar las tareas que realiza en 2 a 3 horas. Al igual que David y Alicia, Julián tiene matemáticas, ciencia, escritura y lectura, y tal como hace Gloria envía fotos de las tareas realizadas. A diferencia de los otros niños, todos sus deberes reciben notas. «Para practicar lectura utilizan la aplicación Raz Kids, allí hay libros con preguntas y la maestra puede ver que entraron y cuánto tiempo leyeron», explica Michelle Avalos, madre de Julián. Aclara que la escuela pública en la que el niño está terminando primer grado les presta una tablet a los alumnos que no tienen computadora.

Cuando el gobierno de Perú decretó la cuarentena obligatoria, el colegio al que asiste Antonia, de 6 años, subió a su página tareas en las que podían usar los libros y la plataforma de lectura Kids A-Z, que utilizan para estudiar inglés. Allí, la docente de idioma puede ver «si leyeron, si respondieron el cuestionario e incluso las niñas pueden grabar sus voces mientras leen el libro en inglés y ella las escucha», cuenta Yordana López, madre de Antonia y publicista.

Con la extensión del aislamiento, la escuela, ubicada en la ciudad de Lima, habilitó las conexiones virtuales con la app Zoom: «Las conexiones se hacen por grupos de 5 niñas, de 30 a 40 minutos, dos veces por semana, y la docente usa un círculo rojo cuando ella habla, que significa que todas deben escuchar en silencio y un círculo verde cuando las niñas ya pueden hablar levantando previamente su mano. Está funcionando muy bien», dice López.

Para muchas familias argentinas la educación virtual fue un mundo desconocido que los sorprendió con el cierre de las escuelas. «Yo no tenía idea de classroom -aulas virtuales- o Telegram y ahora ya lo tenemos», dice Valeria Ramírez, madre de tres niños y docente de educación especial. Cuenta que la primera semana de tareas virtuales fue muy difícil por la cantidad de actividades.

Su hija María Delfina, de 9 años, tiene discalculia y dislexia. «Se agrava con ese diagnóstico tener tareas en casa porque necesita un maestro al lado», explica Ramírez. La maestra y el profesor de matemáticas de la Escuela Nº 4 de Moreno, donde Delfina asiste, les envían las tareas adaptadas. «Me mandaron todas las actividades de forma diferente para evaluar los mismos contenidos de otra manera», relata Ramírez.

Delfina y su hermana, en Moreno
Delfina y su hermana, en Moreno

Benjamín, de 9 años, y Kiara, de 8, estudian en la misma escuela, pero con situaciones opuestas. El chico no recibió ninguna tarea virtual de parte de su maestra de la Escuela Nº 8, de Luis Guillón, a Kiara se las envían por mail. «Con Foxit Reader lee, escribe, ve cómo cambiar de colores y dónde guardar; está aprendiendo lo que le manda la maestra y dónde guardar o poner distintos colores», explica Beatriz Acuña, abuela de la niña y madre de Benjamín.

Fuente: Carolina Otero, La Nación