En 2020, hay verdades que salieron de los manuales de coaching y liderazgo y se demuestran empíricamente, debido a la cuarentena dura por la pandemia del coronavirus . Una de ellas es que los momentos de adversidad sensibilizan y hacen que cambiemos de posición y mirada frente a la vida e incluso el trabajo, como ha probado la considerable adopción del home office y los desafíos que conlleva para la convivencia familiar y también las nuevas alertas que disparó con relación a una nueva modalidad de workaholismo.
Una de las estrategias regenerativas que tenemos para sentirnos mejor proviene de un atributo ancestral: los rituales. Esos instantes que pueden parecer pequeños en la multitud de actividades diarias pero que, frente al desafío sostenido en el tiempo, se revalorizan y pasan a adquirir protagonismo.
¿Qué son los rituales? Se trata de un repertorio de impresiones, actitudes, actos y valores que se comparten con el fin de unir, de estar más cerca y, también, de celebrar. ¿Acaso el hecho de estar vivos no merece ser dignificado justamente en medio de una pandemia?
Desde una charla con aquel amigo con el que hace años no contactamos, hasta un brindis porque sí, una selfie con una receta casera compartir con los familiares que viven cerca pero a los que no podemos ver hace meses… Eso son rituales de rescate afectivo, una de las mayores necesidades humanas sobre todo en tiempos de padecimiento radical e inédito como el que atravesamos por el Covid-19.
El antropólogo David Le Bretón habla de una “cultura afectiva” cuando los sentimientos son compartidos. “Las emociones intervienen en un sistema de sentidos y valores que son característicos en la sociedad. Para que un sentimiento sea expresado y experimentado por un individuo debe pertenecer al repertorio común del grupo social. Por lo tanto, las emociones actúan como maneras de afiliación a una comunidad, son modos de comunicarse y de permanecer juntos”, dice.
Son esos momentos que surgen espontáneamente o se programan los que le dan sentido a la fragilidad con que solemos transitar el dolor y el sufrimiento. Mike Norton es profesor en la Universidad de Harvard, y se ha dedicado a estudiar los rituales y los efectos en el bienestar humano. En un reportaje publicado en Harvard Business Review comenta que “los rituales desempeñan una serie de funciones críticas: pueden ayudarnos a sentir menos dolor, pueden hacernos sentir más cercanos, y sirven para reforzar nuestro compromiso mutuo.”
Hasta los apodos o frases secretas en una pareja son rituales; al igual que las comidas, las formas de pasar el tiempo en familia o de tratarse con los amigos, por ejemplo. A su vez, en la intimidad, cada uno tiene sus rituales: el orden en que hacés las cosas cuando te levantás, el lugar donde te sentás para tu jornada de home office o el articulado de tu rol formando parte de un equipo. Es posible que, si se te invita a cambiar intencionalmente cualquiera de esos ‘modos’ te sientas raro, porque ese ritual forma parte de vos ya que te da bienestar.
Norton señala que “lo más importante en este momento, cuando todos nos enfrentamos al dolor real y anticipado -lo que se conoce como ansiedad-, es que estos rituales idiosincrásicos pueden restaurar nuestro sentido de control sobre nuestras vidas. Nos sentimos fuera de control cuando experimentamos pérdidas: no queríamos que sucediera, pero no pudimos controlarlo. Eso es, en sí mismo, un sentimiento muy desagradable, esa sensación de que no estás a cargo de tu vida. Los rituales restauran algo de ese control.”
Con respecto a los rituales en tiempos de pandemia, el profesor Norton comparte: “estoy viendo nuevos y adaptaciones de antiguos; y también se están inventando otros”. Por ejemplo, en el uso de la tecnología, donde se incorporan ciertas ceremonias para las reuniones de trabajo remotas; la forma de empezar una transmisión en vivo en Instagram; o un elemento decorativo que siempre se deja a la vista cuando nos conectamos a una videoconferencia.
Estos pequeños actos simbólicos hacen que las personas sientan una sensación de afinidad y cercanía con los demás. “Por lo tanto, alentaría a las personas que ahora se sienten ansiosas y afligidas a considerar inventar un ritual o darse cuenta de los que han agregado a sus vidas, en el trabajo, con sus familias y con sus parejas”, aconseja el investigador.
Por eso, el reemplazar el café con amigos por uno virtual funciona; al igual que para muchos les sirve asistir a una celebración religiosa online o refugiarse a la misma hora cada día en cierto tipo de lectura o ejercicio físico. De hecho, la práctica meditativa regular y el hacer una rutina de ejercicios pueden ser considerados como rituales saludables.
Norton señala que “lo más importante en este momento, cuando todos nos enfrentamos al dolor real y anticipado -lo que se conoce como ansiedad-, es que estos rituales idiosincrásicos pueden restaurar nuestro sentido de control sobre nuestras vidas. Nos sentimos fuera de control cuando experimentamos pérdidas: no queríamos que sucediera, pero no pudimos controlarlo. Eso es, en sí mismo, un sentimiento muy desagradable, esa sensación de que no estás a cargo de tu vida. Los rituales restauran algo de ese control.”
Con respecto a los rituales en tiempos de pandemia, el profesor Norton comparte: “estoy viendo nuevos y adaptaciones de antiguos; y también se están inventando otros”. Por ejemplo, en el uso de la tecnología, donde se incorporan ciertas ceremonias para las reuniones de trabajo remotas; la forma de empezar una transmisión en vivo en Instagram; o un elemento decorativo que siempre se deja a la vista cuando nos conectamos a una videoconferencia.
Estos pequeños actos simbólicos hacen que las personas sientan una sensación de afinidad y cercanía con los demás. “Por lo tanto, alentaría a las personas que ahora se sienten ansiosas y afligidas a considerar inventar un ritual o darse cuenta de los que han agregado a sus vidas, en el trabajo, con sus familias y con sus parejas”, aconseja el investigador.
Por eso, el reemplazar el café con amigos por uno virtual funciona; al igual que para muchos les sirve asistir a una celebración religiosa online o refugiarse a la misma hora cada día en cierto tipo de lectura o ejercicio físico. De hecho, la práctica meditativa regular y el hacer una rutina de ejercicios pueden ser considerados como rituales saludables.
Los 7 rituales esenciales
1 – Amigos
“Los amigos son la familia que se elige”, dice el refranero popular. El encuentro para dialogar, compartir y debatir es un buen punto de apoyo para salir adelante. Incluso en casos de desarraigo, aislamiento o pérdidas, el simple acto de escucha empática ayuda a conectar y a sentirse mejor. Las formas son variadas: hay quienes hacen videollamadas regulares; otros, crean grupos con mensajes motivacionales por Whatsapp que se envían con cierta frecuencia pactada; algunos se ‘reúnen’ semanalmente con amigos para cenar o ver una obra de teatro y luego debatirla, y aquellos que hacen gimnasia en clases online siempre a la misma hora cada día.
2 – Familia
Los vínculos familiares honestos y sinceros pueden ser también un pilar afectivo importante. Es un espacio de compartir atravesado por rituales de todo tipo, y afirmarse en alguno de ellos puede servir de calma y contención. Los ritos familiares se construyen desde que nacemos y quedan impregnados en nuestra memoria, como los aromas de la cocina y lo que se produce su alrededor, el tipo de armado de la mesa para una comida, los cumpleaños, la forma de ordenar las cosas, el rol de cada uno en ese núcleo. Todo esto nos define, e incluso, de adultos, los seguimos recreando una y otra vez.
3 – Salud
La revalorización del estado de salud es uno de los que mayor consciencia despierta, sobre todo en aquellos que han atravesado situaciones desafiantes en este campo y lo han transformado en aprendizaje de vida: hay un antes y después. La salud no sólo es física, sino también mental y emocional. Pero el ejercicio físico puede ser un potente “darse cuenta” del valor que tiene el bienestar integral.
4 – Trabajo
El ritual del trabajo es uno de los más relevantes, ya que conecta con el sentido de valoración, utilidad y propósito si se lo sabe direccionar. Incluso los que buscan empleo, anhelan no sólo una remuneración, sino el tener un espacio de encuentro con otros, hacer tareas, aplicar la creatividad y el intercambio. Estos aspectos son altamente valorados y unificadores de un espíritu de superación y del sentido de la palabra “juntos”. En tiempos de cuarentena dura, los horarios, rutinas, reuniones, procesos y métodos son algunos de los rituales donde el rol del líder de equipo es esencial para sostener la integridad del conjunto, sin perder de vista las necesidades individuales y el termostato emocional interno de cada persona.
5 – Consentirse
En épocas de dificultades es conveniente tener en el radar el darse un gusto, un mimo, una caricia a uno mismo. Este ejercicio constructivo de autogratificación impacta directamente como estímulo compensador. Cocinarse algo especial cada día, darse una ducha luego de un día extenuante, dormir la siesta, recuperar un hobby o pedir un abrazo largo y sentido son parte de este ritual.
6 – Ocio
También es posible integrar los tiempos de recreación y ocio para recobrar fortaleza interna. Muchas personas, perdidas en su preocupación, se olvidan de sí mismas, y piensan que tienen que estar activas todo el tiempo: esto puede ser contraproducente, por cuanto los llevará a una hiperactividad ficticia para tapar lo que se siente. Como las emociones no se controlan, sino que se gestionan, el frenar, tomar consciencia, descubrirse y dedicarse tiempo de ocio es tan importante como seguir accionando.
7 – Balance
Un ritual muy significativo es repasar la línea de tiempo de la vida: recuperar momentos e hitos de la historia personal que se evoquen intencionalmente a través de la reflexión, la quietud y la revisión introspectiva. Hay preguntas son muy buenos disparadores para generar una realidad más consciente y que pueden rescatarte de la angustia, porque te ayudarán a darle contexto, profundidad y sentido a lo que te pasa. Por ejemplo: ¿En qué otro momento me he sentido de esta forma y lo superé?, ¿Con qué recursos internos cuento en base a las experiencias de mi vida?, ¿Qué personas me marcaron en positivo y qué aprendí?.
Fuente: El Cronista