Día del animal: nueve libros para saber más sobre ellos y el vínculo pasional que nos une

Hay cuentos, ensayos, poemas. A veces son metáfora de la sociedad, a veces un mundo extraño, a veces puro compañerismo y amor.

Cada 29 de abril se celebra en la Argentina el Día del Animal, en recuerdo a Ignacio Lucas Albarracín, un abogado del siglo XIX que defendió los derechos de los animales.

Albarracín nació en Córdoba capital el 31 de julio de 1850, se recibió de abogado y dedicó su vida a la defensa de los animales. Fue secretario de la Sociedad Argentina Protectora de Animales desde su fundación (1879) y sucedió a Domingo Faustino Sarmiento en su presidencia, en 1885 y durante cincuenta años. Se opuso a las riñas de gallos, la doma de potros, las corridas de toros y el tiro a la paloma. Murió el 29 de abril de 1926.

La fecha es excusa entonces para armar y fisgonear en una biblioteca posible de cuentos y novelas con animales. Porque desde los inicios prehistóricos, los animales e insectos habitan la imaginación literaria y ofrecen también una perspectiva desde donde pensar el lugar de la humanidad en este mundo. Lo animal habita el cielo en las constelaciones y la lengua en refranes y dichos.

Y si la fábula lo hizo primero, la novela contemporánea, muchos cuentos, ensayos y poemas traen un zoo viviente y vibrante de peripecias y aventuras (algunas bastante insólitas, por cierto) protagonizadas por cuadrúpedos, insectos y hasta ovíparos que de tan ficcionales se tornan indispensables. Afectos bestiales, pasiones con garras y preguntas de esas que aguijonean, sin dejar de lado la posible ternura de oso peludo y abrigado. ¡Vamos!

El hotel de los animales

“Había una osa que regentaba una pequeña posada para animales. No eran muchos, solamente algún topo, una ardilla listada, un gato, pájaros diversos, una oveja y un ciervo. Avispas y abejas, también residentes, no contaban, puesto que eran innumerables”: así comienza El hotel de los animales, única novela de la poeta Jean Garrigue, editada en la Argentina por La bestia equilátera. La osa, maternal y cuidadora, vela porque se cumplan las reglas de la posada, un lugar apacible que alberga a animales que vienen de vidas muy diversas. El juego es contarse historias y la regla de oro es que no se hable justamente de tristes pasados ni de nada que pueda entristecer o enturbiar la estancia en el lugar.

El hotel de los animales.

El hotel de los animales.

Reunirse y contarse historias, una formula de oro de la literatura de todos los tiempos, se renueva en esta escena en un bosque perdido en las lejanas tierras de la ficción poética. Publicada en 1966 (en traducción de Ariel Dillon de 2020) El hotel de los animales es la única novela de la autora, una poeta norteamericana que supo mantenerse al margen de las modas literarias de su época. Estilo personalísimo en estampas sutiles e ingeniosas. Exquisita escritura.

El cielo de los animales

¿Dónde van los animales cuando mueren? El cielo de los animales (Edhasa) no responde a esta pregunta, pero reúne cuentos que describen las peripecias de humanos que se tornan bestias en sus escenas más cotidianas: la discusión de un matrimonio bordeando su divorcio, un padre violento que busca redimirse con su hijo (violentado), la amistad que se termina de manera inexplicable, hermanos distanciados por una traición y otras escenas del desasosiego en una prosa contundente y límpida.

El cielo de los animales.

El cielo de los animales.

Los cuentos de David James Poissant produjeron una conmoción literaria en los Estados Unidos. Sus relatos se inscriben en esa gran tradición que incluye a Antón Chéjov y Raymond Carver. El cielo de los animales es un deslumbrante volumen de relatos sobre personas agobiadas por la pérdida, la culpa o lo implacable del amor. Y la presencia puntual de un animal que trae algo de lo inesperado, lo lúdico, lo brutal. Brutal e irónico a la vez, Poissant narra historias al límite que sin embargo dejan palpitando la sensación feliz propia de la buena literatura.

Ovejas

En una guerra de Malvinas alucinada, Carbone – soldado argentino apenas perdido entre fuego de metralla y pozos improvisados para pernoctar – cuenta en primera persona desventuras del hambre y la balacera en la guerra. Las ovejas son carnada no tan fácil de capturar para alimento de la compañía. Y hay un pingüino al que llaman Valdano, que comparte refugios y planes pero no el hambre, porque sabe cazar peces y otros bichos en sus baños diarios.

Ovejas.

Ovejas.

Editada por Futurock, Ovejas, de Sebastián Ávila fue premio de la editorial en 2021 con un jurado de lujo, integrado por Fabián Casas, Sergio Bizzio y Claudia Piñero. La novela viene a trazar otro mapa de Malvinas, un territorio de alta animalidad en donde la ficción toma la forma de una reconquista.

Animalia

Más allá de los cronopios, los famas y las esperanzas, Julio Cortázar tiene cuentos muy geniales en los que los animalitos se cuelan o son protagonistas irracionales, amenazantes, hermosos. Desde “Axolotl” hasta las “Instrucciones para matar hormigas en Roma”, “El discurso de un oso” y “Orientación de los gatos”, los mejores cuentos de Cortázar con animales llegan a las librerías en una antología realizada por Aurora Bernárdez e ilustrada por Isol.

Animalia.

Animalia.

Y atención a la ilustración porque la propuesta es entrar desde el color, el collage, las figuras y manchas a una lectura renovada, distinta, como quien se baña en un río conocido que (ya sabemos) nunca es el mismo. Veintiún relatos amorosamente editados. Experiencia del color y la palabra para volver a los clásicos de la literatura nacional. ¡Lujo!

Monos, aves y otros bichos

Cuenta la leyenda que una vez Fogwill le dijo a Hebe Uhart que ella era la mejor escritora de la literatura argentina. Y ella –pícara y vivaz- le respondió que él era un exagerado. ¿Quién miente?

Irónica, aguda, certera, Hebe Uhart fue una fanática observadora de los animales. En sus viajes por Argentina o en otros países siempre visitaba los zoológicos o se detenía horas a observar (porque de eso se trata la literatura, según Uhart) a bichos de las más variadas especies. Y, sobre todo, el lenguaje.

Animales.

Animales.

Como en este fragmento de Animales, (publicado por Adriana Hidalgo) en el que reúne crónicas muy diversas sobre monos, aves y otros bichos. «Yo no recuerdo haber insultado invocando a los animales; los han convocado a todos para insultar. ‘Perro’ está en la Ilíada: ‘Ojos de perro’, dicen. ‘El caballo’ le decían a una compañera en sexto grado; ‘Gato’ a las prostis, y ‘Vaca’, a las gordas. Me identifico con Felisberto Hernández, que dice en su cuento ‘Úrsula’: ‘Úrsula era gorda como una vaca y a mí me gustaba que fuera así’. Se necesita valentía en el Río de la Plata para decir eso. ‘Lengua de víbora’ es otro insulto; ‘Buitre’, también. El tigre, el león y la oveja tienen buena prensa. Me gustan mucho los dichos camperos de la provincia de Buenos Aires, en los que cada situación, habilidad o deficiencia es ilustrada con un animal. Para la monotonía: ‘Siempre igual, como cara de oveja’. Para la formalidad: ‘Formal, como burro en corral’. Para la desconfianza: ‘Más desconfiao que caballo tuerto’. Para el que habla de algo que desconoce: ‘Qué sabe el burro ‘e confites, si nunca fue confitero’. Para la gente que saluda a todo el mundo en los pueblos: ‘Saludador como tero’ (el tero hace un movimiento de cabeza)”. Porque siempre queremos volver a leer a Hebe.

En la dispersión

“Nos sentamos en la tierra. Agarramos dos ramas. No sé quién empezó ¿Fui yo? Los ojos de eso que apareció entre las cáscaras rotas eran más grandes, casi, que el resto de la cabeza. Una gelatina gris lo cubría todo. Aún no había, siquiera, un atisbo de plumas ¿Se movía? Por un momento pareció que una pata hacía algo, como una descarga eléctrica. Las dos guardamos silencio. Las gallinas, en la parte trasera de la casa, cacareaban. Hicimos un pequeño pozo y enterramos esos cuerpos pequeños. Había algo de fatalidad en ese acto”, dice Criaturas dispersas, de Natalia Gelós, publicado por Editorial Leteo.

Criaturas dispersas.

Criaturas dispersas.

Los relatos, situados en un bosque o naturaleza utópica, citan a su vez relatos de autores que cuentan aventuras y desventuras de otros animales: osos polares, una ballena jorobada en la selva amazónica, un pez luna en el hemisferio norte, entre otros. Y una mirada sobre el fondo del mar, ese lugar abisal, más allá de la oscuridad brutal de la superficie del mundo.

Hermano perro

Las antologías son mapas para recorrer autores, temas, ideas, la lectura de otro que invita a leer desde un antojo (y el parecido de las palabras antólogo /antojo no es casual). En este plan de antojos animales, hay al menos dos libros o tres libros animales insoslayables.

El gran libro de los perros

El gran libro de los perros

Uno es El gran libro de los perros, una antología de Jorge de Cascante ilustrada por Alexandre Reverdin (y editado por Blackie Books) se organiza en tres secciones: “Perros buenos” (incluye relatos de Patricia Highsmith, Katherine Mansfield y Horacio Quiroga, entre otros), “Perros atentos” (con textos de Virginia Woolf, Emily Brönte y otros más), “Perros malos” (Roberto Arlt, Edward Lee, entre otros malditos), “Perros que piensan” (infaltables de Kafka y Chéjov) “Perros que no he vuelto a ver” (Lydia Davis, Muriel Spark y otras delicias) y “Perros que te cambian”. Imposible no mover la cola en el sillón y seguir apostando a las antologías. ¡Guau!

El tigre en la casa

Otro antojo imprescindible es el que Carl Van Vechten (1880-1964) tuvo con los gatos. “Uno se puede permitir una actitud de plácida indiferencia en materia de elefantes, cacatúas, H.G. Welss, Suecia, el rosbif, Puccini, los mormones; pero cuando se trata de gatos es necesario adoptar una postura firme”, dice Van Vechten en El tigre en la casa (Editorial Sigilo), un ensayo que ya es un clásico de todos los tiempos.

Con prosa delicada y genial, Van Vechten propone una Historia cultural del gato: desarma el prejuicio popular que opone fanáticos de los perros a fanáticos de los gatos (¿por qué esa bipolaridad tan maniquea si se puede amar a todos los cuadrúpedos casi indistintamente?), analiza rasgos precisos de cada tipo de gato, se interna en los diversos modos de la relación humano-felina, investiga la presencia del gato en las leyes, en el teatro, en la música y en el arte.

El tigre en la casa.

El tigre en la casa.

“En todos los tiempos, incluso durante la oscura época de la brujería y la persecución, ha mantenido su supremacía, ha continuado reproduciéndose y multiplicándose, desafiando cuando es conveniente las leyes de Dios y las leyes de los hombres, de pronto amigo, de pronto enemigo, ahora salvaje, ahora amansado, la mascota de la casa o el tigre en la selva, pero siempre libre, siempre independiente, siempre un anarquista, que insiste en hacer valer sus derechos, cualquiera sea el costo. El gato nunca forma soviets, el gato trabajo solo”, sostiene Van Vechten. La historia de cómo el gato ha subyugado a la humanidad en la prosa de un iconoclasta de la modernidad impostergable.

En su estado normal, el hombre es la pesadilla del animal, dijo Schopenhauer

Los animales salvajes o domésticos, cuadrúpedos o voladores, ovíparos o mamíferos han dejado sus huellas en la literatura de todas las épocas. Y la Humanidad también ha dejado su huella (¿siempre nociva?) en más de una especie animal. ¿Quién ha temido más a quién? En estado salvaje o domesticados, en el campo y también en la ciudad, conviven y convivieron animales, hombres y mujeres.

Entretanto, Mariano García, crítico e investigador local, armó un mapa posible de animales de la literatura universal que reúne en Zoografías (Adriana Hidalgo editorial). Apollinaire, Balzac, Defoe, Di Benedetto, Emily Dickinson, Rimbaud y Saki son algunos de los antologados.

Zoografías.

Zoografías.

La convivencia de las personas con los animales se reduce hoy a las mascotas. Hasta no hace mucho era corriente comprar pollos y gallinas vivos, o criarlos; la leche se obtenía recién ordeñada de la vaca, y el murmullo de la ciudad iba ritmado por el sonido de los cascos de los caballos. La idea misma del zoológico convencional y del circo con tigres, leones y elefantes, tan cotidiana para los niños de otras épocas, son hoy algo exótico y mal visto. El animal ya no convive con nosotros, porque después de haber usado y abusado de él de todas las maneras imaginables, ahora intentamos restaurarlo a un paraíso terrenal del que idealmente el ser humano debería estar ausente. Pero lo que está progresivamente ausente es el animal: especies desaparecidas o en vías de extinción”, dice García.

Desde Argos hasta Gregorio Samsa, sin llegar a internarnos en la literatura infantil (que sería materia para otra nota) la literatura tiene mucho para festejar en este día. Y seguir produciendo una mirada animal y extrañada sobre una sociedad que lanza sueños, pesadillas, mandíbulas, garras y abrazos sobre muy diversas especies reales o imaginarias.

Fuente: Infobae