Ucrania es hoy uno de los países más minados del mundo. En muchas zonas rurales donde se ven centenares de hectáreas de girasoles en imágenes de lo más bucólicas, la cruda realidad es que los agricultores no pueden cosechar. Algo que se ha vuelto una actividad de riesgo mortal porque los rusos sembraron con minas antipersonales miles de hectáreas de campo de un país considerado “el granero” de Europa.
Muchos poblados ocupados por los rusos y liberados en los últimos meses siguen totalmente deprimidos, vacíos y aislados, no solo porque ya nadie puede vivir de la agricultura sino también porque están sin electricidad y sin agua. Antes de irse, los rusos dejaron minas antipersonales, colocadas en forma manual o a través de cohetes lanzados desde el aire.
Aunque aún más grave es que también han sembrado con millares de minas las zonas cercanas al frente de guerra del Donbass, en el sudeste del país, en una estrategia para frenar la contraofensiva que evidentemente está funcionado. Tal como admiten desde el presidente Volodimir Zelensky hasta generales y otros funcionarios consultados, si la contraofensiva parece estancada y avanza mucho más lentamente de lo que muchos aliados occidentales se esperaban es justamente por culpa de las minas, que también se encuentran en el Mar Negro.
Aunque la guerra terminara hoy, es sabido que Ucrania tardará años en limpiar su suelo y mar de estas trampas mortales, que en algunos casos se sabe que están ahí porque tétricos carteles rojos con una calavera lo advierten. Pero que en la gran mayoría de los casos son invisibles, con consecuencias mortales.
Es tan dramático y urgente el problema del desminado que el presidente Zelensky en una reciente entrevista con medios latinoamericanos -entre ellos, LA NACION-, al descartar que muchos puedan aportar armas, reclamó ayuda específica en este tema a los países de América Latina. Al momento, solo el presidente de Chile, Gabirel Boric, ha prometido trabajar en labores de desminado marítimo en el Mar Negro.
Un invento inesperado
En este contexto, Egor Gorshko, una suerte de Bill Gates ucraniano, de 47 años, inventó un dron que desmina, un aparato innovador que está terminando de perfeccionar y que espera que sea al menos parte de la solución de un problema de dimensiones colosales.
“Tuvimos muchas ideas locas y, al final, utilizamos la solución más simple, que es un sistema que detona las minas cuando las pisa. Es la mejor solución, la más simple y la más barata, para un problema enorme”, explicó este ingeniero industrial de Kharkiv que siempre trabajó en cuestiones pacíficas, tanto que lo último que inventó fue una nube muy exitosa que incluso competía con Google Docs. Pero la guerra lo llevó a cambiar dramáticamente de rumbo. Aunque al principio montó una organización caritativa, con el pasar de los meses y al hablar con oficiales de las fuerzas armadas, se dio cuenta de que con su know-how tecnoindustrial podía aportar a la causa desde otro ángulo. Y creó una empresa.
“No podemos resolver los problemas al 100%, pero podemos resolver el 80% de los problemas con el 20% de los recursos”, dijo Gorsko, en un lugar que pidió por seguridad no identificar del oblast de Kharkiv, la segunda ciudad más importante de Ucrania -que queda a tan sólo 40 kilómetros de la frontera con Rusia-. Allí mostró su prototipo de dron antiminas. Un dron muy peculiar, que bautizó “Chuhaister”, como una figura fantástica de la mitología ucraniana, que es inmortal: ni un hombre ni una bestia pueden matarlo.
Se trata de una simple máquina con cuatro ruedas que en su frente cuenta con una hilera de 17 discos, cada uno de seis kilos, que va detonando las minas antipersonales no bien las pisa. El aparato, realizado con un acero especial y piezas fácilmente reemplazables en caso de una explosión dañina, cuenta con una batería eléctrica que le da una autonomía de 20 kilómetros. Se maneja con un control remoto que está aún en desarrollo, pero la meta es que pueda usarse hasta una distancia máxima de cuatro kilómetros.
Hay tres tipos de minas antipersonales terrestres usadas en esta guerra, la gran mayoría de fabricación soviética, apunta Gorshko. La más pequeña y la más común es de 40 gramos y es de fragmentación. “Es muy difícil de identificar porque es como una hoja, no se ve, pero es muy peligrosa porque te puede sacar una pierna y hay muchísimas. Después hay otra de 50 gramos; y otra más rara, de 200 gramos, que es el mayor problema para este dron poque es más poderosa y lo puede dañar”, señala.
Por otro lado, hay minas anti-tanque “que son de siete kilos y, se pueden imaginar, si estallan ni siquiera se encontrarán los cuerpos”, describe. “Este sistema claramente no puede trabajar con minas anti-tanque, que la destruirían enseguida. Pero para los soldados que desminan y para la infantería el problema mayor son las minas antipersonales, especialmente las más pequeñas. Y si nosotros podemos removerlas con este dron, los soldados que desminan pueden luego, con los detectores de metales, encontrar y remover las minas anti-tanques”, dice.
Además, esta máquina puede ser usada para uso civil. “Para desminar los campos o para restituirle por ejemplo la electricidad a pueblos donde los técnicos no pueden ir porque el terreno sigue todo minado. Con esta máquina este problema puede resolverse y las máquinas pueden ser operadas desde una distancia muy grande, que elimina cualquier riesgo”, apunta.
Desde que tuvo la idea, a Gorshko le llevó cuatro meses realizar este dron desminador que ya superó varios tests. “La semana pasada hicimos una prueba en el polígono, hay algunas cosas que tenemos que perfeccionar con los discos, pero logramos detonar el 90% de las minas antipersonales que la máquina encontró, así que estamos definitivamente en buen camino y estamos muy cerca de poder iniciar una producción industrial”, cuenta, sin ocultar su orgullo.
“Esperamos que su precio no supere los 15.000 dólares, que es algo muy barato para este tipo de máquinas. Sabemos que los rusos usan una combinación de minas antipersonales y minas anti-tanque, pero si logramos limpiar al menos las minas antipersonales podremos salvar muchísimas vidas”, agrega.
En este proyecto, Gorshko trabaja junto al Instituto de radiofísica y electrónica de la Academia Nacional de Ciencias de Ucrania, con el Sistema de Emergencias Nacionales y con el Departamento de Defensa Civil.
¿Cuántas máquinas como la que él inventó harían falta para desminar a Ucrania? “Muchísimas. Sería imposible hacerlo. Pero pueden ser parte de la solución. Esperamos producir en cantidad: al principio 20 máquinas por mes y con más inversiones, cien máquinas al mes”, asegura, entusiasmado.
¿Alguna vez se imaginó que habría inventado semejante dron desminador? “Jamás. Mi padre trabajó toda su vida como científico en tiempos de la Unión Soviética y todo tenía que ver con la cuestión militar. Para él era algo normal, pero a mí me parecía algo malo. Así que nunca me imaginé… Toda mi vida trabajé como ingeniero, arquitecto en temas pacíficos. Pero con esta guerra, todo cambió. El 24 de febrero de 2022 muchas cosas cambiaron”.
Fuente: Elisabetta Piqué, La Nación